Epónimos

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Por. Dr.C. Julio César Hernández Perera.
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El idioma y la medicina

Por: Dr.C. Julio César Hernández Perera

Daniel Alcides Carrión García (Cerro de Pasco, Perú, 13 de agosto de 1857 – Lima, 5 de octubre de 1885) constituye uno de esos escasos ejemplos en la historia de la medicina, que han entregado su vida en aras del conocimiento. Es destacable, que al momento de su muerte era aún un estudiante de medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad Mayor de San Marcos, Perú. Durante sus estudios en la carrera, mostró sumo interés en conocer bien una enfermedad que afecta a la población de zonas andinas de Perú, Chile, Ecuador, Bolivia y Colombia a altitudes entre 600 y 3700 metros sobre el nivel del mar, y que era conocida como «verruga peruana».

También se describía otra enfermedad, que desde el punto de vista epidemiológico mostraba igual distribución geográfica y que era conocida como «fiebre de la Oroya». Esta afección había sido considerada como un azote importante. En forma de brotes epidémicos, el padecimiento provocó numerosas muertes entre los obreros empleados en las labores de construcción de las líneas de ferrocarril entre el Callao y la Oroya, y tenía la particularidad de presentar un cuadro clínico caracterizado por fiebre, dolores osteomusculares, y anemia progresiva y grave. En aquellos momentos, la letalidad de la enfermedad era extremadamente elevada -casi del 100%.

Por su parte, la «verruga peruana» era conocida desde la era precolombina. Divulgada por los incas como «sirki», los conquistadores españoles le llamaron «verrugas», «berrugas» o «tumores sangrantes». Comparada con la «fuebre de la Oroya», tenía una evolución más benigna, con aparición súbita de una erupción miliar o nodular cutánea, y escasos síntomas generales. En los momentos que le tocó vivir a Carrión, se había percibido que la enfermedad mostraba un incremento notable en la población de las zonas afectadas.

Hasta entonces, se consideraba que ambas tenían una etiología diferente y desconocida.

Desde 1881 Carrión, motivado por un intenso y ferviente espíritu de investigación, había escogido como tema de estudio para su tesis de grado, la «verruga peruana». Las labores investigativas la desarrolló en el hospital «Dos de mayo», en Lima, Perú. Reconoció que la enfermedad era endémica, pero no contagiosa, y era causada por un agente «verrugoso», posiblemente por un parásito. A fin de encontrar cómo la enfermedad podía ser inoculada y estudiar su curso clínico, no dudó en inocularse sangre macerada de una lesión verrugosa obtenida de un paciente masculino de 14 años de edad, que se encontraba hospitalizado. El doctor Evaristo M. Chávez, para evitar que Carrión se hiciera un daño involuntario, tomó de manos del estudiante la lanceta y le practicó dos inoculaciones en cada brazo, en el sitio común de la vacunación. Era el 27 de agosto de 1885.

Desde aquel mismo momento, y en correspondencia con sus planes, Carrión describió una minuciosa historia clínica de su enfermedad, que con posterioridad fueron publicadas.

A los 21 días sintió los primeros síntomas de la «fiebre de la Oroya», que continuó con su evolución característica, ante la angustia de sus profesores y amigos. Carrión escribió personalmente su historia clínica hasta el 26 de septiembre de 1885, en que agobiado por la fiebre y por la anemia, entró en un estado de postración. Sus compañeros, a su solicitud, siguieron el importante documento clínico que era dictado por Carrión.

El 2 de octubre dándose cuenta de su gravedad y valorando certeramente su cuadro clínico le dijo a sus compañeros,

«Hasta hoy había creído que me encontraba tan solo en la invasión de la verruga, como consecuencia de mi inoculación, es decir, en aquel período anemizante que precede a la erupción; pero ahora me encuentro firmemente persuadido de que estoy atacado de la fiebre de que murió nuestro amigo Orihuela; he aquí la prueba palpable de que la fiebre de la Oroya y la verruga, reconocen el mismo origen, como una vez le oí decir al doctor Alaco.»

En estado de agonía, Carrión fue trasladado a la Maison de Santé, el 4 de octubre de 1885. Ese mismo día, antes de su traslado al hospital señaló a un compañero:

«Aún no he muerto, amigo mío, ahora les toca a ustedes terminar la obra comenzada, siguiendo el camino que les he trazado.»

Al otro día, el 5 de octubre de 1885, se encontraba en estado de coma. Sus compañeros terminarían ese mismo día su historia clínica con estas sentidas palabras:

«A las once y media de la noche lanzó su último suspiro breve y profundo, que fue para los que le rodeaban la señal de que este mártir al abandonarnos iba a ocupar en lo infinito el sitio que el Todopoderoso tiene reservado para los que como él ejercen la mayor de las virtudes: la Caridad.»

A través de su experimento, Carrión demostró que la «fiebre de la Oroya» y la «verruga peruana» eran dos fases de la misma enfermedad.

Posterior a su muerte, en 1909, Alberto Leopoldo Barton(1871-1950) reportó en diferentes pacientes que los hematíes eran blancos de un microorganismo que fue considerado como el agente causal de la enfermedad. El microorganismo fue identificado como una bacteria llamada como Bartonella bacilliformis y es transmitido por la mosca de los valles, también conocida como titira, con posterioridad denominada con el nombre científico Phlebotomus verrucarum. El reservorio lo constituyen principalmente personas libres de sintomatología y en el estadio de verruga.

Desde el momento de su muerte Daniel Alcides Carrión fue reconocido como mártir consciente de las ciencias médicas y la prensa de Lima se hizo eco de la trascendencia de su sacrificio en aras del conocimiento de una de las enfermedades endémicas de más alta mortalidad en su país. El nombre de Carrión ha pasado a ser no sólo un símbolo de la nación peruana, sino también de la medicina latinoamericana y de la infectología mundial, que ofrendó su vida para demostrar la unidad nosológica de la fiebre de la Oroya y la verruga peruana, y darnos una descripción clínica acabada de la enfermedad que en su honor lleva su nombre, «enfermedad de Carrión». Otra sinonimia de la entidad es «bartonelosis», otro epónimo relacionado con la misma efermedad, pero en este caso en honor al descubridor de la bacteria, Alberto Leopoldo Barton.

A manera de homenaje, muchas instituciones académicas y civiles, entre hospitales, estadios y centros de enseñanza llevan su nombre, como la «Universidad Nacional “Daniel Alcides Carrión”» en Pasco, Perú.

Fuentes bibliográficas.

Delgado García G, Delgado Rodríguez AM. Daniel Alcides Carrión y su aporte al conocimiento clínico de la fiebre de la Oroya y verruga peruana. Cuaderno de Historia. 1995;80.

García-Cáceres U. Daniel Alcides Carrión. Acta Med Per. 2006;23(1):48-51.

Short BH. Carrión’s disease: an altitude-associated infectious disease. Int Med J. 2003;33:545-7.

Schultz MG. Daniel Alcides Carrión. Emerg Infect Dis. 2010;16(6):1026-7.

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