Por: Dr.C. Julio César Hernández Perera.
En medio de la actual alerta sanitaria mundial relacionada con la infección respiratoria causada por un nuevo tipo de coronavirus, al que la Organización Mundial de la Salud (OMS) le ha dado el nombre de 2019-nCoV —aparecido en diciembre del 2019 en la ciudad china de Wuhan—, estos gérmenes están en la actualidad en la cúspide de la atención por parte de agencias sanitarias y noticiosas de casi todos los países. A ello se ha sumado, entre otras cosas, la llegada de las redes sociales con sus lados oscuros donde se han expuesto algunas noticias y memes mordaces, como parecer el virus con una (cerveza) Corona.
Aunque pudiéramos negar a todas luces esta torpe analogía muchos desconocen el verdadero origen del término: «Coronavirus».
Y podríamos preguntarnos: ¿Tendrá que ver con la insignia de alguna jerarquía o título nobiliario —como el de un rey—, con una institución monárquica, con la zona circular que llevan despojada de pelo los eclesiásticos en el punto más alto de la cabeza, o… con el forro con que se recubre una pieza dentaria en los arreglos odontológicos?
Se puede asegurar que ninguno de esos sentidos es el afortunado en ser el origen del vocablo dado a ese virus.
Tampoco puede ser considerado como un misterio inalcanzable de esclarecer, si somos capaces de escudriñar un poco en hechos de la historia de la Medicina.
Se puede decir que todo nació el 5 de junio de 1965 con un trabajo publicado en la revista British Medical Journal (BMJ) por Tyrrell y Bynoe, científicos de la Unidad de Investigación del Resfriado Común de Salisbury, Inglaterra. Ellos presentaron en aquel artículo médico el descubrimiento de un nuevo virus aislado en las vías respiratorias de un niño con síntomas de resfriado común. Este germen no estaba relacionado con ningún virus humano conocido hasta ese entonces y tenía la distinción de ser sensible al éter.
Tres años más tarde el virus fue bautizado en latín —y así aparece documentado en idioma inglés— por los virólogos británicos Tyrrell, Almeida y Berry. El nombre elegido fue «coronavirus» y hacía mención a las sugestivas protuberancias, vistas a través de la microscopía electrónica, mostradas en la superficie del microrganismo: La imagen obtenida recordaba el aspecto de una «corona solar»; halo que se ve rodeando al Sol en los eclipses del Astro rey.
Después de aquellos descubrimientos relacionados con aquel virus en un humano, se revelaron posteriormente otros tipos de coronavirus capaces de provocar infecciones respiratorias altas y gastroeintestinales, tanto en el hombre, como en otros mamíferos y aves.
Antes de culminar, y después conocer esta memoria curiosa y avizorar el gran número de infecciones y muertes que está causando en el mundo el 2019-nCoV, me podría tomar la facultad de anotarle otra comparación relacionada con su nombre: El de una «Corona fúnebre». Una razón más para continuar con los esfuerzos de prevención, de estudio y hasta solidaridad y apoyo hacia aquellos pacientes que padecen de este mal.
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