Desde el Congo
¿Qué milagro has hecho con mi pobre y viejo caparazón, ya no me interesa el abrazo real y sueño con las concavidades en que me acomodabas y en tu olor y en tus caricias toscas y guajiras? ………….
Quiéreme, apasionadamente, pero comprensivamente, mi camino está trazado, nada me detendrá sino la muerte. No sientas lástima de ti; embiste la vida y véncela, y algunos tramos del camino los haremos juntos. … Te abraza con un abrazo largo y dulce, tu
Tatu1
Desde Tanzania el 28 de noviembre de 1965
Mi querida:
La separación promete ser larga, tenía la esperanza de poder verte en el tránsito de lo que parecía una guerra larga, pero no fue posible. Ahora habrá entre nosotros una cantidad de tierra hostil y hasta las noticias encarecerán. (…) ahora, y en el resto del camino, soñaré contigo…
Ahora, que estoy encarcelado, sin enemigos en las cercanías ni entuertos a la vista, la necesidad de ti se hace virulenta y también fisiológica y no siempre pueden calmarlas Karl Marx o Vladimir Ilich. (…) Un beso,
Un beso,
Tatu
De apuntes que dejó antes de partir. El Che los tituló ENVÍO.
Amor: ha llegado el momento de enviarte un adiós que sabe a campo santo (a hojarasca, a algo lejano y en desuso, cuando menos). Quisiera hacerlo con esas cifras que no llegan al margen y suelen llamarse poesía, pero fracasé; tengo tantas cosas íntimas para tu oído que ya la palabra se hace carcelero, cuanto más esos algoritmos esquivos que se solazan en quebrar mi onda. No sirvo para el noble oficio de poeta. No es que no tenga cosas dulces. Si supieras las que hay arremolinadas en mi interior. ¡Pero es tan largo, ensortijado y estrecho el caracol que las contiene, que salen cansadas del viaje, malhumoradas, esquivas, y las más dulces son tan frágiles! Quedan trizadas en el trayecto, vibraciones dispersas, nada más. […].
[…] Así te quiero, con recuerdo de café amargo en cada mañana sin nombre y con el sabor a carne limpia del hoyuelo de tu rodilla, un tabaco de ceniza equilibrista, y un refunfuño incoherente defendiendo la impoluta almohada […].
(…) No me llames, no te oiría; sólo puedo rumiarte en los días de sol, bajo la renovada caricia de las balas […].
Lanzaré una mirada en espiral, como la postrera vuelta del perro al descansar, y los tocaré con la vista, uno a uno y todos juntos.
Si sientes algún día la violencia impositiva de una mirada, no te vuelvas, no rompas el conjuro, continúa colando mi café y déjame vivirte para siempre en el perenne instante.
Desde Bolivia. 1966
Mi única:
Aprovecho el viaje de un amigo para mandarte estas letras, (…) Te podría decir que te extraño hasta el punto de perder el sueño, pero sé que no me creerías de manera que me abstengo. (…) En navidad y Año nuevo, sobre todo, no sabes cómo extraño tus lágrimas rituales, bajo un cielo de estrellas nuevas que me recordaba lo poco que le he sacado a la vida en el orden personal […].
(…) Recibe el beso preñado de suspiros y otras congojas de tu pobre y pelado
Marido
Compilador: Profesor Lisandro Bonilla