Desde el año 1954 el filántropo y escritor francés, Raoul Follereau, solemniza el último domingo del mes de enero como una forma de crear conciencia global y llamar la atención sobre el hecho de que la Lepra se puede prevenir, tratar y curar. Acción que llevó a celebrar en esta fecha el Día mundial de lucha contra la Lepra.
Este padecimiento es causado por el Mycobacterium leprae (M. leprae), transmitido por gotitas de la nariz y la boca durante el contacto prolongado y cercano con pacientes contagiados no tratados. Afecta la piel y los nervios periféricos, y si no se asiste, puede progresar a daños permanentes.
La Organización Mundial de la Salud ha propuesto el lema “Unidos por la Dignidad”, con el que pretende hacer un llamado para defender la dignidad de las personas que la sufren, compartir sus historias de empoderamiento y abogar por el bienestar mental y el derecho a una vida digna lejos de cualquier señalamiento.
Hablando de estadísticas se debe decir que en 2019 se detectaron poco más de 200 000 casos en todo el orbe, con el mayor porciento (79%) concentrado en solo tres naciones: India, Brasil e Indonesia; en 82 países notificaron nuevos enfermos con discapacidad grado 2 y alrededor del 5% de ellos ya tenían deformidades visibles en el momento del diagnóstico, lo que equivale a 1,4 por millón de habitantes, estos datos demuestran una reducción del 40% con relación a la cifra de 2014. Con respecto a los infantes, la tasa de nuevos enfermos fue de 7,9 por millón, lo que representa una mejora significativa si se compara con la de 2014 que fue de 10,1. Prácticamente todos los casos nuevos ahora se pueden curar en un plazo de seis a doce meses.
En Cuba, desde el 1993, este dejó de ser un problema de salud pública. Cada año como promedio son diagnosticadas alrededor de 180 personas, con la particularidad, de que en los últimos 24 meses de la pandemia de COVID-19, la detección ha disminuido, este ha sido un comportamiento similar al del resto del mundo. Al cierre del 2021 el país solo notificaba 81 casos nuevos, situación comprensible, pero extremadamente peligrosa teniendo en cuenta que la pesquisa activa en busca de “sospechosos” está comprometida; más del 97% de estos diagnósticos ocurre en personas que acudieron espontáneamente al sistema de salud, asociados algunos a diagnosis tardías y discapacidad grado 2 visible, con predominio de la formas clínicas multibacilares, reconocidas como las más graves.
Con la introducción exitosa de la poliquimioterapia (PQT), cada vez se reporta una reducción en la detección de nuevos casos. En los últimos años, una sola dosis de rifampicina como quimioterapia preventiva ha demostrado ser eficaz para reducir el riesgo en los contactos de quienes tienen esta dolencia. Aunque esta acción constituye un logro, debemos tener en cuenta que los retrasos en la detección y el tratamiento pueden provocar daños físicos irreversibles por lo que es esencial poner en práctica todas las medidas para evitar su trasmisión y la discapacidad que provoca.
Sin embargo el desafío mayor radica en la discriminación que la acompaña, el estigma relacionado con el aspecto físico sigue siendo una causa importante de exclusión. El miedo a ser señalados o apartados disuade a las personas de buscar atención médica, lo que aumenta el riesgo de discapacidad y los problemas médicos en curso.
Por ello se hace necesario educar a aquellos que todavía son capaces de burlarse o excluir a quienes que tienen alguna diferencia, y la frase dicha por Yohei Sasakawa, Embajador de Buena Voluntad de la OMS para la eliminación de la lepra es un buen punto de partida para este trabajo educativo.
…”Somos las únicas criaturas de la Tierra a las que se les ha dado la capacidad de razonar. Utilicemos nuestra razón para hacer frente al estigma que sufren las personas afectadas por la lepra, curar a la sociedad de la enfermedad de la discriminación y dejar de repetir errores del pasado”…