El 1 de diciembre de cada año, el mundo conmemora el Día Mundial del Sida. El mundo se une para apoyar a las personas que conviven con el VIH y para recordar a las que han fallecido por enfermedades relacionadas con el sida.
En este Día, ONUSIDA pone de relieve la necesidad urgente de acabar con las desigualdades que ayudan a propagar el sida y otras pandemias en todo el mundo.
Sin poner remedio a las desigualdades mediante acciones audaces, corremos el riesgo de no alcanzar el objetivo de acabar con el sida, además de sufrir la prolongada pandemia de la COVID-19 y una crisis socioeconómica en aumento.
Justo cuando han pasado cuatro décadas desde que se dieron a conocer los primeros casos de sida, el VIH sigue amenazando al mundo. Estamos lejos de cumplir el compromiso compartido de acabar con el sida, pero no por la falta de conocimientos o medios, sino por las grandes desigualdades estructurales que dificultan que se apliquen soluciones efectivas para la prevención y el tratamiento del VIH.
Acabar con el sida requiere poner fin a las desigualdades económicas, sociales, culturales y legales. Aunque exista la percepción de que un momento de crisis no es el más adecuado para priorizar el tratamiento de las injusticias sociales subyacentes, ha quedado claro que no superaremos la crisis hasta que no abordemos las desigualdades.
El mundo se comprometió en 2015 a acabar con las desigualdades y la urgencia no ha dejado de aumentar. Los países prometieron reducir la desigualdad, dentro y fuera de sus fronteras, mediante la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. La “Estrategia Mundial contra el Sida 2021-2026: Poner Fin a las Desigualdades y al Sida” y la “Declaración Política sobre el Sida” tienen como objetivo acabar con las desigualdades.
Tomado del sitio de Naciones Unidas