Ernesto Che Guevara y la historia de Cuba


Che en la Sierra Maestra apunta en su diario el 29 de diciembre de 1956: «El día pasa sin novedad pero por la noche se produce un acontecimiento, vuelve la muchacha de Manzanillo y trae… los libros que yo le había encargado: Álgebra, Historia elemental de Cuba. Geografía elemental de Cuba»

La historia de Cuba como parte de su cultura jalonada a lo largo de los siglos es heredera de todos los acontecimientos, hechos y pensamientos de quienes han habitado y construido ese hermoso edificio que es hoy y será la nación y patria cubana. Es una hechura que hay que preservar siempre y especialmente en el día o las jornadas relacionadas con el Historiador, y actualmente dedicadas al homenaje a Emilio Roy, primer Historiador de La Habana, y a Eusebio Leal, el último, y a la pléyade de historiadores cubanos en todas las épocas y lugares.

Y es que los acontecimientos históricos parecen obedecer a una génesis y una dinámica particulares que dan sentido a la trascendencia mayor o menor que pueden alcanzar en los destinos de los hombres, de los pueblos o de la humanidad. Un día o unos pocos años pueden bastar para inscribirlos con huellas indelebles en las muchas páginas de la historia.

Muchos serían los ejemplos en los que una estela de gloria o un episodio o una obra de carácter esencialmente humanos, se siembran profundamente en la memoria colectiva de tal manera que desafían el implacable paso del tiempo, con sus muchas veces despiadada compañía: el olvido.

Pienso que es pertinente traer a colación la figura de Ernesto Guevara de la Serna, el médico argentino que un día y otros se relacionó en Guatemala con el cubano Antonio López Fernández «Ñico», supo por él todo lo relacionado con los hechos del 26 de Julio de 1953, y escuchó testimonios sobre el jefe del asalto al Cuartel Moncada Fidel Castro y pudo leer la edición de su alegato La Historia me absolverá. Ñico había sido también protagonista del intento del asalto al Cuartel Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo aquel glorioso 36 de julio.

Luego, ya en México, Ñico López también fue el puente que relacionó al Che con Raúl y Fidel y los futuros expedicionarios del Granma. Se conoce de la conversación de Ernesto Guevara con Fidel en México, su integración inmediata a la pléyade de futuros expedicionarios del Granma.

Tal como contara Fidel en su discurso en la velada solemne en memoria del Che, en la Plaza de la revolución, el 18 de octubre de 1967.

«Fue un día del mes de julio o agosto de 1955 cuando conocimos al Che. Y en una noche —como él cuenta en sus narraciones— se convirtió en un futuro expedicionario del “Granma”. Pero en aquel entonces aquella expedición no tenla ni barco, ni armas, ni tropas. Y fue así como, junto con Raúl, el Che integró el grupo de los dos primeros de la lista del “Granma” ».

Fidel había llegado a Ciudad México el 8 de julio de 1955. y fue en realidad el 19 de julio de 1955 que se encontró con el Che en el pequeño apartamento de Emparan 49-C, donde residía María Antonia González. Y Che relató aquel encuentro: «Lo conocí en una de esas frías noches de México, y recuerdo que nuestra primera discusión versó sobre política internacional. A las pocas horas de la misma noche –en la madrugada- era ya uno de los futuros expedicionarios».

Resulta conmovedor el contenido de esta carta de Fidel veinte días después a sus compañeros en Cuba en la que expresó: «Parece que lo destruyen a uno en mil pedazos cuando lo alejan de la Patria a la que sólo se puede volver honrosamente, o no volver nunca más. Sería necesario comprender toda la firmeza de esta decisión para juzgar de nuestro ánimo. Yo ando todavía recogiendo los pedazos de mis sentimientos personales que son los de un hombre que por dignidad, ideal y deber todo lo ha renunciado en esta vida».

Fue en el amanecer del 2 de diciembre de 1956 que se produjo el desembarco de los 82 expedicionarios del yate Granma en Los Cayuelos, cercano a Las Coloradas. Raúl Castro ha relatado que él y Che Guevara fueron los últimos que lo abandonaron y ante la curiosidad por conocer el nombre del yate, él se dirigió hacia la popa y pudo comunicar al Che que se trataba del Granma.

Después de una odisea en que mediaron persecuciones, detenciones, asesinatos de expedicionarios y coyunturales escapes y reencuentros felices de los pequeños grupos dispersados, quedaron en la Sierra Maestra los integrantes del pequeño embrión del Ejército Rebelde, entre ellos Raúl y Che, bajo el mando de Fidel.

Resulta significativa en relación con la Historia de Cuba, estos apuntes de los Diarios de Raúl y Che Guevara.

El sábado 29 de Diciembre de 1956, Raúl apunta: «Nos trajeron libros de Geografía de Cuba, Historia de Cuba; éstos para darles clases a los campesinos que se nos unían, ya que teníamos a un maestro poeta (Calixto Morales) que ha sido designado para ese trabajo de enseñanza y adoctrinamiento. Vino, además, un libro de Álgebra para el polifacético Che Guevara. Todos los libros los había pedido él».

Che apunta en su diario el 29 de diciembre de 1956: «El día pasa sin novedad pero por la noche se produce un acontecimiento, vuelve la muchacha de Manzanillo y trae 4 peines de ametralladora. 6 granaras de mano, 20 detonadores, 0 cartuchos de dinamita, los libros que yo le había encargado: Álgebra, Historia elemental de Cuba. Geografía elemental de Cuba. Por la noche se largó un aguacero que nos empapó a todos, casi nadie durmió, nos pasamos la noche tratando de hacer fuego y asando plátanos».

Es notorio ese interés temprano de Che de pertrecharse de los conocimientos geográficos e históricos sobre Cuba a fin de entender los presupuestos culturales que estaban presentes en las relaciones humanas y sociales de los cubanos.

Y pienso que nadie como el Che ha podido atrapar en versos las razones de esa veneración por Fidel, incluso adelantándose en muchos años a lo que vendría en su quehacer revolucionario hasta su misma muerte. Este es el poema visionario:

Canto a Fidel Castro
Ernesto Che Guevara

Vámonos,
ardiente profeta de la aurora,
por recónditos senderos inalámbricos,
a liberar el verde caimán que tanto amas.
Vámonos.
Derrotando afrentas con la frente–Plena de martianas estrellas insurrectas–
juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte.
Cuando suene el primer disparo y se despierte,
en virginal asombro, la manigua entera,
allí a tu lado, serenos combatientes,
nos tendrás. Cuando tu voz derrame hacia los cuatro vientos:
Reforma Agraria, justicia, pan, libertad,
allí a tu lado, con idénticos acentos,
nos tendrás. Y cuando se llegue al final de la jornada
(la sanitaria operación contra el tirano),
allí a tu lado, aguardando la postrer batalla,
nos tendrás. El día que la fiera se lama el flanco herido
donde el dardo nacionalizador le dé,
allí a tu lado, con el corazón altivo,
nos tendrás. (No pienses que puedan menguar nuestra entereza
las decoradas pulgas armadas de regalos;
perdimos un fusil, sus balas y una peña.
Nada más).Y si en nuestro camino se interpone el hierro,
pedimos un sudario de cubanas lágrimas
para que se cubran los guerrilleros huesos
en el tránsito a la historia americana.
Nada más.

Fidel impresionó al Che como un hombre extraordinario. Sobre él escribió:. « […] Fidel es un hombre de tan enorme personalidad que en cualquier movimiento donde participe, debe llevar la conducción…Y si nosotros estamos hoy aquí y la Revolución Cubana está aquí es, sencillamente, porque Fidel entró primero en el Moncada, porque bajó primero del Granma, porque estuvo primero en la Sierra, porque fue a Playa Girón en un tanque, porque cuando había una inundación fue allá y hubo hasta pelea porque no lo dejaban entrar. Por eso nuestro pueblo tiene esa confianza tan inmensa en su Comandante en Jefe, porque tiene, como nadie en Cuba, la cualidad de tener todas las autoridades morales posibles para pedir cualquier sacrificio en nombre de la Revolución».

En el acto celebrado en Santiago de Cuba como tributo a Fidel el 4 de diciembre de 2016, Raúl citó estas ideas, y concluyó: «Así pensaba el Che y así pienso yo también».

Y sirva como colofón de esa cercanía y amor por Fidel y por Cuba y su revolución, que es decir su historia toda, el testimonio del Che en su carta de despedida a Fidel antes de ofrecer a otras tierras el concurso de sus modestos esfuerzos: Y es seguro que años después durante las horas aciagas vividas los días 8 y 9 de octubre de 1967 en la escuelita de Las higueras en Bolivia, y consciente de su inminente asesinato, hubo de pensar como convicción en estas ideas:

«Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos».

Y también en las ideas contenidas en su mensaje a la Tricontinental: «Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo… En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ese, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas».

Quizás también recordara -¡tanto debió ser aquel tiempo como prisionero!-, la carta que escribiera a sus padres cuando estaba preso en México, junto a los demás futuros expedicionarios del “Granma”, en la que les confesaba: «… Hace un tiempo, bastante tempo ya, un joven líder cubano me invitó a ingresar en su movimiento, movimiento que era de liberación armada de su tierra, y yo, por supuesto, acepté…De todas maneras, tengo que salir al nuevo destino, quede en esta cárcel o salga libre…Por la vida he pasado buscando mi verdad a los tropezones y ya en el camino y con una hija que me perpetúa, he cerrado el ciclo. Desde ahora no consideraría mi muerte una frustración, a penas, como Hikmet, «Sólo llevaré a la tumba la pesadumbre de un canto inconcluso…».

Siendo consecuente con las anteriores ideas es pertinente subrayar el papel de Ernesto Guevara de la Serna quien ha quedado inscripto en forma indeleble en nuestra historia.

Y en esta hora de los hornos, en que nuestra historia nos protege a todos con su escudo, traigo a la evocación estas palabras de Ernesto Guevara de la Serna dirigidas en un discurso a sus compañeros:

«Compañeros, yo sé que ese momento de descanso en que podamos mirar para atrás y hacia todo un futuro previsible tardará en llegar, sé que muchas cosas pasarán antes de que se alcance ese momento y sé también que por causas naturales de la fisiología humana o por causa de los invasores extranjeros, muchos de nosotros podremos no ver ese día dichoso, pero los que queden podrán, cuando miren hacia atrás, cuando miren toda esa construcción que ha significado años y años de trabajo, de sacrificio, de esperanza y de dolor, ver en algún lugar alguna pequeña o grande, de acuerdo con el trabajo y la capacidad de cada uno, pero alguna señal indeleble que cada uno dejó en ese enorme y bello edificio que estamos empezando a construir y esa será nuestra recompensa, la recompensa de un verdadero revolucionario. !Hasta ese momento, compañeros!».

Así era Che, para quien «nuestras vidas no significaban nada ante el hecho de la revolución», según expresara el 31 de diciembre de 1966. El revolucionario que concebía que las cualidades y la necesidad de una mayor disciplina en la guerrilla debían ser consecuentes con «nuestra misión que, por sobre todas las cosas, era formar el núcleo ejemplo, que sea de acero», y por eso mismo daba importancia al estudio como algo imprescindible para el futuro.

Che, el hombre que soportaba con estoicismo espartano sus propias flaquezas físicas, confesaba el 14 de marzo: «Yo tenía –tengo un cansancio como si me hubiera caído una peña encima». Y esta es una buena semejanza con Sísifo, el personaje mitológico rebelde, condenado a cargar una roca hasta la cima de una montaña, que volvía a rodar al precipicio. Y entonces, vuelta a iniciar el ascenso con la roca, eternamente.

Así que en ocasión de conmemoración tan significativa como el Día de Historiador, vale la pena recordar a Ernesto Guevara como personaje singular que se insertó en la historia de Cuba, América y el mundo porque hubo de participar en su construcción, porque supo escribirla con sus acciones y obras literarias e históricas, y, por supuesto, con su vida y con su muerte gloriosas.

Fuente: Equipo Editorial Web.