Por: Dr.C. Julio César Hernández Perera.
Hace 40 años, con el nacimiento en secreto de Louise Brown, se ensancharon las posibilidades de la reproducción humana.
La capacidad reproductiva del ser humano ha llevado a analizar en diferentes lugares y momentos históricos asuntos como el envejecimiento poblacional, la natalidad, la mortalidad, la infertilidad o la baja tasa de fecundidad, y las explosiones demográficas y sus tendencias inversas.
El fantasma de la infertilidad ha acompañado desde tiempos inmemoriales al ser humano. Ha tenido, obedeciendo a juicios socioculturales, mayor o menor impacto en cuanto a la paternidad y la maternidad, el género (masculinidad y feminidad, y la reproductividad.
Hoy, cuando se estima que entre el diez y el 20 por ciento de las parejas experimentan durante sus etapas reproductivas alguna dificultad para tener hijos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido ese problema como una enfermedad, debido a su capacidad de dañar la salud física, sicológica y social de las parejas afectadas.
Hace más de 40 años, para quienes no conseguían tener un embarazo de forma natural, los deseos de ser madre o padre se esfumaban irremediablemente. Pero esa perspectiva comenzó a cambiar a partir de julio de 1978 con el nacimiento de Louise Brown.
La constancia de Purdy, Steptoe y Edwards
El matrimonio inglés de Leslie y John Brown —ella ama de casa y él un empleado ferroviario— era una de las tantas parejas que en este mundo tenían problemas para concebir hijos. Leslie mostraba signos de depresión tras someterse a múltiples estudios por infertilidad y saber que como consecuencia de una anomalía en las trompas de Falopio sus óvulos no podrían ser fecundados de manera natural.
Después de diez años de matrimonio, colmados de intentos y desengaños en su interés de ser padres, los miembros de la pareja conocieron a Jean Purdy (una técnica que en cierto momento fue injustamente calificada por los medios de comunicación como comadrona).
Desde hacía una década Purdy formaba parte de un equipo de investigación junto a los ingleses Patrick Steptoe y Robert Edwards. El primero era un ginecobstetra que trabajaba en un hospital público de la ciudad inglesa de Oldham y que se había especializado en la realización de laparoscopías para hacer diagnósticos y extraer óvulos.
Edwards, por su parte, era un investigador de Fisiología de la Universidad de Cambridge. Estudiaba los cultivos que pudiesen favorecer la fecundación en el exterior del útero materno para luego introducirlos.
Según el libro de registro de Purdy, entre 1969 y 1978 la labor del equipo les llevó a realizar 457 intentos de fecundación de óvulos en 282 mujeres británicas. De ellos solo se lograron 112 embriones, cinco embarazos y un nacimiento. Este último correspondió a Louise, la hija de los esposos Brown, quien pesó al nacer 2 700 gramos (5,95 libras), por lo que muchos rememoran a la niña como la «primera bebé probeta».
Se ha relatado que el 25 de julio del 1978, después de 38 semanas de embarazo, Leslie Brown entraba al salón de operaciones para que le fuese practicada una cesárea. Todo este procedimiento se realizaba con suma discreción, al punto de que casi nadie del equipo médico sabía quién era esa señora. Posteriormente John Brown visitaría a su esposa e hija recién nacida mientras la policía hacía guardia en la habitación. Así, secretamente, se produjo aquel milagro.
Cuarenta años después
Ese nacimiento avivó muchas discusiones. No fueron pocos los que se pronunciaron en contra de la fecundación artificial —no veían con buenos ojos que se pudiera crear una vida sin necesidad de una relación sexual entre un hombre y una mujer—; otros advirtieron sobre virtuales riesgos emanados de la aplicación de una técnica nueva y desconocida, como la posibilidad de crear seres humanos en serie.
A pesar de los dilemas y temores, el mundo se adaptó rápidamente a la nueva realidad y la maternidad demostró ser un concepto mucho más flexible de lo que parecía. El nuevo campo de la reproducción asistida ha avanzado hasta nuestros días al punto de alcanzar un alto grado de sofisticación, fiabilidad y eficacia.
Se estima que al cumplirse 40 años de aquel hito han nacido, gracias a la fertilización in vitro, cerca de seis millones de personas en todo el orbe. Entre esos nacimientos se encuentra el de Natalie, hermana de Louise y la número 40 de estos nacimientos en el mundo, ya que los esposos Brown recurrieron a esa técnica cuatro años después de haberlo hecho por vez primera.
Curiosamente Natalie tuvo un hijo en 1999 y se convirtió en la primera persona nacida gracias a la fecundación in vitro que daba a luz a un hijo concebido de forma natural. Hoy Natalie es madre de cinco hijos, y Louise de dos, todos concebidos de forma natural.
A pesar de lo caro del procedimiento —capaz de costar cerca de 6 500 dólares—, según un reciente artículo publicado en la revista Nature se estima que para el año 2100 los nacimientos por fertilización in vitro pueden llegar a representar el 3,5 por ciento de la población mundial: cerca de 400 millones de personas.
En Cuba se estima que más de 290 000 parejas presentan problemas de infertilidad. Por eso en el país se desarrolla un Programa Nacional de Atención a la Pareja Infértil, como un recurso ante los indicadores demográficos que actualmente muestran bajas tasas de natalidad.
Este Programa no se enmarca solamente en la realización gratuita de las costosas reproducciones asistidas, sino que además se inicia con un trabajo preventivo desde la Atención Primaria de Salud, enfocado a reducir los contextos que propician la infertilidad, como las interrupciones de los embarazos no deseados o las enfermedades de transmisión sexual.
Se trata de un enfoque salubrista de la infertilidad que se suma al éxito de aquella bebé del siglo XX, esa pequeña que hizo innegables las esperanzas de muchas parejas deseosas de conocer la maternidad y la paternidad.
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