En el año 2005 la UNESCO instituye el Día Mundial de la Filosofía para promover el debate, desde la perspectiva de esta milenaria ciencia, de los principales problemas que aquejan o preocupan a la humanidad, han pasado apenas doce años y hemos sido testigos del aumento exponencial de la violencia a escala global, de la continua amenaza de una guerra nuclear que traería como resultado el fin de nuestra civilización, de la ampliación de la brecha entre países ricos y pobres con su secuela de calamidades sociales, de las, cada vez más evidentes, consecuencias del cambio climático, de la expansión de la intolerancia y la xenofobia, de migraciones masivas e incontroladas, del resurgimiento del fascismo como ideología y como expresión concreta en la política de muchos estados, de mortales epidemias, devastadores cataclismos y otros tantos fenómenos que se sería prolijo enumerar.
Lo anteriormente expuesto nos conduce a la necesidad de replantearnos las eternas cuestiones de la filosofía: ¿qué es el hombre?, ¿hacia dónde va el hombre?, y a y a sostener, una vez más, la necesidad de pensar, en un momento en que se desarrolla un gran proyecto hegemónico a nivel mundial que se sustenta, en la negación del pensamiento a partir de una propuesta hedonista y lúdica profundamente enajenante.