El tabaco y los productos derivados del tabaco matan a más de 8 millones de personas cada año en todo el mundo. Más de siete millones de esas muertes se deben al consumo directo del tabaco y 1,2 millones al humo ajeno al que están expuestos los no fumadores. Las personas que se exponen al humo de tabaco aumentan el riesgo de padecer cáncer de pulmón en un 20-30% y de enfermedades cardiovasculares en un 25%.
La exposición a este humo no se limita solamente al tiempo que se tarda en fumar un cigarrillo, ya que sus componentes tóxicos permanecen en el ambiente, y aunque no lo veamos, impregna los muebles, las paredes, la ropa de las personas, los textiles como cortinas manteniéndose en ellos durante bastante tiempo, algo que depende también de si es un lugar al aire libre o cerrado, si se han fumado muchos cigarros u otros derivados y si se consume en ese espacio con frecuencia.
El humo ambiental del tabaco es la mezcla resultante del humo que exhala la persona que lo está consumiendo y el humo que se desprende de la combustión del cigarro. Se trata de un humo perjudicial para la salud de todos los que están en contacto con él, en especial los niños y las niñas, y no se considera que exista un nivel de exposición seguro.
Los estudios realizados hasta la fecha indican que cualquier nivel de exposición al humo ambiental del tabaco (HAT) implica un riesgo para la salud, ya que no existe una dosis umbral segura. Además, hay una clara relación dosis-respuesta: a mayor exposición al HAT mayor daño.
La evidencia científica no deja lugar a duda que los ambientes 100% libres de humo de tabaco son la única manera comprobada de proteger adecuadamente la salud de todas las personas de los efectos devastadores de la exposición al aire contaminado por el humo de tabaco. En ese humo hay más de 7.000 compuestos químicos, entre los que se encuentran: monóxido de carbono, nicotina, cianuro, alquitranes, carcinógenos, arsénico, irritantes y tóxicos, a ellas se puede unir otro enemigo mundial, el SARS-CoV-2.
El tabaco y otros derivados suponen un aumento del riesgo de transmisión del coronavirus, tanto para la persona que fuma, como para quienes están a su alrededor, porque al fumar y exhalar el humo, se expulsan diminutas gotitas respiratorias que pueden contener carga viral y ser altamente contagiosa, además el acto de fumar supone arrimar los dedos a los labios, lo que aumenta la posibilidad de transmisión del virus de la mano a la boca y así la entrada del virus en el aparato respiratorio, también el uso obligatorio de mascarillas en el momento actual, hace que la persona que fuma deba quitársela y ponérsela lo cual aumenta el riesgo de manipulación de la mascarilla y, en consecuencia, el riesgo de contagiarla.
El enfrentar hoy esta devastadora pandemia y sus consecuencias, hace que sea crucial no solo la coordinación mundial y la solidaridad entre los países sino también de manera individual el auto cuidado y responsabilidad de cada persona con su salud, por ello crear entornos seguros para prevenir la propagación de esta enfermedad debe ser una prioridad para cada cual en un esfuerzo particular en función de la sociedad.
Poner en práctica algunas medidas puede reducir el riesgo de exposición a este humo, prevenir la COVID 19 y disfrutar la vida con salud
- Fuma solo fuera de casa o de tu lugar de trabajo. Intentando hacerlo en lugares que no sean de tránsito de personas como paradas, zonas muy concurridas, etc. Intenta buscar un lugar al aire libre.
- Evita fumar en espacios pequeños, con escasa ventilación y, en general, en los espacios que compartes con más personas, sobre todo menores.
- Si estarás en contacto con bebés y recién nacidos, y has consumido tabaco u otros productos relacionados, te recomendamos que te cambies de ropa y te laves bien las manos antes de cogerlos en brazos.
Promover espacios libres de humo de tabaco asegura una mayor protección contra el daño mortal de tabaco y frente a la Covid- 19.