La respuesta es de todos

Entre los problemas más acuciantes en el mundo, por sus extensas ramificaciones que afectan aspectos relacionados con la salud y el entramado social, está el consumo y tráfico de drogas. Desde hace varios años, un grupo importante de sectores, gobiernos y organismos internacionales trabajan en la consolidación de acciones para incentivar la cooperación entre actores sociales a fin de alcanzar el objetivo deseado: conseguir una sociedad libre del consumo de estas sustancias o que el impacto de este fenómeno sea minimizado al máximo.

Algunos datos pueden abalar la magnitud de la problemática: de 150 a 250 millones de personas en el mundo con edades entre los 15 y los 64 años refieren haber consumido narcóticos ilegales, de las cuales hasta un 15 por ciento se volvieron dependientes, cifras que demuestran el incremento del consumo y la necesidad de enfrentar con urgencia y eficacia este problema creciente.

Diversos aspectos complejizan este tema a nivel mundial; uno de los más importantes resulta, por supuesto, el componente económico de un negocio que sustenta verdaderas redes de narcotráfico y sirve como motor para la economía de algunos países productores. Otro aspecto está determinado por la falta de comprensión, a nivel global, de los efectos adversos y el potencial adictivo que ocasiona. Y asistimos, con creciente preocupación, a cierta permisividad social que legitima el uso de ciertos alucinógenos como una vía segura para alcanzar un goce hedonista y vacío.

En Cuba se trabaja sin descanso para eliminar este flagelo, aunando los esfuerzos conjuntos de diversas instituciones y organismos que, desde su actividad y objetivos, tributan a un Plan Nacional de enfrentamiento a las Drogas. Algunas de estos sectores implicados son: Ministerio del Interior, Ministerio de Salud Pública, Ministerio de Justicia, Ministerio de Educación, entre otros. El estado cubano trabaja intensamente en los dos ejes que constituyen el fenómeno: la eliminación del tráfico y, por tanto, de la oferta y la demanda y el otro componente, no menos importante, la rehabilitación de los adictos y su reinserción plana a la sociedad. Un aspecto que no se posterga es la prevención del consumo en adolescentes y jóvenes y la promoción de estilos de vida saludables y que favorezcan el autocuidado.

Cuando estamos a las puertas de periodo de verano, no podemos descuidar el constante trabajo educativo para prevenir conductas irresponsables y que favorecen el empleo de sustancias adictivas. La diversión no se puede confundir con el consumo indiscriminado de alcohol u otros elementos que enajenen y difuminen la realidad.

Solo desde la responsabilidad individual y la acción social integrada se podrá garantizar un futuro sano y libre de este mal: la respuesta es de todos.

 

Lic. Geovani Leal