En el año 2010, unas excavaciones realizadas en la localidad italiana de Imola, sirvieron para desenterrar una tumba con una antigüedad aproximada de 1.300 años. Lo que nadie podía imaginarse era el terrible descubrimiento que iban a realizar en su interior. La sepultura contenía el esqueleto de una mujer, con un agujero en el cráneo. Pero lo más llamativo y atroz fue que bajo su pelvis había varios huesos menudos que parecían pertenecer a un feto. El hallazgo significaba que la mujer había dado a luz después de ser sepultada. Pero, ¿quería esto decir que fue enterrada viva?
Ahora, ocho años después, investigadores de las universidades de Ferrara y Boloña, han desvelado lo que realmente sucedió. Los análisis realizados revelan que la mujer fue enterrada ya muerta, y que falleció a causa de una trepanación que se realizó en el cráneo para tralarla de eclampsia, una enfermedad que afecta a las embarazadas. Y con la madre, murió también el hijo que portaba en sus entrañas. Pero, entónces, ¿cómo se produjo el parto?
Tal y como explican los especialistas, se debió a un fenómeno bastante raro conocido como extrusión fetal post mortem, y que consiste en la expulsión de un feto inviable por parte del cuerpo de una mujer embarazada fallecida durante la putrefacción de su cadáver.
Los gases que produce el organismo humano durante el proceso de de descomposición, provocan la hinchazón del abdomen y oprimen a su vez el útero, causando la expulsión del feto muerto. Este tipo de partos post mortem no eran extraños en la antigüedad, aunque actualmente parece más difícil que se produzcan, ya que las técnicas de conservación de los cadáveres evitan la producción de tantos gases.
Fuente: Revista Quo