Por. Dr.C. Julio César Hernández Perera.
Muchos se atreven a aseverar que el cólico biliar, dolor abdominal causado por una inflamación de la vesícula biliar (órgano que almacena la bilis), es uno de los peores padecimientos que pueda soportar alguien. Su presencia suele hacer pensar en una afección tan grave que en ocasiones hace falta un tratamiento quirúrgico consistente en la extracción de la vesícula biliar, también conocido como colecistectomía.
La técnica puede llegar a ser referida como la segunda intervención quirúrgica más practicada en el mundo, casi siempre indicada para tratar cálculos (también conocidos como litiasis o piedras) que se desarrollan dentro de la vesícula biliar, cuando se acompañan de ciertas complicaciones.
Lo que en nuestros días puede resultar usual, hace siglos parecía impracticable: todo ello, a pesar de que la litiasis de la vesícula biliar y sus inconvenientes eran conocidos desde los tiempos de la Antigüedad.
Historias salvadas
Una de las primeras descripciones realizadas acerca de una muerte causada por litiasis biliar se la debemos al médico florentino del Renacimiento Antonio Benivieni (1443-1502). Calificado como «el fundador de la Anatomía Patológica moderna», hizo esta reseña en un hombre que agonizó con dolores abdominales.
Otra historia que se debe tener en cuenta tuvo lugar en 1678, cuando el físico, anatomista y médico inglés Francis Glisson (1597-1677) apuntó: «El único remedio para el cálculo biliar era la muerte», una declaración dogmática que persistió por muchos años.
Y aunque nos pareciera imposible de imaginar, existen ejemplos en la historia de la humanidad de personalidades que sucumbieron ante este mal. Uno de los más conocidos es el del general Francisco de Paula Santander, quien participó junto a Simón Bolívar en la liberación de la Gran Colombia y posteriormente, en 1832, fue elegido como primer presidente constitucional de Colombia.
Al final de su vida Santander padeció de dolores abdominales inaguantables, fiebres y coloración amarilla de la piel y las mucosas; todos esos síntomas lo llevaron a la postración. El 6 de mayo de 1840 moría por esta causa en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, y en la autopsia se declaraba el hallazgo de una vesícula biliar llena de cálculos.
Así pudo haber sido el final de otros muchos pacientes en el mundo hasta que en 1882 un médico hizo un aporte trascendental en la medicina, capaz de cambiar el mal pronóstico de esta enfermedad.
El Doctor Langenbuch
Los primeros enfoques quirúrgicos de la litiasis vesicular y sus complicaciones estuvieron enfocados en eliminar solamente los cálculos mediante la formación de fístulas que se abrían al exterior a través de la piel.
Así se actuaba hasta que el cirujano alemán Carl Johann August Langenbuch (1846-1901) razonó: «Ellos están ocupados con el producto de la enfermedad, no con la enfermedad misma». Profesaba que la vesícula biliar era como una «cantera» que creaba los cálculos; por eso, al extirparla, se eliminaría la causa de las piedras.
Pero antes de dar su principal paso en la cirugía, Langenbuch practicó experimentalmente colecistectomías en animales, y para su sorpresa los animales no morían. Posteriormente, en 1880, le realizó la autopsia a un paciente ahogado y encontró que la vesícula biliar estaba congénitamente ausente.
También, a partir de la Anatomía comparada, Langenbuch observaba cómo el elefante y el caballo no tienen vesícula biliar. Así se inclinó a pensar que los seres humanos también podrían sobrevivir sin esta.
Con un cementerio adyacente y con la alta mortalidad en el hospital por enfermedades infecciosas, el investigador tuvo muchas oportunidades para llevar a cabo innumerables disecciones cadavéricas. Cada día perfeccionaba su técnica para la resección de la vesícula biliar y así creaba el escenario propicio para la primera colecistectomía.
El 15 de julio de 1882 se efectuó la citada intervención quirúrgica en un hombre de 43 años llamado Wilhem Daniels. Este enfermo había acudido con cólicos biliares de 16 años de evolución, tenía fiebre y era adicto a la morfina.
La operación se llevó a cabo sin contratiempos ni incidentes. Practicó una amplia incisión abdominal en forma de T por debajo de las costillas derechas, y extirpó la vesícula biliar que se hallaba muy inflamada, de paredes gruesas y con dos cálculos.
Al día siguiente el paciente se encontraba sin dolor y sin fiebre. Después de 12 días se le permitió caminar, y dejó el hospital al mes y medio con ganancia de peso.
El estudioso presentó su trabajo en el Congreso Alemán de Cirujanos, en 1883. Nadie le hizo preguntas y sí tuvo fuertes críticas sobre la operación practicada: «La propuesta es intrínsecamente absurda, porque no puede haber ninguna razón para retirar la vesícula simplemente porque tiene algunas piedras», fue el señalamiento que había hecho uno de los médicos.
A pesar de la resistencia inicial, para 1890 (ocho años después de la primera experiencia) una veintena de cirujanos había realizado 47 operaciones con la técnica de Langenbuch. En 1897 el número de colecistectomías era cercano a cien, con una mortalidad muy baja.
De esta forma la técnica se fue expandiendo por el mundo y muchos cirujanos la incluyeron dentro de sus habilidades. Hoy, a pesar de que los avances tecnológicos y la robótica han propiciado el desarrollo de las llamadas cirugías de mínimo acceso que han abierto otro campo muy extenso dentro de este tipo de cirugía, se sigue elogiando por muchos la disposición de aquel médico alemán que un día decidió, por primera vez en el mundo, «quitar la cantera en vez de retirar las piedras».
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