Por: MsC. Zoraida Enríquez O’Farrill
En la Declaración de principios de la FEU, los jóvenes estudiantes con plena conciencia y responsabilidad de su misión histórica, daban a conocer a la opinión pública su postura y su actuación ante el futuro de Cuba, y lo hacían convencidos de que; “…El estudiantado es el baluarte de la libertad y su ejército más fuerte…”
Con esa convicción, el 13 de marzo de 1957, un grupo de jóvenes, que respondían al Directorio Revolucionario, cumplían a su vez el compromiso de José Antonio Echeverría con Fidel en la Carta de México, que unió a la juventud en una conducta y una actuación.
El plan militar contemplaba que un comando asaltaría al Palacio Presidencial; otro comando, protagonizaría la operación de apoyo, en la que serían tomados los edificios que rodean el Palacio y en sus azoteas emplazarían ametralladoras calibre 30 para barrer con su fuego la azotea de la madriguera del dictador; un tercer comando tomaría Radio Reloj para difundir la noticia de la muerte de Batista y arengar al pueblo.
Era, al decir de Faure Chomón, participante en las acciones; “el heroísmo de dos generaciones abrazadas en una misma acción: La nuestra y la del 30, igual que los hombres del 68 y el 95, se unieron en el combate por la independencia de Cuba”.
Fueron al combate por convicciones e ideas profundas, no por impulsos emocionales, por tener un sistema de pensamiento revolucionario. Desde entonces han sido símbolos de la acción, la audacia, el riesgo y el desinterés, para las generaciones de jóvenes que les han sucedido, ansiosos de ser sus continuadores y afrontar con decisión los retos que va encontrando la Revolución en su desarrollo, formando parte del estudiantado universitario, de esa Universidad de “esperanza para su pueblo” de la que hablara Fructuoso Rodríguez, en carta al Consejo Superior de la Universidad de La Habana el propio 20 de abril de 1957, horas antes de caer asesinado: “… Lo que importa es la Universidad que haga hombres antes que médicos, ingenieros o abogados. Que haya mil universidades “ajenas” a la Patria no importa, pero lo que sí importa es que la nuestra, la del pueblo, la de Mella, la de Trejo, la de Ramiro Valdés Daussá y José Antonio Echeverría, siga demostrando que no es de piedra…”
José Antonio cae en el combate que se impuso cuando cumplía la segunda parte de su plan de llegar a la Universidad, otros valiosos compañeros cayeron también combatiendo o fueron asesinados ese día.
Ese fue el camino que comenzó a recorrer esa generación. Si no pudieron continuarlo físicamente, por impedírselo las balas enemigas, no han logrado detenerlo en el tiempo.
En la batalla que libra Cuba, con gigantesco apoyo popular en el campo de las ideas, están presentes la acción y el pensamiento de todos ellos, de Echeverría, “aquel carismático estudiante que vivió siempre… con un pie en su día… y otro en el futuro”.