Comandante en Jefe

 

Nosotros, los estudiantes cubanos nacidos en el extranjero, nos vemos en la necesidad de pronunciarnos ante el acontecimiento de la perdida física,( ¡mas no su muerte!, porque como dijo Martí ‘¡morir por la patria es vivir!’) de nuestro eterno comandante en jefe Fidel Castro Ruz, líder indiscutible del ejercito de batas blancas, el cual integramos gracias a su labor creativa para llevar la salud, la educación y la formación de valores humanos, como bandera de lucha, a todos los rincones del mundo.

Nuestro sentimiento no es solo de tristeza, no es solo de consternación, sino que, a la vez lo tomamos como otra victoria más de este gran ser humano que a pesar de todas las acusaciones, calumnias e intentos de asesinato, ha culminado su ciclo de vida solo cuando la naturaleza determino que así sea. Hecho que para sus más acérrimos contrincantes deja mordiendo sus bífidas lenguas impregnándolas de su propio veneno, dejando un resquemor en quienes han intentado destruir su persona, y con ella, su ideario y la revolución cubana triunfante.

Son innumerables las acciones que este ser, junto con el apoyo de ustedes, su pueblo, han logrado soslayar las barreras que, denigrándonos como seres humanos, ha impuesto desde siempre, el sistema capitalista. Acciones que reivindican la dignidad de todo pueblo oprimido y sojuzgado bajo el yugo monopólico de quienes han intentado dominar la soberanía e independencia de nuestros pueblos.

Cuba y su revolución es, para nosotros, un ejemplo de resistencia y lucha a seguir en nuestro camino hacia la segunda y definitiva independencia de nuestros pueblos. Desde las diversas profesiones en las que nos estamos formando aquí, hemos logrado incorporar todos los valores humanistas, internacionalistas y solidarios que nos han transmitido desde el primer momento en que pisamos tierra cubana libre y socialista. Valores que nos han permitido fundar nuestras propias trincheras y a las cuales defenderemos incansablemente ante cualquier medida o accionar injusto que atente contra nuestros pueblos.

Aquí y ahora determinamos nuestro compromiso eterno con los valores éticos y morales revolucionarios que llevaremos como bandera a los lugares en donde nos toque enfrentar las dificultades que asedian a nuestros pueblos. Nuestro deber, indudablemente, será para reivindicar la dignidad humana que merece cualquier hombre y mujer, hasta en los más intricados y remotos lugares del mundo. Somos soldados en este ejercito de batas blancas, estamos dispuestos a luchar cualquier batalla a la cual seamos llamados a enfrentar y triunfar, con el objetivo de intentar vencer esta guerra contra la muerte contra la tristeza y el desamparo, para ganarnos el derecho de los abrazos de la gente y vestirnos del color más puro, habría que bordarse en la sien la palabra incansable del maestro, ese que ignora el mal tiempo y la escasez, ese que se ubica en otro plano que llega cada día con el sol a cuestas a extender su mano milagrosa, a llenarnos los corazones de experiencias, ese maestro firme como un soldado que sobrevive a expensas de la propia vocación, que distingue una sola raza, la humana, para llamarnos veteranos, después de todas las batallas, para ser condecorados por las historias pasajeras, para marchar desafiando el tiempo en este ejercito de batas blancas, habría que darse cuenta que, como embajadores sacrosantos, después de dar tanto al final de la jornada, solo nos resta, seguir dando…

¡VIVA NUESTRO COMANDANTE ETERNO!        

¡VIVA LA REVOLUCION CUBANA!                         

¡PATRIA O MUERTE, VENCEREMOS!

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