El frío, el calor, la humedad, la sequía, las latitudes… y las medidas sanitarias contra la COVID-19

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Boletín Científico del Cimeq. 2020 Jun 8; 1 (12): 6-7

Dania Piñeiro PérezORCID iD icon, Marcia Samada Suárez, Julio César Hernández PereraORCID iD icon1.

1Centro de investigaciones Médico Quirúrgicas, La Habana, Cuba

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Al principio de la pandemia de la COVID-19 se realizaron algunos estudios y sus autores se arriesgaron a sacar conclusiones (precipitadas). De esta manera se pudieron leer o escuchar sentencias como estas:

  • «El calor podría cambiar significativamente la capacidad de transmisión de la COVID-19», 25 de febrero del 2020 (Wang M et al. Temperature significant change COVID-19 Transmission in 429 cities. medRxiv 2020).
  • «Las regiones sin transmisión continua de persona a persona (del SARS-CoV-2) muestran temperaturas significativamente más altas en comparación con China y los países con transmisión continua de persona a persona, con una diferencia de más de 11 grados centígrados» (Del Rio C et al. Will environmental changes in temperature affect the course of COVID-19? Braz J Infect Dis. 2020).
  • «Las condiciones atmosféricas frías y secas pueden facilitar la propagación del SARS-CoV-2». «Los climas más cálidos pueden retrasar la propagación de 2019-nCoV» (Brassey J et al. Do weather conditions influence the transmission of the coronavirus (SARS-CoV-2). Oxford COVID-19 Evidence Service Team Centre for Evidence-Based Medicine, Nuffield Department of Primary Care Health Sciences, University of Oxford).
  • «La humedad del aire pueden incidir en la propagación y transmisión de la enfermedad, principalmente en el sentido de que las altas temperaturas y la alta humedad reducen significativamente la transmisión y propagación del virus; por lo que la llegada de la temporada primaveral en el hemisferio Norte podría reducir efectivamente la transmisión de la COVID-19» (Primeros indicios de correlación entre variables meteorológicas y propagación de la enfermedad COVID-19 y del virus SARS-CoV-2 en España).

En estos estudios, más que conclusiones, estos planteamientos fueron realmente hipótesis. Estas se basaban, además, en cómo algunos virus respiratorios, como el de la gripe, pueden propagarse más durante los meses fríos por las siguientes razones:

Ambientales:

En el invierno, el aire exterior es más frío y también más seco. En los países con climas templados se ha demostrado que la humedad absoluta (la cantidad de vapor de agua en el aire) afecta mucho a la transmisión de la gripe. La baja humedad hace que las gotas —portadoras de virus— se asienten más lentamente porque se reducen a tamaños más pequeños, y luego la fricción las conserva por más espacio de tiempo en el aire. Por todo esto, las condiciones más secas favorecen la trasmisión, como ocurre en el invierno, que es un periodo en el que la humedad es más baja

Relacionadas con la actividad humana:

En invierno, los humanos pasan más tiempo en ambientes interiores con menos ventilación y menos espacio personal que en ambientes exteriores en verano. Ello facilita la trasmisión de enfermedades que se difunden por gotas, como la gripe. En particular, los centros educativos constituyen lugares de transmisión de enfermedades infecciosas.

Vinculadas al funcionamiento del sistema inmunitario del huésped:

Hay hipótesis que señalan cómo la condición del sistema inmunitario de una persona promedio sea sistemáticamente peor en invierno que en verano: por la producción de melatonina y los niveles de vitamina D.

Vinculadas con datos ecológicos particulares:

La diferente velocidad de propagación entre zonas geográficas con factores climáticos diferentes que muestran disminución en la intensidad de transmisión asociada a un aumento en la temperatura y la humedad relativa.

Últimas evidencias

Sin embargo, no necesariamente los fundamentos antes señalados se han de cumplir o extrapolar para los coronavirus. Ha avanzado el tiempo de la pandemia y poco a poco quedan atrás aquellos estudios epidemiológicos preliminares que poseían diferentes grados de calidad y reproducibilidad.

En su lugar han aparecido nuevas investigaciones y pruebas más consistentes y profundas que han examinado el impacto de la variablidad climática en la actual pandemia, junto a otras variables (ineludibles), como la contaminación del aire y factores extrínsecos en la transmisión del SARS-CoV-2 (conectividad desde regiones de alta incidencia, los patrones de relación social, la susceptibilidad de la población y los datos de vigilancia de la infección).

De esta manera se han develado en la actualidad lagunas del conocimiento relacionadas con la transmisibilidad, la gravedad y otras características de la COVID-19. En esta oportunidad se tomará como ejemplo de estudio uno publicado recientemente en la revista Canadian Medical Association Journal (CMAJ).

El estudio canadiense analizó 144 áreas geopolíticas (estados y provincias de Australia, Estados Unidos y Canadá, así como otros varios países del mundo) y poco más de 350 000 casos confirmados de la COVID-19.

Para estimar el crecimiento epidémico, los investigadores compararon el número de casos del 27 de marzo con los del 20 de marzo de 2020, y determinaron la influencia de la latitud, temperatura, humedad, cierre de escuelas, restricciones de reuniones masivas y distanciamiento social medidos durante el período de exposición del mes estudiado.

Se encontró poca o ninguna asociación entre la latitud o la temperatura con el crecimiento epidémico de la COVID-19. Hubo una asociación débil entre la humedad y la transmisión reducida.

La conclusión de que el clima más cálido no mostró ningún efecto en la progresión de la pandemia, sorprendió a los autores.

Los investigadores descubrieron, además, que las medidas de salud pública, incluidos el cierre de escuelas, el «distanciamiento social» (o distanciamiento físico) y las restricciones de grandes reuniones, han sido efectivas.

Estos resultados tienen una importancia que va mucho más allá del conocimiento alcanzado. En la actualidad muchas regiones y países del mundo están considerando moderar o eliminar algunas intervenciones sanitarias dictadas para frenar la progresión de la epidemia, y ya se tiene que cuenta que «el verano, el calor y la humedad ambiental» no va a hacer que la pandemia desaparezca.

Con estos elementos los espidemiólogos sugieren a los gobiernos y las autoridades de salud cómo las intervenciones sanitarias han sido lo único que en este momento puede frenar la pandemia y balancean cuidadosamente el impacto de estas medidas contra los posibles beneficios económicos y de salud mental con el progreso de la COVID-19.

 

Bibliografía

Jüni P, Rothenbühler M, Bobos P, Thorpe KE, da Costa BR, Fisman DN et al. Impact of climate and public health interventions on the COVID-19 pandemic: A prospective cohort study. CMAJ. 2020; DOI: 10.1503/cmaj.200920

Wang M, Jiang A, Gong L, Luo L, Guo W, Li C et al. Temperature significant change COVID-19 Transmission in 429 cities. medRxiv 2020.02.22.20025791; doi: https://doi.org/10.1101/2020.02.22.20025791

Del Rio C, Camacho-Ortiz A. Will environmental changes in temperature affect the course of COVID-19? Braz J Infect Dis. 2020. https://doi.org/10.1016/j.bjid.2020.04.007

Shaman J, Pitzer VE, Viboud C, Grenfell BT, Lipsitch M. Absolute Humidity and the Seasonal Onset of Influenza in the Continental United States. PLoS Biol. 2010; 8 (2): e1000316. doi:10.1371/journal.pbio.1000316

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