Una (siempre oportuna) mirada a los clásicos

Inicio > Del Editor > Editoriales anteriores > Editorial 25 Enero 2003

El Editorial de esta Edición es especial por varias razones, todas ellas afortunadas. No quiere decir que los anteriores no lo hayan sido. Pero es que en esta ocasión colabora por vez primera un cirujano español, y lo hace a propósito de un clásico de la Nutrición Clínica. Me explico mejor.

“Nutrición Hospitalaria” es el órgano oficial de la Sociedad Española de Nutrición Parenteral y Enteral (SENPE). Esta revista publica regularmente artículos sobre temas relacionados con la Nutrición Clínica, técnicas de Nutrición artificial, y el apoyo nutricional en diferentes escenarios clínicos y quirúrgicos, reflejando así la experiencia de los nutricionistas españoles. Esta publicación es muy atractiva por la doble circunstancia de estar redactada en lengua española (para muchos de nosotros la barrera del idioma sigue siendo infranqueable), y aparecer citada en MEDLINE (el recurso de elección en la realización de búsquedas bibliográficas sobre temas médicos y de Ciencias Biológicas).

“Nutrición Hospitalaria” incluye “Clásicos en Nutrición” entre sus secciones fijas. En esta Sección se presentan artículos considerados como hitos en el desarrollo tan vertiginoso que ha ocurrido en las Ciencias de la Nutrición y la Alimentación en los últimos decenios. La presentación del artículo se acompaña de un comentario que coloca en perspectiva (para los lectores actuales) la importancia histórica de los resultados expuestos en la comunicación original.

Uno de estos artículos fue el escrito por el Dr. Hiran O. Studley en 1936 acerca de las causas de la morbimortalidad en los pacientes intervenidos quirúrgicamente de úlcera péptica crónica complicada. El Dr. Studley (cirujano de profesión) estaba preocupado por la tasa estacionaria de complicaciones siguientes a una operación para la resolución de la úlcera péptica no complicada por sangramientos, perforación u otros incidentes. Dicho en otros términos, la preocupación principal del Dr. Studley era la tasa de complicaciones siguientes a una operación por una estenosis pilórica en el curso de una enfermedad ulcerosa crónica, a pesar de las modificaciones hechas en las técnicas quirúrgicas, la atención de anestesia, y otros factores perioperatorios. Después de un análisis por puntos críticos (anticipándose así al inicio de las técnicas de Mejoría Continua de la Calidad de las que tanto se hablan hoy en día), el Dr. Studley concluyó que la pérdida de peso era el predictor más importante de morbimortalidad quirúrgica en esto grupo de pacientes.

Parece simple, pero elucidar esta verdad fue un evento revolucionario en la práctica médico-quirúrgica, y se convirtió en el motor principal para la creación de todo un sistema de apoyo nutricional perioperatorio con recursos de Nutrición Parenteral y Enteral, sondas nasoenterales y líneas de acceso venoso dedicadas, soluciones parenterales y enterales, genéricas y especializadas, a los que estamos expuestos hoy en día. En cierta medida, los logros de Rhoads, Wretlind, Dudrick y otros padres fundadores de la Nutrición Artificial se deben al modesto artículo del Dr. Studley.

Para muchos este tema pudiera parecer fútil o trivial, y encontrarían rancias las opiniones del Dr. Studley, cuando no fuera de lugar. Sin embargo, en el comentario acompañante a la presentación del Dr. Studley, el Dr. Gonzalo Martín Peña (Profesor Asociado de la madrileña Universidad Alfonso X El Sabio) nos dice que la batalla está lejos de haber sido ganada, y alerta sobre la indiferencia con que muchos médicos actuales recogen (si es que lo hacen) la historia de la pérdida reciente de peso del paciente. En el caso nuestro, el Estudio ELAN-CUBA encontró que apenas la mitad de los pacientes era pesado y tallado en el momento del ingreso. En el 95% de las historias clínicas revisadas no había una elaboración ulterior de este dato, o anotaciones sobre el peso habitual del paciente. En una proporción nada despreciable de los documentos clínicos no se acogía la desnutrición como un problema actual de salud, a pesar de observaciones sobre la pérdida de peso, astenia, y anorexia. Más alarmante aún, sólo en el 5% de las ocasiones se encontró una referencia a la evolución del peso del paciente durante el internamiento hospitalario. Todo ello a pesar de existir una balanza cercana a la cama del paciente.

Es por estas razones que les decía de lo especial que resultaba este Editorial en esta ocasión. Una vez más, una voz desde un pasado que ya nos parece distante, en este mundo que ha cambiado tan dramáticamente, nos hace reflexionar sobre las cosas simples de nuestra profesión.

Espero que les sea útil.

Con mis mejores afectos,

Dr. Sergio Santana Porbén.
El Editor.