Despejando dudas

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El profesor Israel Borrajero Martínez a sus 88 años, el prestigioso médico cubano sigue dedicado al desarrollo de la anatomía patológica, especialidad que le apasiona.


 

Por Marieta Cabrebra

Desde que correteaba por el poblado de San José de los Ramos, en el municipio matancero de Colón, el hoy doctor en Ciencias Israel Borrajero Martínez soñaba con dedicarse a la Medicina. “Cuando el médico del pueblo venía a la casa para atender a algún familiar me daba cuenta de que lo que hacía aquel hombre me atraía mucho”, relata el profesor titular de anatomía patológica.

De la mano de su padre aprendió a cultivar la tierra. Con su apoyo también concluyó el bachillerato en el instituto de segunda enseñanza de Cárdenas y viajó a La Habana, en 1949, para estudiar Medicina. “Yo había cumplido 19 años y tenía una hermana que trabajaba como modista en la tienda El Encanto, lo cual facilitó las cosas.

“Matriculé en la enseñanza por la libre los dos primeros años. En el tercero ingresé oficialmente en el curso regular (en el cual permanecí los cinco restantes), momento en el que comencé como alumno ayudante de anatomía patológica en el hospital América Arias, gracias a la gestión de un cirujano del centro, a quien conocí por una relación familiar.

“Me gradué de médico en enero de 1956 y estuve en esa institución hasta 1957, vinculado a dicha especialidad porque era la que me gustaba”, afirma.

Muchos pacientes o familiares de estos acuden al doctor Borrajero para conocer su opinión sobre los resultados de un estudio o consultarle acerca de cualquier inquietud. (Foto: LEYVA BENÍTEZ).

Muchos pacientes o familiares de estos acuden al doctor Borrajero para conocer su opinión sobre los resultados de un estudio o consultarle acerca de cualquier inquietud. (Foto: LEYVA BENÍTEZ).

 

De esa pasión por estudiar órganos, tejidos, células… da fe también su paso, primero como estudiante y después ya recién graduado, por el hospital Calixto García. “No tenía plaza ni nada, solo el interés por conocer, pues se aprendía mucho con el doctor Pedro León Blanco, reconocido patólogo, quien fue mi profesor guía durante muchos años”.

Junto a su maestro tuvo la oportunidad de trabajar después, en 1958, en el hospital Joaquín Albarrán. Allí, León Blanco dirigía el departamento de anatomía patológica y tras su fallecimiento, a finales de ese año, el doctor Israel Borrajero fue designado para asumir tal responsabilidad.

Eran los primeros días de enero de 1959. “Desde entonces ese hospital incrementó su trabajo. Poco después empezaron a ingresar profesionales con un elevado nivel de preparación como el doctor Abelardo Buch, nefrólogo, así como profesores de cirugía y otras especialidades”, cuenta.

Sin embargo, ante la escasez de médicos, muchos de los cuales habían abandonado el país, en 1961 el doctor Borrajero ocupó también la jefatura del departamento de anatomía patológica en el hospital Enrique Cabrera. “Durante un tiempo alterné esa labor en ambos centros hasta que finalmente me quedé en este último. Nuestro quehacer comprendía el estudio de todas las biopsias y piezas quirúrgicas de los casos operados”, apunta.

La carencia de profesores debilitó la enseñanza de la especialidad, asegura el entrevistado. Refiere que hubo una situación de crisis en la escuela de Medicina y autoridades universitarias le solicitaron, en 1963, que ocupara la jefatura del departamento docente de anatomía patológica, cuando todavía laboraba en el hospital Joaquín Albarrán.

“Acepté la propuesta e inmediatamente empecé a incorporar personal joven, internos y estudiantes interesados, y poco después teníamos un grupo con alrededor de 18 nuevos profesores. Desde entonces, la docencia es parte de mi vida y la disfruto mucho”.

El patólogo tiene que verificar todo

Luego de más de una década de trabajo en el hospital Calixto García, al cual llegó en 1969 como jefe del departamento de anatomía patológica, el doctor Israel Borrajero se trasladó a inicios de los años 80 para el Hermanos Ameijeiras –donde labora hasta hoy- con la encomienda de crear igual departamento en esa prometedora institución que recién nacía.

Mientras toma en sus manos varios expedientes de un voluminoso fajo ubicado encima de su buró, el profesor Borrajero –responsable del centro de referencia nacional de anatomía patológica que radica en ese hospital– explica que a ese lugar llegan casos complicados que los patólogos mandan a consultar cuando tienen dudas diagnósticas.

De enero a finales de octubre de 2018, allí han recibido 2 831 casos, de más de 50 departamentos de otras instituciones, en tanto el Hermanos Ameijeiras suma en igual periodo 13 400, cifras superiores a las de igual periodo del año anterior, puntualiza el especialista.

Anualmente, continúa, llegan al centro de referencia un promedio de 2 mil casos, en tanto el hospital puede registrar unos 15 mil.

En el escenario cubano, donde el cáncer ocupa un lugar preponderante entre las primeras causas de muerte, la especialidad de anatomía patológica adquiere una importancia esencial para confirmar por métodos de investigación anatomopatológicos el diagnóstico presuntivo emitido antes por el médico.

“La biopsia, por ejemplo, es un método confirmatorio de esa enfermedad”, afirma el experto, y añade que esta y otras técnicas, como las citopatológicas, ayudan a lograr mayor precisión en el diagnóstico. También se realizan estudios con igual fin en los pacientes que fallecen, por medio de las autopsias.

Al preguntarle cuál es el margen de error en tales procedimientos, responde: “Toda persona puede errar, con los médicos puede ocurrir y constituye el error humano, pero cuando se trata del patólogo nadie acepta que se equivoque, ni debe equivocarse, porque su diagnóstico tiene una trascendencia muy grande en la vida del paciente, en el tratamiento y pronóstico de su enfermedad”.

— ¿Se ha equivocado usted alguna vez al emitir un diagnóstico?

—Nadie es infalible. Y cuando pasa el tiempo uno se percata de que ha cometido alguna insuficiencia en este sentido. En ocasiones, confiando en la información brindada en la solicitud de examen, la cual a veces es deficiente.

“Por eso insisto en que el patólogo tiene que ser desconfiado. No descartar ningún dato, nada de lo que le digan, pero verificarlo todo. No obstante, el porcentaje de error es muy bajo. Depende del método que se utiliza, del tipo de investigación que se hace, pero yo diría que la inmensa mayoría de los diagnósticos son veraces”.

Inspiración permanente

En Cuba hay 100 departamentos de anatomía patológica en igual número de hospitales que abarcan todas las provincias, incluyendo el municipio especial de Isla de la Juventud, y alrededor de 400 patólogos. Anualmente se realizan en el país más de 300 mil biopsias y 700 mil exámenes citológicos. Estos últimos incluyen los estudios cérvico vaginales para el diagnóstico temprano del cáncer de cuello y las punciones aspirativas con agujas finas para analizar lesiones de ganglios linfáticos, tiroides, mama y partes blandas.

Acerca de la importancia de dichos departamentos para las confirmaciones diagnósticas de disímiles enfermedades habló el doctor Israel Borrajero en el balance del Ministerio de Salud Pública, realizado a inicios de este año. Entonces, afirmó que muchas de esas áreas no habían sido adecuadamente atendidas por los directores de los hospitales, y añadió que algunas estaban muy deficitarias en el orden estructural y en la dotación de equipos debido al deterioro sufrido en el curso de los años.

A la vuelta de unos meses, el también jefe del grupo nacional de anatomía patológica, comenta a BOHEMIA que muchos departamentos han sido remodelados o reconstruidos y han recibido módulos de equipamiento. “Pero todavía queda bastante por hacer en este campo, pues tenemos déficit de equipos y de algunos reactivos”.

Agrega que durante años se han formado centenares de tecnólogos en la especialidad y se avanza en la introducción de tecnologías como la inmunohistoquímica y la patología molecular, las cuales permiten identificar la localización de estructuras específicas a nivel celular.

Ambas, puntualiza el profesor, posibilitan el estudio más preciso de las enfermedades. “Su empleo en el mundo es algo rutinario. Paulatinamente, hemos ido incorporando la inmunohistoquímica en el Ameijeiras, el Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología (INOR), el Centro de investigaciones médico-quirúrgicas (Cimeq) y el hospital Cira García. En tanto, la patología molecular se ha introducido en el Ameijeiras y el INOR”.

Seguir desarrollando la especialidad es la aspiración del reconocido patólogo, quien a sus 88 años de edad llega cada mañana muy temprano al hospital y se va casi al caer la tarde. “Hay jornadas de trabajo que son agotadoras, pero al otro día me siento bien. Los sábados y domingos descanso, aunque no todo el tiempo porque siempre hay casos complicados que exigen revisar libros, revistas, y buscar información en Internet”.

Para este hombre, quien recibiera el título de Héroe Nacional del Trabajo de la República de Cuba y el Premio al mérito científico por la obra de toda la vida, en 2016, lo esencial es hacer bien su labor. “Nunca estoy pensando en lo que me van a dar o si me deben dar algo. Sencillamente, me gusta mi trabajo, puedo hacerlo, y hay necesidad de que lo haga”.

Confiesa que llegará el momento en que se plantee la jubilación. “Pero eso –asegura- no está en mis planes inmediatos”.

Tomado de Bohemia

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