Por. MsC. Zoraida Enríquez O’Farrill, Lic. Máyolis Cuevas Alvarez
La conmemoración del día internacional del estudiante, el 150 aniversario del fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina, y el V aniversario de la desaparición del Comandante Fidel Castro Ruz, se imbrican al pensamiento del líder histórico en torno al papel de los estudiantes.
En el acto conmemorativo del 27 de Noviembre de 1963, celebrado en la escalinata de la Universidad de La Habana, Fidel reconocía precisamente el juramento de la medicina social del grupo de los recién graduados de medicina de ese año, y expresaba entonces: “La sociedad los forma, la sociedad los educa, la sociedad les crea el marco donde habrán de trabajar, la sociedad les asegura una existencia decorosa: nada más justo ni más honesto que esos muchachos hayan tomado la decisión de trabajar como médicos no para ellos sino para la sociedad…”
En otra fecha, 20 de diciembre de 1982, Fidel destacaba el pleno apoyo de los estudiantes desde los primeros meses del triunfo revolucionario, y a lo largo de todos esos años; y reconocía que en la lucha dura, difícil, en el enfrentamiento decidido al imperialismo, a sus amenazas y a sus agresiones nunca faltó la entrega incondicional de los estudiantes quienes han participado con absoluta decisión: en la lucha política, en la lucha ideológica, en la campaña de alfabetización, en los días difíciles entonces de la limpia del Escambray, del ataque mercenario a Girón, de la Crisis de Octubre, y muchas más.
Como entonces, los estudiantes también hoy están en la batalla económica, en el enfrentamiento a la Covid 19 y haciendo frente a las campañas subversivas y desestabilizadoras de nuestros enemigos externos e internos. Es el mejor homenaje a los ocho estudiantes de medicina fusilados el 27 de noviembre de 1871, jóvenes, cuyas edades oscilaban entre 16 y 21 años. Con la poesía de la niñez y el candor de la inocencia, a manos de la codicia, al decir de Martí, aquellos jóvenes estudiantes enfrentaron la muerte como héroes, asumiendo en ese instante supremo, la dignidad de la patria que nacía en la manigua insurrecta.
El sacrificio de aquellas víctimas de la barbarie no resultó inútil, se convirtieron en bandera del estudiantado y viven en el recuerdo de su pueblo y de toda la juventud cubana que ha sabido erguirse para defender la libertad, pues como expresara el joven Martí en su estremecedor poema “A mis hermanos muertos el 27 de Noviembre”:
“…Cuando se muere
En brazos de la patria agradecida
La muerte acaba, la prisión se rompe,
Empieza, al fin, con el morir, la vida!”