El 25 de abril se celebra, desde el año 2007, declarado por los Estados Miembros de la OMS, el Día Mundial del paludismo, con el objetivo de exponer la necesidad de invertir continuamente en la prevención y el control de esta patología, prevenible y curable. El tema para este 2022 es “Aprovechemos las innovaciones para reducir la carga del paludismo y salvar vidas”, muy a tono con la actualidad mundial donde constantemente surgen adelantos en materia de salud.
El paludismo o malaria es una enfermedad febril aguda causada por parásitos del género Plasmodium, que se transmiten mayoritariamente por la picadura de hembras infectadas del género de mosquito Anopheles. También es importante señalar que madres contagiadas pueden trasmitirlo antes o durante el parto a sus bebés.
Algunos grupos de población corren un riesgo considerablemente mayor que otros de contraerla y presentar un cuadro clínico grave: los lactantes, los menores de 5 años, las embarazadas y los pacientes con VIH/sida, así como aquellos con baja inmunidad que se desplazan a zonas de intensa transmisión palúdica, como pueden ser: trabajadores migrantes, viajeros y poblaciones itinerantes. Por otra parte cuando el parásito se introduce en una zona de escasa o nula inmunidad, o condiciones climáticas apropiadas puede provocar devastadoras epidemias.
Existen cinco especies de parásitos que lo causan, de ellas, las más peligrosas son dos: P. falciparum, (considerado además el parásito palúdico más mortífero y el más prevalente en el continente africano) y P. vivax, dominante en la mayoría de los países de fuera del África subsahariana.
Los primeros síntomas (fiebre, cefalea y escalofríos), que suelen aparecer a los 10-15 días de la infección, pueden ser leves y por ello, difíciles de reconocer. De no ser tratado, el paludismo por P. falciparum puede desembocar en un cuadro clínico grave y causar la muerte en 24 horas.
En el año 2020, casi la mitad de la población mundial estaba expuesta al riesgo de padecer este mal, según estimaciones causó la muerte de 627 000 personas, lo que supone un aumento de 69 000 con respecto al año anterior. Una parte de este aumento se explica por las interrupciones de los servicios derivadas de la pandemia de COVID-19. En la Región de África se concentró el 95% de los casos y el 96% de las defunciones.
El tratamiento temprano reduce la duración, previene las complicaciones y evita la mayoría de los decesos. La prevención se centra en la reducción de la transmisión mediante el control del mosquito vector, aspecto en el que hay dos intervenciones principales: la utilización de mosquiteros tratados con insecticidas de acción prolongada, método que posee una elevada costoeficacia, y la fumigación de interiores con insecticidas de acción residual. Sin embargo el progreso de la lucha global contra este mal peligra hoy por la aparición de mosquitos Anopheles resistentes a insecticidas, pues según informes mundiales exponen, hay 78 países con la presencia de mosquitos resistentes a por lo menos una de las cuatro clases de insecticidas de uso común en el período 2010-2020 y en 29 de esas naciones han comunicado resistencia a todas las clases principales de insecticida.
Estas intervenciones básicas pueden complementarse localmente con otros métodos de control de los vectores, tales como la reducción de las aguas estancadas donde se crían los mosquitos.
Otro pilar fundamental lo constituye el tratamiento quimioprofiláctico, uso de medicamentos para prevenir la infección palúdica y sus consecuencias. Estas estrategias, que son seguras y rentables, están destinadas a complementar las actividades permanentes de lucha contra el paludismo, como son en particular las medidas de control de vectores, el diagnóstico rápido en caso de presunta infección y el tratamiento oportuno de los pacientes confirmados.
Existe una vacuna antipalúdica recomendada por la OMS desde octubre de 2021, RTS, S/AS01, para los niños que viven en zonas con transmisión entre moderada e intensa de paludismo por P. falciparum, lo cual reduce significativamente la incidencia del padecimiento y su forma grave y mortal para los pequeños.
La meta que se propuso la Organización Mundial de la Salud es lograr el paludismo cero para 2033.
Cuba, con un sólido sistema de atención primaria de salud que garantiza la equidad a los servicios de prevención, diagnóstico y tratamiento oportuno, logró eliminar la transmisión de esta enfermedad gracias a grandes esfuerzos encaminados a conseguirlo. Desde el año 1973, se encuentra entre los países en los que la OMS ha certificado su eliminación.
Lo anterior deriva en las medidas permanentes para evitar su reaparición, unidas al Programa de Control Sanitario Internacional. El momento de pandemia de COVID-19 que vivimos acaparó la mayor parte de la atención médica, sin embargo en nuestra isla el ejército de batas blancas nunca despreocupó la vigilancia hacia esta y todas las demás patologías que puedan afectar nuestra salud.