Cuando el SARS-CoV-2 deja de «volar como una gallina», la luz ultravioleta lejana puede cortarle las alas

Boletín Científico del Cimeq. 2020 Jul 13; 1 (17): 5-7

Julio César Hernández PereraORCID iD icon1, Marcia Samada Suárez1, Dania Piñeiro PérezORCID iD icon1.

1Centro de Investigaciones Médico Qurirúrgicas, La Habana, Cuba.

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Se podría decir que, comparado con epidemias o pandemias pasadas, la humanidad parecía estar mucho mejor equipada o preparada para controlar la nueva epidemia. Ejemplos de esta preparación se palpan con la temprana secuenciación genética del virus que se hizo, además, pública, el rápido desarrollo de pruebas diagnósticas, la disponibilidad de contar con estadísticas en tiempo real —sobre todo, los relacionados con los aspectos de la transmisión del virus (disponibles en línea)—, la promulgación de procedimientos de respuesta de emergencia y el establecimiento de prohibiciones de viaje y de cierre que limitan el movimiento de personas dentro de las zonas administrativas.

Sin embargo, la comunidad científica puede llegar a percatarse que en otros aspectos relacionados con esta pandemia se cuenta con conocimientos «rudimentarios», como los relacionados con la transmisión del virus.

A principios del mes de julio del 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió acerca de la posibilidad de que el SARS-CoV-2 se transmita por vía aérea. El impreciso comunicado emitido por Benedetta Allegranzi, de la Unidad Global de Prevención de Infecciones de la OMS, se fundamentaba en «nuevas evidencias» catalogadas como provisionales (o no definitivas) acerca de esa potencial vía de transmisión, vista especialmente en determinadas condiciones como: lugares con mucha multitud de personas o poco ventiladas.

De esta manera Allegranzi respondía a una carta publicada el 6 de julio del 2020 en el diario The New York Times, rubricada por 239 científicos —muchos de ellos expertos que colaboran en este momento con la OMS e ingenieros—. Ellos le solicitaban al organismo internacional de salud con sede en Ginebra, tomarse más en serio la hipótesis sobre una transmisión aérea del SARS-CoV-2. Se requería, además, hacer un cambio en los estándares de distanciamiento físico frente a la COVID-19 por considerarlos como insuficientes.

A pesar de esto, la OMS sigue recomendando (por el momento) evitar reuniones en lugares cerrados o participar en actos con un gran número de gente, además del mantenimiento de adecuadas condiciones de ventilación, el distanciamiento físico y el uso de mascarillas o nasobucos. Se ha advertido, además, por la OMS que se continúan estudiando otras formas de transmisión como de animales a seres humanos y de madres a hijos, durante el embarazo.

El tema de la posible transmisión aérea adquiere mayor relevancia en los momentos actuales si se tiene en consideración que muchos países han establecido fases de «desescalado» donde se emprenden nuevamente actividades en locales cerrados, como centros de trabajo, restaurantes, discotecas, gimnasios y centros nocturnos.

Pero…, ¿qué es la transmisión aérea? ¿Qué lo diferencia de la transmisión por gotas o aerosoles? ¿Por qué es importante saber si es posible con el SARS-CoV-2?

La transmisión aérea es una vía de propagación de gérmenes establecida hace décadas y que partieron de estudios realizados a mediados del siglo XX, sin los recursos tecnológicos como lo que contamos en la contemporaneidad para detectar partículas microscópicas. Por eso, en los momentos actuales, el término de «transmisión aérea» pudiera resultar confuso para la población no médica, e incluso para algunos profesionales de la salud.

Volar como un águila

Para tratar esta cuestión se puede partir del ejemplo del sarampión. El virus que causa esta enfermedad es un ejemplo de transmisión aérea: Una persona entra en una habitación en la que estuvo hace horas un enfermo y es probable que se contagie.

Como se deducía, este escenario no se reporta de igual forma en la COVID-19 y los casos en los que se ha postulado un modo similar de transmisión, generalmente habían tenido lugar ante una exposición prolongada (en torno a una hora) al paciente enfermo, que permanece, además, presente. Por esta razón algunos expertos han llegado a señalar expresiones metafóricas como que «el sarampión vuela como un águila y la COVID-19 como una gallina».

En general, se considera que las infecciones respiratorias virales generalmente se propagan por contacto directo, como tocar a una persona infectada o las superficies y fómites, o en las que han caído gotas grandes que contienen virus expirados. En etas superficies contaminadas el virus puede permanecer estable durante días.

Las gotitas también se pueden depositar directamente sobre una persona cercana a otra enferma. Por lo tanto, el lavado frecuente de manos y mantenimiento de una distancia —de al menos un metro (longitud del brazo)— se consideran como una de las principales precauciones contra la infección, defendidas por la OMS.

Sin embargo, se apartaba la transmisión aérea, que no es más que el transporte de partículas virales en el aire. Inmediatamente después de que expiran las gotas, el contenido líquido comienza a evaporarse, y algunas gotas se vuelven tan pequeñas que el transporte por la corriente de aire las afecta más que la fuerza de gravedad. Estas diminutas gotas son libres de viajar en el aire y transportar el contenido viral a decenas de metros de donde se originaron.

Un elemento indocumentado hasta el presente está relacionado con la carga viral presente en esas minigotitas y cuántas partículas virales de SARS-CoV-2 hacen falta para transmitir la enfermedad.

Pero si la ventilación es deficiente, como en muchos lugares públicos habituales, la transmisión aérea del SARS-CoV-2 parece ser posible.

Por eso se hace hincapié en estos momentos en los lugares poco ventilados y con gran concentración de personas: El problema no es si la transmisión por el aire es una vía más o menos importante, la clave es dónde. En lugares bien ventilados, esto no es un problema en absoluto porque las gotitas cargadas de virus se eliminan rápida y eficientemente.

La luz ultravioleta lejana

En medio de este panorama de hipótesis y alertas pueden aparecer nuevas opciones para tratar de controlar la diseminación de la enfermedad. En este caso con el desarrollo de una tecnología que emite un tipo especial de luz ultravioleta.

A diferencia de la luz ultravioleta convencional (longitud de onda de 254 nm) que además de tener propiedades germicidas puede causar daños a la salud, por lo que solo se puede aplicar para desinfectar espacios como habitaciones de hospital o medios de transportes, siempre y cuando estos estén vacíos.

Por su parte, la luz ultravioleta lejana (longitud de onda de 222 nm) no puede penetrar más allá de la capa externa de la piel y el ojo, por lo que es incapaz de alcanzar y dañar las células vivas del cuerpo. Todo ello sin mermar su propiedad germicida.

En una reciente publicación presentada en la revista Scientific Reports, investigadores norteamericanos de la Universidad de Columbia, Estados Unidos, demostraron como la luz ultravioleta lejana, es segura si se usa en presencia de personas y elimina más del 99.9 % de los coronavirus en el aire.

En base a estos resultados expuestos, la desinfección continua del aire con luz ultravioleta lejana podría disminuir en gran medida el nivel de virus en el aire en ambientes interiores ocupados por personas

Con base en sus resultados, los investigadores estimaron que la exposición continua a la luz ultravioleta lejana en el límite regulatorio actual mataría al 90 % de los virus en el aire en aproximadamente 8 minutos, al 95 % en aproximadamente 11 minutos, al 99 % en aproximadamente 16 minutos y al 99,9 % en 25 minutos.

Por esta razón en el futuro puede ser considerado este método como un medio eficaz para eliminar el SARS-CoV-2 y otras infecciones en espacios cerrados y a la vez ocupados con personas, como salas de hospitales, ómnibus, aviones, trenes, estaciones de tren, escuelas, restaurantes, oficinas, teatros, gimnasios y en cualquier otro lugar de similares características. Así, y volviendo a la frase metafórica que se mencionó previamente se puede referir que cuando el SARS-CoV-2 deja de «volar como una gallina», la luz ultravioleta lejana puede aparecer para cortarle las alas.

 

Bibliografía

Morawska L, Cao J. Airborne transmission of SARS-CoV-2: The world should face the reality. Env Intern. 2020; 139: 105730. https://doi.org/10.1016/j.envint.2020.105730

Buonanno M, Welch D, Shuryak I, Brenner DJ. Far-UVC light (222 nm) efficiently and safely inactivates airborne human coronaviruses. Scient Reports. 2020; 10 (1) DOI: 10.1038/s41598-020-67211-2