Carlos Manuel de Céspedes y el cariño de un eterno cubano enamorado
Wilkie Delgado Correa
Rogaré al G.A.D.U, que conceda algunos días risueños en la tierra a los seres que me han amado, y a estos que me perdonen los dolores que por mi causa han sufrido.”.
Este 14 de febrero como otros tantos se celebra el día del amor y la amistad en que se asociación estos sentimientos con expresiones diversas hacia las personas queridas.
Y como ejemplo de estas expresiones resulta emocionante la forma cariñosa en que Céspedes, el Padre de la Patria, se dirigía en cartas a su esposa e hijos, cuyas despedidas reflejan su alma en extremo sensible y amorosa.
Estas muestras permiten constatar esos arrebatos despertados ante la amada distante en tierra extranjera, en Nueva York, en unión de sus mellizos.
1.- Para concluir, alma mía, tu sabes que soy tuyo, ¡que te quiero más que a mí mismo, y que jamás podré olvidarte, que tu separación me es más dolorosa que la muerte; pero te repito que no puedo mandarte a venir por las razones que te he expuesto y ahora menos que nunca. A nadie le es más sensible que a mí; pero es preciso conformarse con la suerte y esperar días más felices. Mientras que se realiza tanta ventura, me despido de ti, enviándote mis suspiros amorosos, mis besos que se pierden por el aire […]”.
2.-Adiós, alma de mi vida, inolvidable tesoro: con los tiernos frutos de nuestro amor, recibe los afectuosos cariños de tu esposo.
3.-Para ti tengo un corazón lleno de amor eterno y para mis adorados hijos las caricias de un padre afectuoso.
4.- Muchísimos besos para ti y los niñitos.
5.- Adiós Anita de mi corazón: mil caricias a mis tiernos hijos… , abrazos y recuerdos de tu amante esposo.
6.- Adiós alma mía: mis recuerdos a toda la familia y amigos: a los niños cien millones de besos y para ti todo el corazón.
7.- Quisiera acabar mi epístola con muchas ternezas para ti y mis adorados mellizos; pero temo que caiga en poder de los españoles y digan luego que estoy moribundo. Creo que no podrán sacar esa deducción; porque solamente te diga que les prodigues a esos amados niños mil caricias a mi nombre y que aunque sea con el débil traslado de la pluma comprendas los sentimientos que para ti encierra mi corazón que nunca podrá ser sino tuyo […].
8.- […] Mil caricias a los queridos mellizos. De ti me despido, jurándote amor eterno.
9.- Dale muchas expresiones a toda la familia, mil besos a los niños y cien mil protestas de mi sincero amor por ti.
10.- Adiós, mí idolatrada mujercita. Soy todo tuyo. Doscientos mil millones de recuerdos y caricias mando para ti y mis queridos hijitos. No olvides a la mamá y hermanitas. Hasta la vista, mis ojitos.Tuyo, tuyo.
11.- Expresiones cariñosas para la mamá y hermanitas: mil besos a los niños y para ti el sincero deseo de verte pronto que tiene tu amante esposo.
12.- ¡Adiós, pues! Para los niños mil besos y para ti […] ¡Vamos […]! Un abrazo […] ¿Por qué no? Eso no es quebrantar mis castos propósitos […].
13.- Cuídate y cuídame a los adorados mellizos. Tal vez quiera la suerte que algún día los vea en mis brazos […].
14.- Mil besos a los niños; para ti, alma mía, un abrazo y el corazón.
15.- Dale un millón de besos a mis adorados hijitos […] y mientras otra cosa dispone la fortuna, mi vida es tuya.
Así mostraba Carlos Manuel de Céspedes su sentimiento de amor mientras estaba al frente de Cuba como su presidente y líder máximo de la primera guerra de independencia, y luego en los meses después de su deposición. Eran las expresiones escritas desde lugares inhóspitos, de marchas y contramarchas, de grandes conflictos grupales y personales, de un personaje de más de cincuenta años, que siempre estuvo enfrentado a los retos del destino.
El 27 de febrero de 1874 moriría en combate, completamente solo, pero disparando al enemigo numeroso, en un punto agreste denominado San Lorenzo en la Sierra Maestra. Tal vez pensara en aquellas horas en su esposa e hijos, ya que como confesara en una carta: “No conozco a mis propios hijos nacidos en el destierro y es muy probable que jamás vea a esos objetos tan queridos. Resignado estoy a mi muerte y aquí como en la hora de mi último suspiro, para nada contaré mis sufrimientos y únicamente rogaré al G.A.D.U, que conceda algunos días risueños en la tierra a los seres que me han amado, y a estos que me perdonen los dolores que por mi causa han sufrido.”.
Doctor en Ciencias Médicas. Doctor Honoris Causa. Profesor Titular y Consultante. Profesor Emérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba. Premio al Mérito Científico por la obra de la vida.