El asombro los acompañó durante mucho tiempo. Primero, una tierra lejana, una cultura realmente sorprendente para quienes habitan al otro lado del mundo. “Un pueblo de pastores que viven en altísimas montañas”, como afirmó el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz el 17 de noviembre del 2005, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.
Los profesionales cubanos durmieron y trabajaron durante meses en casas de campaña y se sobrepusieron a las nevadas y bajas temperaturas, así como a las largas travesías por sitios recónditos y peligrosos. Pero quizás lo más desafiante fue lograr la confianza de los pobladores, personas humildes, que muchas jamás habían sido consultadas por un médico.
¡Y lo lograron con creces! Los repliegues de los hospitales de campaña no fueron simples despedidas. Cada regreso de los cubanos les arrancaba un pedacito de corazón a los nativos de aquellas zonas intrincadas. Nuestros colaboradores se ganaron con su labor y esfuerzo cotidianos el amor de los niños y del pueblo pakistaní.
Tal entrega solidaria se concretó gracias al empeño y al compromiso que hizo Fidel al presidente de esa nación centroasiática, a poco tiempo de haberse constituido el Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve, y luego de que el Gobierno de los Estados Unidos desechara la valiosa ayuda que Cuba hubiera podido brindar después del paso del huracán Katrina sobre Nueva Orleans.
Sin duda, Pakistán marcó un hito en la historia de la colaboración médica. No solo por la magnitud que alcanzó —más de 3 mil colaboradores trabajaron en 32 hospitales de campaña—, sino porque fue diseñada e instrumentada por el Líder Histórico de la Revolución cubana y dejó una huella imborrable en ese pueblo.
Las características de ese territorio, propenso a terremotos, hacían en extremo difíciles y peligrosas las condiciones de trabajo.