El término “hepatitis” hace alusión a la inflamación del hígado, la cual puede ser causada por diversos factores como el consumo de drogas y alcohol, enfermedades autoinmunes, así como agentes infecciosos como bacterias, parásitos y virus. Las hepatitis de origen viral se consideran un importante problema de salud pública a nivel mundial y se clasifican según el agente infeccioso que las provoca, siendo los virus de la hepatitis A, B, C, D y E los más conocidos. En el caso de la hepatitis A y E, se transmiten principalmente a través de la ingestión de agua o alimentos contaminados (vía fecal-oral), así como por práctica sexual oral, este último específicamente en el VHA; mientras que la hepatitis B, C y D se propagan mediante la exposición a sangre u otros fluidos corporales infectados. La infección por hepatitis D solo afecta a personas que previamente han sido infectadas con el virus de la hepatitis B. Además, se han descrito los virus de la hepatitis F y G, las que han sido poco estudiadas.
Antes de la década de 1960, ninguno de los tres virus principales de la hepatitis que se reconocen hoy habían sido identificado, lo que dificultaba determinar la causa de la inflamación hepática en los pacientes. La hepatitis A y E en casos excepcionales evoluciona a formas crónicas de la enfermedad. El virus conocido como VHA, descubierto en 1973 es la principal causa de hepatitis infecciosa a nivel global. Un elemento importante a tener en cuenta en la hepatitis A, es que el paciente infectado comienza a eliminar el virus antes de que los síntomas aparezcan. Por ejemplo, cocineros o elaboradores de alimentos con malos hábitos de higiene pueden transmitir el virus semanas antes de manifestar la enfermedad o sospechar que estén contagiados.
Por su parte, el virus de la Hepatitis E (VHE) también se transmite de forma similar al VHA, pero es considerada una zoonosis puesto que, además de los humanos, también afecta a algunos animales, incluidos los cerdos, por tanto la ingestión de estas carnes crudas o semicocidas puede ser otra de las vías de adquirir la enfermedad. Este tipo de virus tiene una amplia distribución mundial, afectando aproximadamente un tercio de la población. Se estima que cada año alrededor de 20 millones de personas se infectan con el virus de la hepatitis E, de las cuales más de 3 millones experimentan síntomas y se reportan al menos anualmente 600,000 muertes asociadas a él. El grupo de edad más afectado se sitúa entre los 15 y 40 años, y su distribución global está influenciada por diversos factores socioeconómicos y ecológicos.
Particularmente estos virus son frecuentes en los países en desarrollo donde la falta de agua y las malas condiciones de higiene favorecen su propagación, por ello es indispensable actuar sobre los determinantes sociales, con acciones sostenibles que modifiquen esos riesgos, y donde participen no solo el sector salud, si no todos los sectores, la sociedad civil y la comunidad. Es indudable que la vigilancia epidemiológica de las hepatitis A y E tanto en humanos y animales es de vital importancia para comprender mejor la situación y responder eficazmente.
En Cuba, este padecimiento no constituye un problema de salud, sin embargo, el Sistema Nacional de Salud mantiene una vigilancia estricta sobre la incidencia de la enfermedad. Esto ha permitido conocer que en cuatro provincias del país existe mayor riesgo de la enfermedad, ellas son La Habana, Villa Clara, Holguín y Sancti Spíritus, territorios donde las condiciones medioambientales propician su aparición y trasmisión, lo que hace necesario realizar acciones efectivas que para transformar estas condiciones y lograr mejor salud y bienestar.
En apoyo a esto, el trabajo con el enfoque de Una Salud fortalece la colaboración intersectorial en el abordaje de problemas de salud pública como este, de manera integral y sostenible, protegiendo así la salud de toda la población y promoviendo el bienestar global. La identificación y control de posibles reservorios de los virus de hepatitis A y E, puede ayudar a prevenir la transmisión a través del medio ambiente.
Fomentar la práctica de hábitos de higiene adecuadas tanto en humanos como en animales puede evitar la contaminación y transmisión de los virus, así como, el lavado de manos, tratamiento de aguas y manejo seguro de alimentos.
Además, un diagnóstico temprano brindará la mejor oportunidad para una intervención médica eficaz que permita la indicación de tratamiento y la adopción de medidas preventivas relacionadas con evitar la transmisión de la enfermedad y tomar precauciones para proteger el hígado de daños adicionales, específicamente evitando el consumo de determinados sustancias como medicamentos y bebidas alcohólicas dañinas para el hígado.
Dra. Ananay López Rojas