De la desolación a la esperanza

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Por: Dr.C. Julio César Hernández Perera.
El uso de los medios de protección personal que hoy portan los profesionales de la Salud enfrentados a la COVID-19 podría tener sus antecedentes en la sombría figura de los «médicos de la peste».

El SARS-CoV-2 puede ser visto como el virus que al nacer en el ocaso de 2019 evolucionó hacia una pandemia que cambió el curso «normal» de un planeta acostumbrado a mirar solo hacia adelante, hacia un futuro muchas veces incierto. La enfermedad que él causa —la COVID-19— nos ha corroborado la condición frágil de la humanidad, y las peligrosas consecuencias de una relación nada amigable con la naturaleza.

Muchos han podido ver una de las imágenes más recurrentes de estos tiempos: trabajadores de la Salud en plena faena por salvar vidas. Algunos de ellos, especialmente quienes laboran en la llamada «zona roja» (o de primera línea), portan una peculiar vestimenta de color claro que cubre todo el cuerpo, además de gafas, nasobucos especiales y guantes. Tal disfraz hace que quienes lo portan se vuelvan irreconocibles, por lo cual sus nombres y banderas son grabados a mano sobre el traje.

Esta indumentaria forma parte del llamado equipo de protección personal que busca impedir la infección con el nuevo coronavirus. Su diseño puede tener una historia que se remonta a siglos pasados, cuando otra pandemia azotó al mundo: la peste negra.

La peste

La peste negra o bubónica empezó a causar desolación a mediados del siglo XIV en Europa y su origen se remonta a lejanas tierras del oriente asiático. Sicilia e Italia fueron los primeros lugares europeos en ser azotados por el mal. Eran territorios de mucho tráfico marítimo y de florecientes encuentros comerciales.

La alta mortalidad y contagiosidad caracterizaban a la peste. Hoy conocemos que es causada por una bacteria conocida como Yersinia pestis, la cual puede ser transmitida por una pulga que se hospeda regularmente en las ratas, de las cuales los próximos en contagiarse son los seres humanos.

Se estima que cerca del 60 por ciento de la población europea sucumbió ante la enfermedad durante este período de la historia que coincidió con la consumación del feudalismo. En esa época los microrganismos no se conocían, y el oscurantismo predominaba. Solo algo resultaba evidente: la elevada contagiosidad del flagelo.

Por tales razones fueron dadas a la epidemia explicaciones disparatadas como la relación de esta con la conjunción de los astros, algunos de los cuales no eran bien vistos, como Marte, Júpiter o Saturno.

Por fuerte influencia del cristianismo llegó a pensarse que la enfermedad era un castigo divino o que los judíos habían emponzoñado las fuentes de agua para matar a los cristianos. Esta última creencia derivó en la muerte y persecución de los judíos, los cuales eran sumados a las listas negras de forasteros y leprosos.

La alta mortalidad de la peste bubónica hizo que muchas calles se llenaran de cadáveres y fosas comunes. Los médicos de entonces no daban abasto a la hora de buscar remedios.

Venecia fue una de las ciudades más castigadas por la peste y el escenario donde se vieron las más bestiales prácticas para desprenderse de los enfermos. Bastaba que alguien estornudara para que lo embarcaran junto con moribundos hacia la isla Poveglia y otras de la Laguna de Venecia, donde los abandonaban para que muriesen en total desamparo.

Los médicos de la peste

Para hacer frente a la pandemia surgió la figura del «médico de la peste», también conocido como el «médico de la muerte», ya que, una vez que se solicitaban sus servicios, se sabía de antemano que los pacientes iban a morir.

En un pueblo o ciudad donde aparecía la peste negra la gran mayoría de los médicos huían antes que los pacientes, pues ellos pronosticaban lo que acontecería. Las comunidades contrataban los servicios de los médicos de la muerte, quienes generalmente no tenían una instrucción tradicional y en muchas ocasiones no habían podido establecerse exitosamente en la profesión, o eran médicos jóvenes que intentaban abrirse camino en la medicina.

Una de sus tareas consistía en, además de cuidar a las víctimas de la peste, eliminar a los cadáveres y hacer autopsias, anotar los registros públicos de las muertes causadas por la peste. Lo más identificativo de estos servidores era la vestimenta, sobre la cual se sabe que fue ideada por el doctor francés Charles de L´Orme.

 Una excéntrica máscara en forma de pico de ave se empleaba durante la epidemia de la peste negra para evitar el contagio.

Una excéntrica máscara en forma de pico de ave se empleaba durante la epidemia de la peste negra para evitar el contagio. Autor: Juventud Rebelde

Ataviados con una túnica negra hasta los tobillos, con guantes, sombrero de ala ancha y una excéntrica máscara en forma de pico de ave —todas de cuero de cabra y negras—, los médicos de la muerte llevaban consigo un bastón blanco con un reloj de arena en lo alto para examinar a los enfermos.

La máscara tenía agregados dos cristales (se dice que eran rojos) a través de los cuales el médico podía ver. Dentro de la forma de pico se introducían pajas y diversas sustancias aromáticas con la idea de poder filtrar el aire y mitigar la fetidez que emanaba de los moribundos. En aquel tiempo se pensaba que la peste se contagiaba por vía aérea y que penetraba en el cuerpo por los poros de la piel, por lo que toda precaución parecía poca.

Otra de las razones por las que la máscara tenía forma de pico era porque así se impedía que el doctor se acercase mucho al paciente. También existía la creencia de que la enfermedad era transmitida por los pájaros, por lo que la forma de ave de la máscara hacía que esos animales se alejaran de quien la llevaba (los pájaros, por cierto, eran inmunes a la bacteria causante de la peste).

Resultaba irónico que quienes dedicaban esfuerzos a atender a los pacientes eran vistos como la viva imagen de la muerte. Quienes se los cruzaban en el camino huían despavoridos por el pánico que percibían al presenciarlos.

Aquella vestimenta pudiera ser uno de los antecedentes de los equipos de protección que hoy usan los profesionales de la Salud para protegerse. Una diferencia, sin embargo, es obvia: en la actualidad, al contrario de aquellos antepasados, la imagen del médico inspira confianza, tranquilidad y esperanza.

 

Bibliografía consultada:

—Matuschek C, Moll F, Fangerau H et al. The history and value of face masks. Eur J Med Res. 2020;25(1):23.

—Huremovi D. (2019). Brief History of Pandemics (Pandemics Throughout History). En Psychiatry of Pandemics (pp. 7-35). Springer, Cham.

 

Fuente: Suplemento En RED de Juventud Rebelde

 

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