El Día Mundial de la Lepra se celebra el último domingo de enero, y tiene como objetivo concienciar sobre una enfermedad que muchos creen extinta. Actualmente, no solo se pasa por alto la enfermedad, sino también a los afectados por ella.
La lepra es una enfermedad infecciosa causada por la bacteria Mycobacterium leprae, también conocida como bacilo de Hansen (en honor a Gerhard Hansen, médico y bacteriólogo noruego, descubridor de la enfermedad, en 1873).
El bacilo se reproduce muy lentamente y el período medio de incubación y aparición de los signos y síntomas de la enfermedad es de aproximadamente cinco años. Los síntomas iniciales son manchas o nódulos claros u oscuros en la piel, que provocan lesiones cutáneas y pérdida de sensibilidad en la zona afectada. Otros síntomas incluyen debilidad muscular y hormigueo en manos y pies. Cuando los casos no se tratan al inicio de los signos y síntomas, la enfermedad puede provocar secuelas progresivas y permanentes, que incluyen deformidades y mutilaciones, movilidad reducida de las extremidades e incluso ceguera.
La enfermedad afecta principalmente a la piel, los nervios, la mucosa del tracto respiratorio superior y los ojos. En algunos casos, los síntomas pueden aparecer tan pronto como nueve meses después de la contaminación y, en otros casos, pueden tardar hasta 20 años. La lepra no es muy infecciosa y se transmite a través del contacto cercano y frecuente con personas infectadas no tratadas. La lepra es curable y el tratamiento ofrecido reduce considerablemente las posibilidades de deficiencia.
Con el lema “Actúe ahora. Ponga fin a la lepra” la Organización Mundial de la Salud/ Organización Panamericana de la Salud (OMS/OPS) hace un llamado a los gobiernos, decisores, donantes y la comunidad mundial para priorizar los esfuerzos en la eliminación de la enfermedad.
En 1993 la lepra dejó de ser un problema de salud en la mayor de las Antillas, aunque cada año se notifican nuevos casos en todas las provincias, en ambos sexos y a cualquier edad, con un promedio de 180 personas por año diagnosticadas antes de la COVID-19. La pandemia influyó de forma negativa en los servicios de salud y sus programas y para 2021 en la nación solo se detectaron 81 casos y al cierre de 2022, como cifra preliminar, se estiman unos 140, en los cuales se incluyen los casos que debido a la COVID-19 no fueron identificados con anterioridad
El país, está inmerso en la ejecución de la actual estrategia mundial contra la lepra 2021-2030 y enfrascado en generar acciones que permitan ir avanzando hacia la interrupción de la trasmisión y lograr llegar a lepra cero. El tratamiento es donado anualmente por la OMS y consiste en una terapia multi-droga con rifampicina, clofazimina y dapsone. En Cuba ha demostrado una tasa de curación del 98 por ciento a partir de su administración de manera ambulatoria y supervisada por el médico y la enfermera de la familia.
Los pacientes no se aíslan en sanatorios, y las probabilidades de contagio disminuyen cuando el enfermo comienza el tratamiento. No obstante, se mantiene el seguimiento a los contactos para identificar oportunamente casos secundarios e interrumpir la cadena de transmisión.
La mejor forma de prevenir la lepra, es mediante el diagnóstico temprano y el tratamiento adecuado. Resulta determinante que las personas conozcan que en Cuba hay lepra, que el personal sanitario sepa identificar los signos y síntomas iniciales de la enfermedad y que el paciente diagnosticado comience el tratamiento con la mayor brevedad posible.