Por. Dr.C. Julio César Hernández Perera.
A pesar de la pandemia causada por el SARS-CoV-2, la humanidad no olvidó en mayo el Día Internacional de la Enfermería ni la victoria sobre el fascismo, dos fechas que revelan puntos concurrentes con la vida de Irena Sendlerurrentes con la vida de Irena Sendler.
En su ocaso, el año 2019 cedió al 2020 una gran carga que ha cambiado la vida del orbe. El desarrollo de un nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2, que se transformó en muy poco tiempo en pandemia, bien pudiera usarse como argumento de un filme de catastrofismo y ciencia ficción; aunque desagraciadamente la realidad de estos tiempos modernos supera toda imaginación.
La actual contingencia ha forzado a cancelar celebraciones y homenajes en muchas partes del mundo. Entre estos, dos han marcado el mes de mayo de 2020: el aniversario 75 de la victoria sobre el fascismo y el Día Internacional de las Enfermeras y Enfermeros.
Asociada a estos acontecimientos, podemos mencionar la figura de una mujer llamada Irena Sendler. Ella es punto común de las dos fechas mencionadas, y su historia también tiene que ver con la actual pandemia y con la necesidad de salvar vidas.
Comienzos de una existencia
Irena Krzyzanowska (mejor conocida como Irena Sendler) nació el 15 de febrero de 1910 en Otwock, una ciudad en el centro de Polonia a 23 kilómetros de Varsovia.
Se indica que por el ejemplo de su padre, médico rural que murió cuando ella tenía siete años, en Irena crecieron desde temprano la solidaridad y el respeto por los demás. El progenitor pereció tras contagiarse por el tifus —una enfermedad bacteriana transmitida por piojos y pulgas— que sufrían pacientes judíos, a quienes otros médicos se habían negado a atender por miedo al contagio.
Con la perenne motivación de seguir los pasos de su padre, Irena decidió dedicar su vida a los demás y se hizo enfermera. Todo ello, gracias a la ayuda ofrecida por la comunidad judía de Varsovia, quien costeó sus estudios.
Por oponerse a la discriminación llevada a cabo contra los judíos, desafió muchos problemas en su época estudiantil. Su activismo le costó tres años de suspensión en la Universidad de Varsovia.
Poco tiempo después de la invasión a Polonia por la Alemania nazi, durante la Segunda Guerra Mundial, se creó en 1940, en el centro de la capital polaca, el mayor barrio judío establecido en Europa, el Gueto de Varsovia.
En este lugar se confinaron, sobre todo, judíos polacos, alemanes, y de otros países ocupados por los nazis. El gueto formaba parte de una estrategia fascista que servía de tránsito de las deportaciones hacia un destino final: los campos de concentración.
Con una población estimada de 400 000 personas, el hambre y las enfermedades asolaban el lugar. En estas circunstancias Irena se afilió a la Zegota, una organización clandestina creada el 4 de diciembre de 1942 por la resistencia polaca, donde llegó a ser una de las activistas más célebres. Para acceder al gueto de forma legal Sendler se agenció identificaciones sanitarias bajo el nombre de Jolanda.
Operaciones de rescate
Lo que Irena pretendió inicialmente era llevar al gueto de Varsovia comida, ropa y medicinas, así como establecer contactos vinculados con la resistencia. Pero no tardó mucho tiempo en comprender el verdadero objetivo de aquel lugar: el exterminio de todos los judíos.
Cuando todo estuvo claro para ella, empezó a consagrarse al rescate de niños, para arrebatárselos a la muerte. Se puso en contacto con las familias, a las que les comunicaba que los niños morirían si permanecían allí.
La enfermera, junto con algunos colaboradores, diseñó y ejecutó formas ingeniosas para sacar a infantes del gueto y encontrarles seguridad con familias y orfanatos en toda Europa. De aquel confinamiento logró extraer a más de 2 500 pequeños en bolsas de basura, sacos de papa, maletas, cajas de herramientas, ataúdes y ambulancias. La niña de más corta edad fue Elzbieta Ficowska, de seis meses, quien hizo su viaje en una caja de madera con agujeros, junto con un cargamento de ladrillos, y bajo efectos de sedantes para que no fuera descubierta.
La labor de Irena no se limitó a estos memorables hechos. Guiada por su deseo de que los niños pudiesen recuperar algún día a sus familias, ideó, además, un archivo trascendental.
Cuando se lograba sacar a un niño, a este se le cambiaba su nombre por otro de origen cristiano que era registrado cuidadosamente por Irena en tiras de papel. Estas eran guardadas dentro de frascos que enterraba bajo un árbol de manzanas en un jardín vecino.
Con esta acción esperaba que, al cabo de los años, los niños pudieran rencontrarse con su pasado, y así poder disminuir en algo el dolor causado por el Holocausto.
Con el tiempo los nazis se dieron cuenta de las actividades que la enfermera llevaba a cabo. En octubre de 1943 ella fue detenida por la Gestapo y, pese a ser torturada, no reveló ningún dato de los niños, ni el nombre de sus colaboradores, por lo cual fue sentenciada a muerte.
Mientras esperaba por ser ejecutada logró escaparse de la cárcel y al día siguiente, en la lista de personas polacas ejecutadas, salía el nombre de Irena. La explicación de estos hechos fue que Zegota había alcanzado a sobornar a un soldado alemán.
Irena Sendler falleció en Varsovia a los 98 años de edad, el 12 de mayo de 2008. Su valentía e historia la llevan a ser conocida como el Ángel del Gueto de Varsovia.
La historia de Irena nos llena de orgullo por la virtud de nuestros semejantes, y nos hace pensar en muchos héroes anónimos, como las enfermeras y enfermeros que en este minuto se enfrentan a un virus mortal, sin creer en miedo ni en desconcierto, mereciendo todos los aplausos por ser protagonistas de una actitud de puro amor.
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