Boletín Científico del Cimeq. 2020 Jun 15; 1 (13): 1-2
Carlos Gutiérrez Gutiérrez1, Beatriz Torres Rodríguez1.
1Centro de Investigaciones Médico Qurirúrgicas, La Habana, Cuba.
Hay un término que está de moda a nivel internacional que es la «nueva normalidad», es decir, cómo seremos durante la fase de la recuperación y después de ella. La llamada «desescalada» dependerá de las estrategias que se asuman en cada país.
La COVID-19 posiblemente permanezca endémica durante un tiempo indeterminado, se espera tener disponible una vacuna y un cambio en la protección inmunológica, pero todo continúa en suspenso, la incertidumbre acompaña a todos los países del mundo.
La pandemia ha generado nuevas experiencias de vida, aprendizajes en el día a día que nos han obligado a crear nuevas rutinas, a cambiar los estilos de vida y a modificar nuestras relaciones interpersonales. Esto ha impactado en todos los ámbitos que nos desarrollamos: personal, familiar, laboral y social, entre otros.
Ahora, nos enfrentamos a un nuevo momento. Este consiste en regresar poco a poco a una normalidad que ya no será ni puede ser la misma a la que estábamos acostumbrados, debemos incorporar nuevas rutinas para nuestro desempeño y en la relación con nuestros familiares, amigos y en nuestro entorno laboral: El peligro de la enfermedad aún acecha y debemos continuar cumpliendo determinadas normas higiénicas y cierto distanciamiento físico para poder prevenir el contagio.
El confinamiento ha podido provocar malestar emocional en muchas personas y para salir de él, también es necesario tener en cuenta este nuevo proceso, lo que puede generar inestabilidad. Tras estos días de estar en casa y convertirla en nuestro refugio, el hecho de salir al exterior, incorporarnos a una dinámica que solía ser normal en el pasado, genera nuevas amenazas. La organización de la desescalada es poco probable que asegure totalmente esta nueva adaptación.
Muchas personas pueden permanecer con las dudas de qué pueden hacer o no sin someterse a riesgo, cómo comportarse y relacionarse con los demás, qué será de su futuro profesional, el encuentro con familiares y amigos, y hasta donde nuestras expresiones afectivas podemos desencadenarlas. Ello implica salir nuevamente de una zona de confort que organizamos durante la cuarentena y aunque ansiábamos el regreso a nuestras rutinas antiguas, el romperlas nos puede generar un estrés emocional.
El pensar sobre la utilización de un transporte público, compartir en un espacio social, retomar las actividades profesionales y laborales tras esta pausa forzosa en nuestras vidas, puede provocar desajustes que van desde repuestas psicofisiológicas (taquicardia, insomnio, tensión muscular, entre otras) hasta ansiedad, miedos e irritabilidad.
Un pensamiento que pudiera ser lógico, es que las personas de mayor riesgo tendrían que limitarse o tener muchos más cuidados que los jóvenes y los que no tienen factores predisponentes. Esta idea resulta errónea, primeramente, nadie está exento a padecer esta terrible enfermedad y la experiencia lo ha demostrado. En segundo lugar, la exposición al virus causaría la persistencia de la enfermedad como epidemia y de todas formas se contagiarían las personas de mayor riesgo de mortalidad.
Tampoco puede olvidarse que un grupo aún indeterminado de pacientes, aunque no mueran, pudieran presentar secuelas como la insuficiencia respiratoria.
Por todo lo anterior debemos prepararnos para asumir esta «nueva normalidad». Hay que tener en cuenta las experiencias de vida que hemos desarrollado, los nuevos aprendizajes y las nuevas vivencias placenteras desde la cotidianeidad. Esta pausa o intervalo forzoso también puede servirnos para percatarnos de que hay muchos elementos en nuestras vidas que habíamos dejado de disfrutar.
Es recomendable:
- Admitir la nueva realidad, aceptando que no la podemos cambiar, por mucho que lo deseemos.
- Pensar en las nuevas rutinas que debemos organizar.
- Planificar nuevas metas y proyectos, tomando la experiencia de lo que hemos vivido.
- Potenciar nuestras relaciones sociales, que no tienen que ser necesariamente cercanas desde el punto de vista físico, la cercanía es emocional.
- Reflexionar y crecer como personas.
Martí dijo: «toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz» y pudiéramos decir que un acúmulo del virus con el volumen de un grano de maíz, pudiera acabar con el mundo. Entonces seamos más humanos, solidarios y desinteresados. Ni las riquezas ni las armas han resultado eficaces para combatir la COVID-19.
El mundo al que volveremos tras el aislamiento, es el que comenzará entonces y no el que habitábamos hasta inicios del año 2020.
Entonces, ¿Seremos iguales a partir de esta experiencia?
Tuvimos que hacer un alto obligado en nuestras vidas, desaceleramos todos nuestros procesos, ahora tenemos que volver a poner en marcha el vehículo, cuidado con los acelerones, saquemos aprendizajes de estos tiempos sin prisas
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