Boletín Científico del Cimeq. 2020 May 25; 1 (11): 3-4
Anselmo Antonio Abdo Cuza1.
1Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas, La Habana, Cuba
Las unidades de cuidados intensivos surgen para la vigilancia y tratamiento de pacientes con elevada probabilidad de muerte, pero con razonable probabilidad de recuperación. Son áreas de trabajo que cuentan con personal de alta calificación, gran concentración de equipos y tecnología de avanzada para lograr sus objetivos.
Existe el consenso de que los pacientes estables (referido a funciones vitales) no se benefician de sus servicios ni tampoco los pacientes con deterioro avanzado de funciones orgánicas en los que la muerte es inminente. En ocasiones decidir sobre un paciente del último grupo se hace complejo. Ante la duda se recomienda ingresar al paciente y en 48 a 72 horas intentar definir la posibilidad real de recuperación.
El avance tecnológico en la especialidad nos brinda la posibilidad de sustitución transitoria de funciones vitales a través de soportes extracorpóreos. Pero requiere de discusiones colectivas objetivas que permitan definir los beneficios de mantener la vida con calidad sin prolongar la agonía al paciente y familiares, término definido como distanasia (sinonimia: mal morir, encarnizamiento terapéutico).
Establecer un pronóstico con objetividad y en discusión colectiva, garantiza adecuar el esfuerzo terapéutico. Conductas como aliviar, consolar, hidratar, entre otras, siempre estarán presentes en respeto a la dignidad humana. En contraste, por ejemplo, realizar maniobras de reanimación cardiopulmonar cerebral a un paciente sin probabilidad de recuperación es una conducta en contra de la dignidad humana.
Ni la edad ni el diagnóstico de enfermedad neoplásica como criterios aislados, son predictores absolutos de no recuperación. Datos del Proyecto Multicéntrico Nacional Disminución de la Infección Nosocomial en Unidades de Cuidados Intensivos (DINUCI) muestran que, en nuestras unidades de cuidados intensivos de adultos, el 43,5 % de los pacientes ingresados son adultos mayores y más del 10 % tienen diagnóstico de enfermedad neoplásica. De ellos, el 80 % egresan vivos, con tasa estandarizada de mortalidad en correspondencia al riesgo de muerte al ingreso.
Lograr los beneficios de la Medicina intensiva e impedir la distanasia no es tarea fácil en algunos pacientes. Países desarrollados han logrado implementar la adecuación del esfuerzo terapéutico amparados en bases legales, pero sobre todo con educación tanto del personal sanitario como de la población.
La actual pandemia por el SARS-CoV-2, situación sanitaria compleja y mediática, donde los pacientes ingresados en cuidados intensivos, las actuaciones sobre ellos y las situaciones al final de la vida son seguidos en tiempo real, puede ser momento y espacio para educar sobre el tema.
Con todo respeto, es mi opinión, que de igual forma en que la población es instruida sobre novedosos proyectos de fármacos en investigación y sus efectos sobre inmunidad y citocinas, debe también conocer las bondades terapeúticas reales de la Medicina intensiva y el límite de actuación que evite cruzar hacia la distanasia. Utilicemos el momento.
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