Boletín Científico del Cimeq. 2020 May 18; 1 (9): 1-2
Carlos Gutiérrez Gutiérrez1, Beatriz Torres Rodríguez1.
1Centro de Investigaciones Médico Qurirúrgicas, La Habana, Cuba.
El cometa Halley tiene una órbita alrededor del sol cada 75 años, como promedio. Se observó por última vez en 1986 en las cercanías de la órbita de la Tierra y se calcula que su siguiente perihelio será en el año 2061.
Por lo tanto, el mundo prácticamente se olvida de este cometa hasta las cercanías de su aproximación. Igual sucede con el continente africano.
Desde el punto de vista de la salud, el mundo se ha «acordado» de este continente en los últimos decenios cuando se desarrollaba la epidemia de SIDA. A ciencia cierta nadie puede afirmar cuántas personas han muerto o están enfermas, pero eso ya perdió la notoriedad.
Igualmente resurgió durante varios periodos la epidemia de Ébola. Ya entonces la preocupación creció, porque podía ser incluso más peligroso a corto plazo que el VIH para todos los países, incluyendo los más desarrollados.
Vuelven a tornarse las miradas hacia África. Se controló el Ébola y el mundo se centró en sus «otros» numerosos problemas, cerrándose el armario titulado como este continente.
Ahora aparece la COVID-19. Impactan las imágenes de las personas agrupadas en las aldeas, ni con incluso el mínimo de posibilidades para sobrevivir y el mundo vuelve a preocuparse por este continente, pero principalmente por el riesgo de propagación que conlleva.
Pero entre epidemia y epidemia, se nos olvida que la tuberculosis, la hepatitis B, el SIDA y la malaria, enfermedades muy frecuentes en este continente, provocan alrededor de 10 000 muertes diariamente. Eso sin mencionar la desnutrición y la falta de atención médica entre muchas otras causas.
Intentan atribuirles la culpa a los africanos, a su genética, a su «ignorancia» y a sus costumbres y olvidan las verdaderas causas. Las mismas potencias que los colonizaron y los explotaron, continúan en muchos casos haciéndolo, junto a otras que se suman tras sus riquezas.
En un artículo reciente de autores de diferentes hospitales estadounidenses, sobre la necesidad de optimizar la atención nefrológica a los llamados «afronorteamericanos», ante las diferencias a favor de los de origen caucásicos, se señalan algunas causas, como las inequidades en el acceso a los niveles superiores de educación, en recibir los beneficios de la sociedad, poca conciencia sobre los determinantes sociales de la salud, acceso desigual a los servicios de salud y poco conocimiento de su predisposición genética para padecer una enfermedad renal crónica.
Se señala que una variación genética de la apoliproteína-1 confiere inmunidad innata contra la tripanosomiasis, enfermedad frecuente en África, pero a su vez predispone a las enfermedades renales, dentro de ellas la glomeruloesclerosis segmentaria y focal y las nefropatías hipertensivas, por SIDA y por anemia de células falciformes. A nuestro modo de ver no se profundiza en lo más importante, las causas de las causas, y nos preguntamos…
¿Qué nuevos problemas continuarán aflorando en este continente y en el mundo, explicados por la epigenética?
Nadie ha sufrido más explotación, discriminación y pobreza que las personas de piel negra. Sin demeritar el Proyecto Genoma Humano, colosal obra científica que debe pertenecer al patrimonio de toda la humanidad, difícilmente podemos esperar que en las cadenas de ADN se encuentre explicación a las consecuencias de las cadenas de acero y de la discriminación que han sufrido no solo las personas de piel negra durante siglos. Baste recordar la inhumana trata negrera y en la actualidad la inequidad y las «diferencias raciales» que aún subsisten en muchos países.
Cuba puede sentirse orgullosa, nunca ha olvidado a este continente y le ha hecho honor a la raíz africana que tenemos. Prácticamente terminaba de triunfar la Revolución Cubana y ya partía la primera brigada médica internacionalista hacia Argelia. Esta ayuda se ha mantenido pese a nuestras dificultades económicas, con presencia en numerosos países y con la participación de centenares de miles de cubanos, destacándose la participación en la primera trinchera contra la epidemia del Ébola, ahora sin lugar a dudas estamos y estaremos a su lado en el combate contra la COVID-19.
Sin dudas la epidemia finalizará y debe dejar una lección ética para todos para que perdure la especie humana. Un mundo mejor es posible e imprescindible.
Los poetas tienen la facultad de decir mucho, con pocas y bellas palabras. Digámosle a la humanidad la frase de Silvio Rodríguez, a nuestro entender, uno de los mejores poetas cubanos de todos los tiempos: «Seamos un tilín mejores y mucho menos egoístas»