El habanero, conocido por su amplia sonrisa, era uno de esos hombres de pueblo, cuyo carisma le permitía ganarse la simpatía incluso de los más recalcitrantes y cuyas bromas lograban divertir incluso a los más serios. Pero, además, sus convicciones y su poder para convencer lo hicieron uno de los líderes más queridos durante el proceso revolucionario que llevó a Cuba a su definitiva independencia en 1959.
Fue poco el tiempo que Camilo pudo como dirigente de la Revolución dar su aporte, pero indudablemente que, con la fuerza de su palabra, con sus razonamientos y principios contribuyó de manera decisiva a su desarrollo y defensa.
En el pueblo hay muchos Camilos y Camilo seguirá viviendo en hombres que se inspiren en él.