La desertificación es la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. Está causada fundamentalmente por la actividad humana y las variaciones climáticas. Este proceso no hace referencia al avance de los desiertos existentes.
La desertificación se debe a la vulnerabilidad de los ecosistemas de zonas secas, que cubren un tercio de la superficie del planeta, a la sobrexplotación y el uso inadecuado de la tierra. La pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego afectan negativamente a la productividad del suelo.
Cada 17 de junio celebramos el Día Mundial para Combatir la Desertificación y la Sequía con el fin de concienciar acerca de las iniciativas internacionales para combatir estos fenómenos. Esta fecha nos brinda una oportunidad única para recordar que se puede neutralizar la degradación de las tierras mediante la búsqueda de soluciones, con una firme participación de la comunidad y cooperación a todos los niveles.
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible afirma que «estamos decididos a proteger el planeta contra la degradación, incluso mediante el consumo y la producción sostenibles, la gestión sostenible de sus recursos naturales y medidas urgentes para hacer frente al cambio climático, de manera que pueda satisfacer las necesidades de las generaciones presentes y futuras». Específicamente, el Objetivo 15 recoge nuestra determinación a detener y revertir la degradación de la tierra.
Actualmente, 13 millones de hectáreas de bosque desaparecen cada año y la degradación persistente de las zonas áridas está provocando además la desertificación de 3600 millones de hectáreas. Aunque un 15% de la tierra se encuentra actualmente bajo protección, la biodiversidad aún está en riesgo. La deforestación y la desertificación, provocadas por las actividades humanas y el cambio climático, suponen grandes retos para el desarrollo sostenible y han afectado la vida y los medios de vida de millones de personas en la lucha contra la pobreza.
Durante la próxima década, 50 millones de personas podrían ser desplazadas por la desertificación debido al cambio climático y el agotamiento de los recursos naturales. De hecho, un 66% de la población mundial vive en zonas con escasez de agua durante al menos un mes al año, y ya son muchos los países que se ven afectados gravemente por la falta de agua, de lluvias y por la degradación del suelo.
La desertificación y la sequía son problemas de dimensión mundial, dado que afectan a todas las regiones del mundo. Es preciso que la comunidad internacional tome medidas concertadas para luchar contra ambos fenómenos y traiga al frente los problemas que causa la degradación de la tierra, promoviendo la aplicación de la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación.
En Cuba se trabaja arduamente para que la desertificación y la sequía no sea un problema. Un índice de boscosidad del 31 por ciento muestra los logros en sus programas de adaptación y mitigación al cambio climático y define también su compromiso con la reforestación de paisajes para 2030.
Cuba destina importantes recursos financieros para estos fines, en los que se incluyen los asignados a las actividades de protección e incremento de los bosques, así como a la conservación de los suelos.
Sirva este día para recordar entonces, que se puede neutralizar la degradación de las tierras mediante la búsqueda de soluciones, siempre con una firme participación de la comunidad y cooperación a todos los niveles.
Fuentes: https://www.un.org/es