Cada 27 de noviembre nuestro pueblo con la juventud a la avanzada les rinde tributo a los 8 estudiantes de Medicina fusilados en 1871, jóvenes inocentes que supieron mantener la dignidad y valentía ante el odio colonial. Sin lugar a dudas, este fue uno de los crímenes más horrendos cometidos por el colonialismo español en Cuba.
Han transcurrido 149 años, desde aquellos terribles hechos y nuestro pueblo cada vez que conmemora esa luctuosa fecha se estremece de dolor.
Todo comenzó en la tarde del 23 de noviembre cuando un grupo de estudiantes de medicina del primer año esperaban al profesor de anatomía, en el anfiteatro anatómico del antiguo Asilo de San Dionisio, continuo al Cementerio de Espada. Los estudiantes se dispersaron por el camposanto. Unos dieron vueltas subidos a la carretilla donde conducían los cadáveres. Otro arrancó una flor y el resto jugaban entre sí lanzándose piedras, entre uno y otro comentario o burla. Eso fue lo que ocurrió, y fueron acusados de profanar la tumba de manera intencionada de Don Gonzalo Castañón y rayar el cristal de su nicho, según las autoridades españolas.
En homenaje a los estudiantes asesinados, al ser demolida la instalación aledaña a La Punta, se preservó el lienzo de pared y se construyó el actual monumento en el cual se recuerda no solo la injusticia del fusilamiento, sino la inocencia de Anacleto Bermúdez, Alonso Álvarez de la Campa, Marcos Medina, Eladio González, Carlos de la Torre, Carlos Vedugo, Ángel Laborde y Pascual Rodríguez.
Cada año, desde la escalinata de la sede actual de la Universidad de La Habana, se realiza una marcha en su homenaje, la cual termina en ese monumento de La Punta y la jornada es considerada “Día de Duelo Estudiantil”.
Este hecho fue, es y será el símbolo de la dignidad, de la cultura, de la firmeza de espíritu, que tiene y ha de tener siempre la juventud cubana.