En tiempos de la pandemia de COVID-19 nuestro mundo, tal y como lo conocemos, parece haber cambiado. Las noticias acerca de contagios, sistemas de salud colapsados, muerte e incertidumbre económica se hacen omnipresentes en todos los medios de comunicación, las redes sociales y las preocupaciones y rutinas de casi todas las personas, hasta tornarse casi en una presencia real, silenciosa y, lo peor, amenazante.
Esta enfermedad genera una serie de retos en el ámbito social y de la cobertura de los sistemas de salud, entre otras muchas problemáticas de las agendas de casi todos los países ¿Y por qué? Pues porque ataca aspectos que hoy nos definen como seres humanos del siglo XXI: nuestras seguridades individuales y el equilibrio de todo el entramado social, el control de un mundo que consideramos que está a nuestra disposición y sobre todo, viene a condicionar las interacciones sociales y la manera en que nos relacionamos con los otros. Siendo así, se puede decir que también tiene consecuencias directas sobre la salud mental que, a fin de cuentas, también es producto de un delicado equilibrio entre factores biológicos, psicológicos y sociales.
Cuando en Cuba, como en casi todo el resto del mundo se está llamando al distanciamiento social, a quedarse en casa y tener el mínimo contacto físico posible con los demás, hay una serie de aspectos que no se pueden perder de vista si analizamos las consecuencias que tiene esta pandemia en la salud mental de las personas. Ella provoca:
- Preocupación por la posibilidad de enfermar, percibida como un peligro latente que puede ocurrir más allá de nuestras previsiones o cuidados. Este temor, puede hacerse más concreto en personas pertenecientes a grupos vulnerables o en situaciones de indefensión.
- Preocupación originada por el estado de la salud de los familiares y seres queridos sin importar el lugar donde estén.
- Preocupación por que usted o sus familiares tengan que ser sometidos a un periodo de aislamiento obligatorio, si alguno estuviese en contacto con una persona enferma.
- Necesidad de tener que agenciarse el suministro de alimentos, sobre todo en este periodo en que se insiste que las personas permanezcan en casa. Este puede ser un aspecto particularmente complejo de abordar en la realidad de hoy y es, sin duda, todo un reto logístico y organizativo.
- Necesidad de cumplir con responsabilidades y tareas de una manera novedosa e inédita, con el menor riesgo posible para la salud propia y la de los demás.
- Sensación de incertidumbre o frustración sobre la manera en que continuará la situación en los próximos días y meses. Este constituye un aspecto especialmente sensible al poner en evidencia la manera en que el ser humano se puede desestructurar al no tener el control de una situación que lo supera. Es necesario subrayar la necesidad de continuar brindando a las personas una información objetiva, comprensible, veraz e inmediata, que pueda contrarrestar el sensacionalismo y las noticias falsas que circulan a través de las diversas plataformas.
- Percepción del otro como una posible amenaza. Esta puede ser una actitud corriente, pero a la vez peligrosa cuando conlleva a un aislamiento emocional y a una “paranoización” de la sociedad y que puede llegar a manifestaciones de xenofobia ante el temor a un extranjero o a alguien a quien se perciba como una amenaza.
- Aburrimiento y frustración al tener que interrumpir la rutina habitual de la vida, sobre todo en relación con el empleo del tiempo libre, la interacción social, el entretenimiento, etc.
- Mayor deseo de beber alcohol o consumir sustancias tóxicas para afrontar “mejor” esta situación. Como una respuesta adaptativa ante el estrés, este escapismo puede convertirse en una respuesta frecuente para “olvidar” y buscar falsas seguridades. Este consumo lejos de ayudar genera situaciones de dependencia y adicción difíciles de erradicar. Por otra parte, puede ser un factor debilitante para que el organismo enfrente esta enfermedad o cualquier otra.
El pensar que todos estamos interconectados en una realidad nacional y, también, global donde no caben sentimientos negativos de rechazo y exclusión hacia el otro, nos permitirá desarrollar nuestra capacidad de adaptarnos y resistir cada una de estas complejidades y retos desde el amor apuntando a una meta superior; que sería: superar lo más rápido posible un momento especialmente difícil y volver a la normalidad, pero eso sí, con un conjunto de lecciones aprendidas, porque de las crisis también se aprende y se evoluciona hacia una realidad mejor.
Para llegar a esta meta o deseo común, hoy debemos colaborar reduciendo al máximo nuestra interacción social directa, sabiendo que esta es una opción personal que nos permitirá cuidar la salud de todos y, en especial, la de los que más queremos. Es una realidad que el aislamiento puede provocar efectos secundarios que no debemos descuidar, como: ansiedad, diferentes niveles de depresión, desesperanza, irritabilidad, cambios en el apetito o alteraciones del sueño. Si le resulta difícil superar por sí mismo este periodo y presenta algunos de estos síntomas mencionados, no dude en solicitar la ayuda de un profesional de la salud mental o escribir a nuestra página para ayudarlo. Este es un momento especial para enfrentar esta situación unidos, pues lo que cada uno hace, repercute en el interés común y en la salud de todos. Juntos desde el amor, podremos afrontar sin lugar a dudas la COVID-19.