Artículos científicos


La dalia, una flor que generalmente tiene un uso decorativo, ha pasado de los jardines y macetas a los laboratorios. Científicos de la Universidad Autónoma Chapingo, en México descubrieron que sus tubérculos son ricos en insulina, un polisacárido formado por moléculas de fructuosa que ayuda a equilibrar los niveles de insulina en la sangre y a controlar la diabetes.

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En nuestra sociedad existe un enorme interés por la apariencia física y no son pocos los jóvenes que utilizan sustancias llamadas “esteroides anabólicos” para obtener un cuerpo fuerte y viril, indica la doctora Enma Damara Acosta Reynaldo, especialista del Departamento de Farmacoepidemiología de la Dirección Nacional de Medicamentos y Tecnologías Médicas del Ministerio de Salud Pública.

Como sabemos, las células del organismo humano producen un enorme número de compuestos denominados esteroides, a los que pertenecen las hormonas masculinas, como la testosterona, y las femeninas: el estradiol y la progesterona.
Nuestra entrevistada, médica especializada en Farmacología, señala que la testosterona es la hormona masculina que de manera natural posee efectos tanto androgénicos (desarrollo de las características sexuales y la producción de espermatozoides) como anabólicos (crecimiento de músculo esquelético) y su uso debe ser solo a través de la prescripción médica.

Desde el punto de vista clínico, refiere, este medicamento está indicado en la deficiencia androgénica por hipogonadismo (disminución o ausencia de secreción de las hormonas sexuales), retraso en la pubertad masculina, cáncer de mama en mujeres, pero su uso está prohibido para aumentar la masa muscular con un objetivo puramente estético y para un mejor desempeño físico en competencias atléticas.

Jóvenes que recurren a la automedicación con esos fines se administran cantidades de testosterona hasta cien veces la dosis recomendada, la combinan incluso con otros medicamentos, desconociendo los daños que para su salud comporta esta práctica.

La ingestión de este tipo de sustancia sin indicación médica ayuda “de manera dramática” —subraya la especialista— a desarrollar una poderosa musculatura, pero las consecuencias de su empleo originan efectos negativos para el organismo. En los hombres, cita entre otros, ocasiona disminución de los espermatozoides, reducción del tamaño de los testículos, calvicie, ginecomastia (desarrollo de los pechos). En las mujeres produce masculinización generalizada, es decir, disminución del tamaño de los pechos y de la grasa corporal, mayor grosor de la piel, quistes, acné, caída del cabello, aumento del vello facial y corporal y crecimiento del clítoris.

En ambos sexos, continúa diciendo, se produce amarillamiento de la piel, mal aliento, excesiva sudoración de los pies y dolor de articulaciones; además, paranoia, delirio y completa alteración del juicio, asociados a un sentimiento de superioridad. El individuo confía excesivamente en su apariencia física, lo que le produce la sensación de ser invencible. Causa, asimismo, daños hepáticos en forma de tumores, infartos cardiacos y cerebrales.

Los esteroides pueden provocar adicción, depresión e intentos de suicidio cuando el individuo se los ha administrado por largo tiempo y decide no hacerlo más, similar a lo que ocurre en el síndrome de abstinencia en los alcohólicos.

Considera la experta, Máster en Ciencias en Farmacoepidemiología y Enfermedades Infecciosas, que los medios de comunicación desempeñan un papel fundamental en la necesaria divulgación de este importante tema, atendiendo a que el empleo indiscriminado de la testosterona se viene extendiendo en la población masculina joven con efectos “ciertamente desastrosos”, porque además de los problemas mencionados se corre el riesgo de que el organismo no logre su completo desarrollo.

El ejercicio y el deporte, valora finalmente, son necesarios para nuestro desarrollo físico y psicológico, “pero mucho cuidado con llegar a los extremos de emplear por cuenta propia sustancias peligrosas, pues el costo puede ser fatal”.

Tomado de: Granma

La baja carga glucémica de las verduras sin almidón y los ácidos grasos omega 3 del pescado son algunos de los elementos que interactúan para retrasar el envejecimiento de la piel, según señala el creador de la llamada  ‘Dieta de la Zona’, el doctor Barry Sears, que participará en la 29ª edición del Congreso de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME)en Málaga, España.

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Comportamientos que se adoptan en la adolescencia, como fumar, ser sedentario, mantener relaciones sexuales sin protección, consumir alcohol o realizar actividades de riesgo sin tomar las medidas de seguridad adecuadas, pueden pasar factura en la adultez.

De hecho, las enfermedades crónicas, como las cardiovasculares, las patologías respiratorias y la diabetes mellitus tipo 2, que resultan de unos malos hábitos de salud, son consideradas ya una epidemia en las sociedades actuales. De ahí que, para para prevenir enfermedades crónicas en el adulto, sea tan importante establecer hábitos saludables en la adolescencia. Y es ahí donde los padres tienen un papel clave, pero también la sociedad y el entorno escolar. En este artículo se describe la función protectora de un estilo de vida saludable y cuáles son las particularidades que caracterizan a los adolescentes para poder guiarles.

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La alteración del ritmo cardiaco se traslada a latidos cuya frecuencia pasa a ser demasiado rápida o muy lenta e irregularidades que en la mayoría de los casos necesitan la intervención de los profesionales de urgencias de los hospitales. Los mayores son el segmento de la población más afectado por estos trastornos del corazón.

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La exposición al humo del tabaco antes de la pubertad puede producir cambios metabólicos en sus hijos. Así, los hombres que comenzaron a fumar antes de los 11 años de edad, afortunadamente algo cada vez menos frecuente, tienen una gran probabilidad de que su descendencia, especialmente en los varones, pesen entre 5 y 10 kg más durante la adolescencia que niños de su misma edad cuyos padres no fumaron. El efecto, aunque también presente, es mucho menor en las hijas.

Los autores de la investigación reconocen que aunque se han considerado muchos otros factores, factores genéticos y peso del padre, pero ninguno ha podido explicar el cambio metabólico. De hecho, los padres que comenzaron a fumar antes de los 11 años tendían a tener menor IMC (índice de masa corporal).

Además, el efecto no se observó en los hijos de los hombres que comenzaron a fumar después de los 11 años, lo que sugiere que el período antes del inicio de la pubertad es un particularmente sensible a las exposiciones ambientales. Esto está en consonancia con la hipótesis previa de los autores que vinculaban el consumo de alimentos del antepasado paterno durante este periodo de la vida con las tasa de mortalidad de los nietos.

De generación a generación

De los 9.886 padres que participaron en el estudio desarrollado por investigadores de la Universidad de Bristol, en Gran Bretaña, 5.376 (54%) eran fumadores en algún momento y, de éstos, 166 (3%) declararon que fumaban regularmente antes de los 11 años.

Cuando los investigadores valoraron el IMC de los hijos de aquellos que fumaban a los 13, 15 y 17 años, éstos tuvieron el mayor IMC en comparación con los hijos de los hombres que habían comenzado a fumar más tarde o que nunca habían fumado. En concreto, tenían niveles más altos de grasa corporal, que entre 5 y 10 kg de más entre los 13 y 17 años.

«Este descubrimiento de los efectos transgeneracionales tiene grandes implicaciones para la investigación en el momento actual en el que estamos observando un incremento de la obesidad en todo el mundo, así como para valorar posibles medidas preventivas. Ya no es aceptable estudiar únicamente los factores de estilo de vida en una generación. Probablemente nos estamos perdiendo algo al no tener en cuenta los posibles efectos de las generaciones anteriores», señala Marcus Pembrey, autor del trabajo que se publica en «European Journal of Human Genetics».

Fuente: ABC Salud

La adicción al ejercicio físico es una alteración mental que afecta a varones de entre 18 a 35 años, de clase media-baja y con poca autoestima; se trata de un trastorno conocido como vigorexia. Esta obsesión provoca que los afectados tengan una visión distorsionada de su físico.

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