Wilkie Delgado Correa
El Día Mundial del Alzheimer, es solo un instante de la vida y no es precisamente para preguntarnos POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS, pues ellas también están DOBLANDO POR CADA UNO DE NOSOTROS.
En ocasión del 21 de septiembre declarado Día Mundial de la enfermedad de Alzheimer, creo pertinente comunicar dos proyectos que se desarrollan en Santiago de Cuba como parte de las estrategias diversas de salud que están vigentes en Cuba, así como aportar elementos básicos y reflexiones sobre la realidad que está presente en todas las sociedades del mundo.
El primer proyecto está dado con la creación de la Cátedra Honorífica “Alois Alzheimer”, que preside la Dra. Lianne Chang Arañó, y está integrada por profesores y estudiantes de la Facultad de Ciencias Médicas No. 2 de la Universidad de Ciencias Médicas, con resultados integrales destacados.
Otra cátedra similar radica en la Facultad de Ciencias Médicas “Finlay-Albarrán”, que preside el Dr. Cs. Juan de Jesús Llibre Rodríguez, en Ciudad de La Habana, y que por su trabajo integral constituye una institución líder en sus objetivos.
El segundo proyecto está relacionado con el ensayo clínico fase III promovido por el Centro de Inmunología Molecular (CIM), para la evaluación de la eficacia y seguridad del fármaco neuroprotector NeuralCIM (nombre comercial de la molécula NeuroEPO) en pacientes con Alzheimer leve o moderado.
El producto farmacológico en ensayo clínico es una formulación nasal de Eritropoyetina (EPO) recombinante con bajo contenido de ácido siálico, una isoforma de composición similar a la EPO natural que se produce en el sistema nervioso central.
Además de la participación de otros hospitales de Cuba, actualmente el estudio se desarrolla en el Hospital Clínico-Quirúrgico “Dr. Juan Bruno Zayas”, adscripto como unidad docente de la Facultad No. 2 de Ciencias Médicas.
El llamado hoy y siempre tiene como objetivo generar conciencia sobre esta enfermedad neurodegenerativa crónica que afecta principalmente la memoria, el pensamiento y la capacidad de realizar tareas cotidianas. Además, es la forma más común de demencia en los adultos mayores.
Cada día somos asaltados, digamos hasta escandalosamente, por noticias de una muerte, o varias, o muchas en accidentes de todo tipo, en pequeños o numerosos asesinatos tanto personales como en guerras grupales o estatales. Pero además de las muertes, también se abordan el número de heridos y las secuelas posteriores de los hechos. Y así transcurren todos los días, comentando, lamentando, investigando, denunciando y condenando tales formas de pérdida o afectaciones a la vida de los seres humanos.
Sin embargo, por la propia naturaleza del fenómeno vital y social, la enfermedad de Alzheimer está siempre ahí, silenciosa, ya sea como padecimiento o como muerte.
Los primeros indicios de la enfermedad se deben al médico neuropsiquiatra alemán Alois Alzheimer (14 de junio de 1864 – 19 de diciembre de 1915), quien fue el primero en describir los síntomas. Estos se reportaron a partir del registro del caso de una paciente de 51 años de edad llamada Auguste D. quien había sido ingresada al hospital de Frankfurt el 25 de noviembre de 1901, con signos de demencia. Tras la muerte de la paciente, el propio Alzheimer pudo constatar las anormalidades histológicas en el cerebro. En 1906 presentó sus hallazgos.
Está establecido que en el cerebro de una persona con enfermedad de Alzheimer se forman placas amiloides, y las proteínas tau cambian de forma y se convierten en ovillos. A pesar de que no se sabe qué factor inicia el proceso de la enfermedad de Alzheimer, se conoce que el daño al cerebro empieza de 10 a 20 años antes de que algún problema sea evidente. Los ovillos empiezan a desarrollarse en la parte profunda del cerebro, en una zona llamada corteza entorrinal, y las placas se forman en otras zonas. A medida que se van formando más y más placas y ovillos en zonas particulares del cerebro, las neuronas sanas empiezan a funcionar con menos eficacia. Luego pierden su habilidad de funcionar y comunicarse entre sí, y finalmente mueren. Este perjudicial proceso se propaga a una estructura cercana, llamada hipocampo, el cual es esencial en la formación de los recuerdos.
A medida que aumenta la muerte de las neuronas, las regiones afectadas del cerebro empiezan a encogerse. Cuando se acerca la fase final de la enfermedad, los daños se han extendido ampliamente y los tejidos del cerebro se han retraído considerablemente.
Con los años se han producido nuevos descubrimientos sobre el proceso de la enfermedad que es definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un trastorno del cerebro que lentamente destruye la memoria y las habilidades de pensamiento y, con el tiempo, la capacidad de realizar hasta las tareas más sencillas. En la mayoría de las personas con esta enfermedad, los primeros síntomas aparecen más tarde en la vida, con estadios de leve, moderado y grave.
En su más reciente reporte sobre la demencia la OMS señala:
- Actualmente, más de 55 millones de personas tienen demencia en todo el mundo, más del 60% de las cuales viven en países de ingreso mediano y bajo. Cada año, hay casi diez millones de casos nuevos.
- La demencia es el resultado de diversas enfermedades y lesiones que afectan el cerebro. La enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia y puede representar entre un 60% y un 70% de los casos.
- La demencia es, en la actualidad, la séptima causa de defunción y una de las causas principales de discapacidad y dependencia entre las personas de edad en el mundo entero.
- En 2019, la demencia tuvo un costo para las economías de todo el mundo de US$ 1,3 billones; aproximadamente el 50% de esta cifra es imputable a la atención que proporcionan cuidadores informales (por ejemplo, familiares y amigos cercanos), que, de promedio, dedican unas cinco horas diarias a labores de atención y supervisión.
- La demencia afecta de manera desproporcionada a las mujeres, tanto directa como indirectamente.
En más del 90 % de los casos, se desarrolla después de los 65 años, con una prevalencia que se duplica cada década sucesiva de la vida, desde un 10 % entre los 60-70 años a un 40 % en grupos de 80 o más años.
Se estima que la prevalencia de la demencia en Cuba es 10,2 % en las personas de 65 años y más, con una incidencia de 21 por 1 000 personas por año, para este mismo grupo etario. Cerca de 160 000 personas viven con demencia (1,5 % de la población cubana), cifra que alcanzará las 273 000 personas en 2040.
Con todos los presupuestos anteriores cabe reflexionar que el envejecimiento cada vez más creciente de la población mundial y, especialmente, de la cubana, conduce inexorablemente a un aumento significativo de los indicadores de la enfermedad,
A partir de los 60 años y quizás antes, aparecen los signos y síntomas en que se pierden facultades mentales, se manifiestan los olvidos, las sensaciones transitorias de que se está “perdido” en el medio barrial o citadino, luego en el medio hogareño, luego en el medio familiar y finalmente casi desconectado inconscientemente con la realidad vivida en el pasado y que se vive en el presente.
Aparejado con este proceso de menor a mayor desarrollo según el estadio del mal, se instala el necesario auxilio de la familia con pocos o muchos cuidadores que viven su papel para mantener con mucho sacrificio la conexión asistida del enfermo con su realidad. Por lo tanto se involucrarán muchas más personas familiares o no que el número de enfermos, y la repercusión de este fenómeno abarcará a toda la sociedad de una forma u otra.
Ante el reto de salud y vida que esto significa, deberán emplearse tempranamente, es decir, preventivamente, los recursos que actualmente se reconocen como practicables a nivel individual y social para retrasar el fenómeno, mientras se confía en que la ciencia pueda encontrar al fin un alivio, un retraso o una cura.
Un día como el 21 de Septiembre, Día Mundial del Alzheimer, es solo un instante de la vida para formar conciencia individual y colectiva, y no precisamente para preguntarnos POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS, pues ellas también están DOBLANDO POR CADA UNO DE NOSOTROS.
Doctor en Ciencias Médicas. Doctor Honoris Causa. Profesor Titular y Consultante. Profesor Emérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba. Premio al Mérito Científico por la obra de toda la vida.
19.9-24