Red Semlac.- Si bien la Enfermedad Renal Crónica (ERC) es más severa en los hombres, tiene una mayor prevalencia en las mujeres en las etapas previas a la diálisis, y requiere seguimiento sistemático por sus implicaciones para la salud física, sexual y emocional, explicaron en La Habana expertos de la Sociedad Cubana de Nefrología.
Es necesario prestar mayor atención a los trastornos sexuales que sufren las mujeres aquejadas de este padecimiento, coincidieron especialistas participantes en la sesión científica, celebrada el pasado viernes por el capítulo de Salud de las Mujeres de la Sociedad cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad (Socumes), apoyada por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
“Hay suficientes evidencias científicas de que las alteraciones en la salud sexual afectan la calidad de vida de las personas. En ese sentido, la ERC es un proceso incurable de gran carga económico-social, que afecta la conducta sexual del individuo”, señaló la doctora Sayli Álvarez Díaz, nefróloga del Centro de investigaciones Médico Quirúrgicas, CIMEQ.
Para la especialista, “la escala del último lugar en que se coloca la mujer, siempre pendiente de otros, posponiendo sus propios cuidados de salud, junto a las enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes y la hipertensión, el ritmo acelerado de vida, el poco tiempo dedicado al ejercicio, el descuido en la dieta, entre otros elementos, las conducen muchas veces a un diagnóstico tardío de la enfermedad”.
Ello no está desligado de los patrones machistas y patriarcales que imperan en la sociedad y de las exigencias socioculturales que de ellos se derivan para la mujer, dijo la experta.
Para la psiquiatra e investigadora Ada Alfonso, estas son otras de las determinantes sociales de la salud.
“Está claro, además, que hay un número de mujeres que va a estar afectada tanto por la ERC como la ERC de sus familiares y parejas, en un contexto donde el rostro y la responsabilidad del cuidado recae aun sobre las mujeres”, agregó Alfonso.
El 50 por ciento de la población mundial son mujeres, contando a las niñas, y de ellas el 10 por ciento de las adultas padecen ERC, que se sitúa entre las primeras 20 causas de mortalidad en este grupo.
Se trata, puntualizó Álvarez Díaz, de un padecimiento que les cambia la vida completamente y que, en consecuencia, necesita atención desde una visión integral que incluya además un equipo multidisciplinario, para acompañarlas y dirigirlas en esta enfermedad. En este contexto, la sexualidad ocupa un lugar importante.
De acuerdo con el profesor Jorge Francisco Pérez Oliva, presidente de la Sociedad Cubana de Nefrología, en la ERC lo que vemos hoy es la punta del iceberg, es decir la diálisis, pero que tiene debajo la ERC silente.
Esto ocurre en un escenario donde las enfermedades crónicas no transmisibles muestran una tendencia a seguir aumentando de modo brutal, y donde la ERC es la causa de mayores costos hospitalarios en todos los países y sistemas de salud, explicó.
En Cuba, el 5,4 por ciento de la población se encuentra en una etapa donde ya la función renal cayó por debajo de un límite de 59 mililitros por minuto de filtrado glomerular, lo cual indica fallo renal, detalló Pérez Oliva.
La prevalencia de ERC es de ocho por ciento para las mujeres y 2,4 para los hombres. Más del 70 por ciento de los pacientes en Cuba llegan sin estar identificados por el sistema de salud, es decir, en estadios avanzados de la enfermedad, a pesar de que se cuenta con las herramientas diagnósticas, precisó el experto.
Es una tarea pendiente identificar si estas diferencias por sexo, son diferencias de género, y cómo esa construcción de género es capaz de impactar o no en la prevalencia de la enfermedad, subrayó Alfonso.
Aunque existen muchos estudios sobre la disfunción sexual en hombres con ERC, no ocurre del mismo modo en mujeres, si bien algunas investigaciones realizadas al respecto han dado cuenta de la problemática.
Sin embargo, Álvarez Díaz insistió en que no se trata solo de trastornos psicológicos, sino que con la ERC están presentes alteraciones orgánicas que afectan la salud sexual de estas mujeres.
Cuando estas están siendo sometidas a un tratamiento conservador, por ejemplo, pueden padecer alteraciones del ciclo menstrual y la disminución de la libido y el orgasmo; fatiga, taquicardia, vaginitis, infertilidad, insomnio.
Asimismo, aparecen otras alteraciones ante tratamientos como la diálisis, entre las que se encuentran el aliento urémico, el cansancio, los cambios de coloración de la piel, prurito, disnea, problemas estéticos con la fístula o el catéter en diálisis, vaginitis atrófica, etcétera.
“Incluso aquellas que han realizado el sueño de poder tener un trasplante renal, se enfrentan al estrés, el aumento de peso, acné, crecimiento del pelo no deseado, sentimientos de inferioridad debido a las cicatrices quirúrgicas, miedo a dañar el riñón durante el contacto sexual, obesidad, vaginitis, infecciones urinarias recurrentes entre otras alteraciones, que traen consigo además cabios emocionales”, dijo la especialista.
“Dichas alteraciones del estado de ánimo, como la depresión, la ansiedad, la preocupación, la incertidumbre o la pérdida de control unido a los problemas sociales como las dificultades en la convivencia, la tendencia al aislamiento, a no autocuidarse, los trastornos del sueño o el inadecuado control en la ingesta líquida, son motivos de peso para insistir en la necesidad de preparar a las mujeres para enfrentar la enfermedad y aprender a vivir con ella”.
La doctora Álvarez Díaz llamó la atención sobre el hecho de que también ocurren alteraciones sexuales en edades extremas de la vida cuando se padece ERC. En la niñez, señaló, estas van desde el retraso pondo-estatural, la aparición tardía de los caracteres sexuales secundarios, baja autoestima, timidez, miedo a engordar, a la cicatriz del trasplante, hasta el miedo a enfrentar la enfermedad, la sexualidad y la vida.
En la tercera edad, en tanto, es frecuente la depresión. “El envejecimiento en sí no frena la actividad sexual, son los problemas de salud los principales inconvenientes”.
Por otra parte, en las mujeres que arriban a la menopausia empeora también la disfunción sexual de la paciente con ERC. En esta edad, la mujer no le da la importancia al trastorno sexual durante su enfermedad, dijo.
De acuerdo con la investigadora, ante la disfunción sexual en las mujeres con ERC es imprescindible que los profesionales de la salud que atienden a estas pacientes hagan una historia médica, psicológica y sexual tanto de ella como de su pareja.
Hay que preocuparse por el bienestar de la mujer y eso va más allá de la dosis de diálisis”, insistió Álvarez Díaz.
Es importante que sean valoradas por un equipo de psicología que considere los trastornos emocionales y tome las conductas pertinentes. Del mismo modo, urge mejorar cualquier efecto secundario corregible de la insuficiencia renal o del tratamiento, que puedan estar involucrados en la disfunción sexual.
Asimismo, la experta hizo énfasis en la necesidad de que las personas con ERC sean apoyadas por la familia y mantengan una comunicación activa con esta, así como con el centro de trabajo y la comunidad: “Aún persisten prejuicios que obstaculizan su reinserción en la vida laboral y social”, reconoció.
En estos casos, es recomendable el ejercicio físico regular y mantener la mente ocupada, ya que pueden mejorar la condición física y la imagen corporal, el uso de terapia hormonal y lubricantes vaginales.
“Una vida y sexualidad activa relativiza esta enfermedad que es tan crónica y debilitante para la mujer”, apuntó Álvarez Díaz.
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