“… Es casi innecesario recalcar que la labor del médico debe ejecutarse con una total dedicación pues en ello va el triunfo de la idea que sustenta y es favorable comparación con la acción inconsecuente e interesada de sus colegas individualistas, que no ven en su acción más que una acción delimitada que los conducirá a la meta por ellos ansiada, ya sea el poder (relativo poder de médico de aldea), la fama o el dinero.
El médico revolucionario debe tener siempre presente que su deber es atacar las lacras de todo tipo que atacan al pueblo, el único soberano a quien sirven”.
María del Carmen Ariet. El papel del médico en la Revolución. Selección. Centro de Estudios Che Guevara, La Habana, 2000, p. 4.