Julio César Hernández Perera1, Dania Piñeiro Pérez1.
1Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas, La Habana, Cuba
Boletín Científico del Cimeq. 2020; 1 (13): 2-3
El 29 de mayo del 2020, en la habitual presentación sobre el estado de la situación epidemiológica de la COVID-19 en Cuba, realizada por el director de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública (Minsap), Dr. Francisco Durán, se respondía una pregunta a la prensa relacionada con la utilidad de la vitamina D y la infección por el SARS-Cov-2. En aquella oportunidad el directivo recomendó elevar los niveles de vitamina D ante la propagación del actual coronavirus: La pregunta realizada al profesor Durán se suscitaba tras aparecer en muchos medios de comunicación del mundo informes donde señalaban el posible papel de la vitamina D en la reducción de la gravedad de la infección por el SARS-CoV-2.
¿Cómo se llega a advertir esta asociación? ¿Cuáles son los antecedentes de esta problemática? ¿Cuáles son las evidencias actuales? ¿Qué se recomienda en la contemporaneidad de esta pandemia? Son algunas de las preguntas que nos podemos hacer en este sentido.
Antecedentes de importancia
La vitamina D es un micronutriente relacionado habitualmente con la salud musculoesquelética, fundamentalmente en la prevención y tratamiento de la osteoporosis. No obstante, recientes estudios han demostrado su papel en la inmunidad, básicamente en la modulación de la respuesta inflamatoria ante una infección viral.
A nivel celular la vitamina D modifica tanto el sistema inmune innato como adaptativo a través de la modulación de señales de regulación celular y de las citocinas.
Los receptores para la vitamina D pueden hallarse tanto en los linfocitos B y T. La activación de estos receptores tienen una capacidad de modificar la proliferación e inhibición en estas células.
E n modelos animales se ha demostrado que la vitamina D se ha asociado con menores concentraciones de la citocina proinflamatoria IL-6 (interleucina 6): Una citocina que juega un papel importante en el desarrollo del síndrome de dificultad respiratoria aguda que se ha visto con relativa frecuencia en pacientes con la COVID-19.
Este papel regulador de la vitamina D sobre el sistema immune ha sido reportado durante la pandemia de influenza acontecida en 1919 y en otras infecciones causadas por coronavirus.
Evidencias actuales
Recientes datos observacionales han comparado los resultados de varios países y han sugerido vínculos inversos entre los niveles de vitamina D y la gravedad de las respuestas de la COVID-19, así como la mortalidad.
Un reciente estudio dirigido por investigadores de la Universidad Northwestern, Estados Unidos, utilizó datos aportados por hospitales y clínicas de China, Francia, Alemania, Italia, Irán, Corea del Sur, España, Suiza, el Reino Unido y los Estados Unidos. Se pudo observar como en los países con altas tasas de letalidad asociada a la COVID-19 —como Italia, España y Reino Unido— sus pacientes tenían niveles bajos de vitamina D, comparados con los de otras naciones que tuvieron menores tasas de letalidad causados por el SARS-CoV-2.
La investigación, disponible en medRxiv, examinó retrospectivamente los niveles de vitamina D después de notar diferencias inexplicables en las tasas de mortalidad causados por la COVID-19 entre diferentes naciones. Se tuvieron en cuenta variables como la calidad de la atención médica, las distribuciones de edad poblacional, las tasas de pruebas realizadas y las cepas de coronavirus: Ninguna de estas perece haber jugado un papel trascendental en las variaciones mostradas en la letalidad.
En cambio, se vio una correlación entre la deficiencia de la vitamina D y la elevada letalidad causada por la COVID-19. De hecho, se pudo advertir una asociación entre os bajos niveles de esta vitamina con el riesgo de desarrollo de la tormenta de citocinas, condición que se asocia con una alta mortalidad. Específicamente, el riesgo de casos graves de COVID-19 entre pacientes con deficiencia grave de vitamina D fue de 17,3 %, mientras que la cifra equivalente para pacientes con niveles normales de vitamina D fue de 14,6 %.
Aunque estos resultados no significan que todos los enfermos, especialmente aquellos sin una deficiencia conocida, precisen consumir suplementos nutricionales, son estudios que requieren ser validados con otras investigaciones.
Dudas que se levantan
Curiosamente un primer punto de discusión está fijado con algunos factores asociados al déficit de vitamina D (definida como una 25-hidroxivitamina D <30 nmol/L) que coincidentemente son, además, factores de riesgo para el desarrollo de una evolución desfavorable a la COVID-19. Hablamos por ejemplo, de la edad avanzada, la obesidad y algunas comorbilidad prexistentes en los pacientes con la infección por el SAR-Cov-2.
Un segundo punto de discusión se centra en la exposición al Sol como fuente de vitamina D. Paradójicamente en las últimas décadas se ha recomendado en muchas partes del mundo y por diferentes sociedades médicas evitar las exposiciones (excesivas) al sol por ser causa fotodaño de la piel y, sobre todo, de la aparición de melanoma. Es una conducta que ha llevado a que cada día se vea más generalizada la disminución de los niveles de vitamina D.
Esta deficiencia vitamínica, como hemos visto, aumenta el riesgo de varias enfermedades y en ello intervienen las medidas empleadas como el uso de protectores solares.
Este argumento señalado previamente se debe tener en cuenta cuando analizamos otro estudio reciente presentado en la revista Irish Medical Journal. En esta publicación la Dra. Kenny y sus colaboradores señalan cómo en algunas regiones de Europa —se relaciona a España y el norte de Italia—, a pesar de ser zonas soleadas en determinadas épocas del año, mostraron altas tasas de deficiencia de vitamina D y experimentaron, además, una de las tasas más altas de infección y mortalidad por la COVID-19 en el mundo.
Un elemento distintivo es que en estos países no se fortifican los alimentos ni se recomienda la suplementación con vitamina D.
Por el contrario, en regiones del norte de Noruega, Finlandia y Suecia se mostraron niveles más altos de vitamina D a pesar de una menor exposición a la luz solar. Pero en estos lugares es una práctica habitual la suplementación con vitaminas y la fortificación formal de los alimentos. Coincidentemente estos países nórdicos también tuvieron niveles más bajos de infección y mortalidad causada por la COVID-19.
En general, la correlación entre los bajos niveles de vitamina D y la mortalidad por COVID-19 fue estadísticamente significativa (p = 0,046), informaron los investigadores.
Ahora se se levanta como una de las problemáticas más debatidas la recomendación o no de «optimizar el estado de la vitamina D en la población» durante la presente pandemia.
Por otro lado se ha señalado que alcanzar niveles muy altos de vitamina D no confiere mayores beneficios que si una persona muestra niveles normales. Por lo tanto, se puede recomendar la exposición al sol durante breve tiempo en horas de la mañana y una dieta balanceada con el aporte de verduras, frutos frescos y pescado.
A estas conductas higienicodietéticas —por el momento y hasta que aparezcan nuevas evidencias— se pueden tomar en cuenta otras recomendaciones suplementarias, como las dadas por los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos que aconsejan una ingesta diaria de vitamina D de 400 a 800 UI (los mayores de 70 años suelen requerir una dosis más alta). Son dosis suficientes para mantener la salud ósea, el metabolismo normal del calcio y… servirá, además, para brindar la protección necesaria ecausada a evitar mayores muertes asociadas a la COVID-19.
Bibliografía
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