La relación entre las masculinidades y el consumo de drogas es un tema urgente, pero poco explorado. Aunque existen algunos artículos de referencia sobre esta relación, no ofrece conclusiones directas sobre el comportamiento del fenómeno en la actualidad y en nuestro país aún no se han realizado estudios ante el fenómeno creciente entre personas jóvenes y su relación con este flagelo social. Detrás de las estadísticas que señalan que los hombres consumen más sustancias que las mujeres y que las edades de comienzo a la adicción cada vez se hacen más evidentes en etapas tempranas de la vida, hay una realidad invisible: los mandatos de la masculinidad tradicional —como la negación de las emociones, la búsqueda de riesgo o la autosuficiencia— pueden convertirse en trampas que normalizan el uso de drogas como escape, ritual de pertenencia o símbolo de “fortaleza”.
En este artículo trataremos de profundizar en cómo los estereotipos de género alimentan este fenómeno, de qué manera afecta el consumo de droga en los jóvenes y trataremos a través de la reflexión proponer caminos hacia una salud integral para alcanzar una masculinidad libre y más sensibilizada para este problema.
La presión de “ser hombre” y el consumo de drogas
Los estereotipos de género imponen a muchos hombres y sobre todo en el momento de la formación de valores y características de la formación de cómo ser hombres en la adolescencia y la juventud la idea de que debemos ser invulnerables, dominantes y emocionalmente herméticos, mandatos bien establecidos del androcentrismo. Estas exigencias, arraigadas en la “masculinidad hegemónica”, generan un caldo de cultivo para el consumo de sustancias tales como el cigarro, alcohol y las drogas:
– Automedicación emocional: El alcohol, el tabaco o las drogas ilegales se usan para silenciar emociones “prohibidas” en esta conformación sociocultural que establece que los “machos, varones, masculinos” no deben exteriorizar sentimientos tales como la tristeza, miedo, soledad; que son sinónimos de debilidad, de falta de valor y fuerza. Muchos jóvenes escogen el camino de las adicciones a estas sustancias para disminuir la presión que impone esta norma de lo que debe ser un hombre, constituye un escape ante la imposibilidad de cumplir con esas normas sociales, lo que lo conduce a el uso de estas sustancias como una manera de mitigar la imposibilidad de alcanzar el ideal masculino y ese rol que se espera de ellos en la vida.
– Rituales de pertenencia: Beber en exceso o fumar y hasta en muchos casos consumir drogas puede ser una forma de demostrar “hombría” en grupos sociales. Muchos jóvenes con adicciones refieren que el consumo es una manera de demostrar que pertenecen al grupo de alfas por desafiar riesgos o demostrar valentía, temeridad e invulnerabilidad que mostrar esta conducta ante sus semejantes no solo es un desafío a la masculinidad es una manera de demostrar cuan hombre son
– Cultura del riesgo: Conductas como el abuso de sustancias se asocian con la valentía y la resistencia física. En los mandatos de la masculinidad se presupone que el riesgo es inherente a ser masculino y que la adopción de conductas riesgosas es solo para varones este también es un referente que en muchas ocasiones se utiliza como manera de justificar en la adolescencia esa transición a ser más adulto y más hombre
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), los hombres tienen “3 veces más probabilidades” de consumir drogas ilegales que las mujeres, y son más reacios a buscar ayuda por miedo al estigma, lo que los hace más vulnerables a las consecuencias del abuso de drogas, más proclives a enfermedades no trasmisibles y las consecuencias que traen consigo a su calidad de vida desde etapas tempranas de la vida.
Drogas y masculinidad tóxica: Un círculo vicioso
El consumo de sustancias no solo responde a presiones sociales, sino que también refuerza estereotipos dañinos:
– Violencia: El abuso de alcohol y de drogas está ligado a comportamientos agresivos, perpetuando ciclos de violencia de género. En muchos casos clínicos descritos, se observa que estas sustancias actúan como desinhibidor de comportamientos violentos entre varones, pero también en el seno familiar, condicionando actos que pueden llegar a expresiones como violencia intrafamiliar, violencia de género y actos delictivos
– Autodestrucción como “heroísmo”: Algunos hombres jóvenes normalizan el exceso de consumo de sustancias ilícitas como una forma de resistencia (“aguantar” como prueba de fortaleza). Demostrando que son capaces de consumir altas dosis de estas por el solo hecho de pertenecer al llamado sexo fuerte, demostrando de esta manera supremacía sobre el sexo femenino y dominio aparente de los excesos
– Aislamiento emocional: La dependencia a las drogas dificulta la construcción de relaciones auténticas y saludables. Por un lado delimitan conductas de soledad debido no solo al rechazo en ocasiones sino por trastornos de comportamiento que generan posiciones emocionales como depresión, perdida de la autoestima, lo que impide el establecimiento de relaciones entre los propios jóvenes la familia y la comunidad.
Hacia nuevas masculinidades: Prevención y cuidado
Romper este vínculo requiere abordar las raíces culturales y ofrecer alternativas basadas en el “cuidado colectivo” y la “expresión emocional segura”:
- Educación con perspectiva de género
– La realización de talleres en escuelas y comunidades que cuestionen los estereotipos ligados al consumo (“Un hombre de verdad no necesita drogas para socializar”), es una manera de actuar de manera proactiva en este grupo de edades, lo que debe acompañarse también de conocimientos esenciales de las afectaciones que produce el consumo de estas sustancias para la salud.
– Promover modelos de masculinidad que valoren la vulnerabilidad y el autocuidado favorecen no solo al cambio, sino que también posibilitan una mejor educación sobre el tema sus consecuencias y por ende potencian las nuevas masculinidades libres de las presiones establecidas por estos mandatos de la heteronorma.
- Espacios seguros para pedir ayuda
– En nuestro país existen programas de rehabilitación que evitan juicios morales y se enfoquen en salud mental de las personas adictas para lograr su rehabilitación y reinserción social.
– Campañas como “Decide Tu Juego” para jóvenes es una excelente plataforma para incentivar NO iniciarse en esta adicción, pero también puede ser un excelente camino que incentiven la búsqueda de apoyo psicológico especializado desde la perspectiva del trabajo preventivo entre pares.
- Otros recursos
El Servicio de Consejería Telefónica, Línea Confidencial 103: brinda atención en temas referido a las adicciones permite la orientación sobre qué hacer ante las diferentes situaciones de consumo tanto para las personas adictas como para la familia.
Los Barrio Debates con especialistas de salud que permitan llevar a las comunidades mensajes específicos en temas de prevención sobre drogas.
También están los centros de deshabituación y los Centros Comunitarios de Salud Mental con especialistas para la atención diferenciada, centrada en la persona con el objetivo de canalizar la problemática y la rehabilitación individual, familiar y colectiva.
Conclusión: La fuerza está en la consciencia
Las drogas no son un problema individual, sino un síntoma de sociedades que enseñan a los hombres a sufrir en silencio. Construir “MASCULINIDADES LIBRES Y SALUDABLES” desde la adolescencia implica derribar mitos, fomentar el apoyo comunitario y redefinir la fortaleza como la capacidad de pedir ayuda. La verdadera revolución empieza cuando entendemos que cuidarse no es una debilidad, sino un acto de valentía.
Decir no a las drogas no te hace menos HOMBRE, te hace UN HOMBRE MEJOR
Autor: MsC Dr. Carlos Alejandro López Lima
Jefe de departamento de Grupos Vulnerables PROSALUD
Coordinador de la iniciativa Masculinidades cómplices por la igualdad de género en Cuba