Una epidemia silenciosa

La hepatitis es una enfermedad que provoca una inflamación del hígado, órgano vital que se encarga, entre otras funciones, de filtrar la sangre, producir bilis, procesar nutrientes, descomponer sustancias químicas y controlar el nivel de hormonas. Cualquier cosa que lo “moleste”, puede ser perjudicial. Y la hepatitis puede ser una de estas molestias, siendo capaz de interrumpir dichas funciones: un hígado inflamado o dañado no puede ejecutar bien su trabajo. Las causas de dicha dolencia pueden ser varias: bacteriana, tóxica, reactiva como las que aparece en ocasiones después de un dengue o del COVID-19, o virales. A, B, C, D y E son las letras que clasifican los distintos tipos de hepatitis virales; todas provocan enfermedad hepática, pero tienen diferencias significativas, que a continuación se expondrán de forma breve.

Hepatitis A (VHA)

Es una de las dos que se transmite por el consumo de agua o alimentos contaminados o por contacto directo con una persona infectada. Aunque también puede propagarse por prácticas sexuales, como el sexo oral. Por lo general este tipo provoca una infección leve, con una recuperación completa al cabo de unas semanas. Los síntomas suelen ser fiebre, pérdida de apetito, calambres en el estómago, ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos); orina oscura y fatiga.  En casi todos los casos la recuperación no requiere tratamiento, el tiempo va a depender de lo que dure el cuerpo en expulsar la infección, puede variar entre unas semanas o varios meses y no se vuelve crónica.

La prevención radica mayormente en lavarse las manos tras usar el baño, luego de cambiar pañales y antes de preparar alimentos. Evitando el consumo de estos útimos y de bebidas si no fueron tratados con la debida higiene desde el momento de elaboración, hasta el de llevarlo a la boca. Al viajar, sobre todo en países en desarrollo, se debe prestar atención al agua (siempre debe ser embotellada, evitar cubitos de hielo) y a la comida (evitando la cruda o poco cocinada).

Debido a su contagiosidad, si convive con alguien en casa que la padezca, se hace necesario extremar ciertas medidas: no compartir cubiertos ni platos, cepillos de dientes y practicar un correcto lavado de manos, etc.

Hepatitis B (VHB)

En el mundo casi 260 millones de personas tienen una infección crónica por el virus de la hepatitis B, según datos de la Organización Mundial de la Salud OMS. Se transmite sobre todo cuando la sangre, el semen u otros líquidos corporales de una persona infectada entran en el cuerpo de alguien que no lo esté, incluso, aunque las cantidades sean microscópicas. Se puede contagiar debido a prácticas sexuales sin protección, el uso de equipos contaminados como agujas, jeringas e incluso equipos médicos como monitores de glucosa y artículos personales como cepillos de dientes; o por vía perinatal, es decir, de la madre infectada al bebé en el momento del parto.

Este tipo puede provocar cirrosis y cáncer de hígado, aunque si es detectado a tiempo, es tratable para evitar que progrese. La vacuna para la hepatitis B ha permitido la disminución en gran medida de su incidencia y también protege contra la infección de la hepatitis D, ambas relacionadas.

Hepatitis C (VHC)

Se propaga casi siempre por la exposición a sangre contaminada, que suele producirse por transfusiones de sangre o al compartir jeringuillas, o hacerse piercings o tatuajes con instrumentos contaminados. Aunque por la vía sexual también es posible, esta posibilidad es más excepcional. A diferencia del resto de los virus, el de la hepatitis C no tiene vacuna.

El tratamiento puede variar, pueden necesitarse antivíricos de acción directa. La mejor manera de prevenirla es reducir el riesgo de exposición al virus, como la higiene de las manos, un uso seguro de las inyecciones en la atención sanitaria y una correcta manipulación y desecho de objetos afilados y el uso del preservativo.

Su particularidad recae en la posibilidad de hacerse crónica. Las tipo B y C que son crónicas afectan a más de 300 millones de personas en todo el mundo. Para los expertos, eliminar estas dos para 2030 “prevendría unos 36 millones de infecciones y salvaría 10 millones de vidas”.

La World Hepatitis Alliance las califica como “epidemias silenciosas” porque la mayoría de las personas que viven con estos virus lo desconocen. Por ello se aumenta el riesgo de desarrollar enfermedad hepática mortal o cáncer de hígado, así como enfermar a otros sin ser conscientes de ello.

Hepatitis D (VHD)

Esta patología afecta solo a personas infectadas previamente por la hepatitis B, ya que la necesita para sobrevivir. La simultaneidad de ambas hace que pueda aparecer una afección más grave. Se transmite sobre todo por vía sanguínea, de las mismas formas ya expuestas. Puede hacer empeorar una infección por hepatitis B y hacer más graves los síntomas.

Hepatitis E (VHE)

Se transmite, igual que la hepatitis A, a través del consumo de agua o alimentos contaminados (hielo, frutas y verduras crudas sin lavar).  Su prevención pasa por extremar las medidas higiénicas y evitar el consumo de bebidas y alimentos contaminados. Tampoco causa enfermedad crónica.

Por todo lo escrito anteriormente le pedimos que cumpla las medidas para evitar contagios. Como puede observar, son bastante simples pues se basan en una correcta higiene personal en todos los sentidos y en la autoprotección. Es poco lo que tiene que hacer, y mucho lo que va a ganar: su completo bienestar y el de sus familiares y amigos. También le invitamos a que continúe investigando para que se proteja con “conocimiento de causa”, que sea esa su forma de celebrar el próximo 28 de julio el Día mundial contra la hepatitis.

Dra. Ananay López Rojas

 

Parte de la información expuesta en la nota anterior fue tomada de: https://www.eldiario.es/consumoclaro/cuidarse/tipos-hepatitis-como-se-contagia_1_1475325.html