Sobre el lugar de una alimentación saludable en la Agenda de Desarrollo Post 2015

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Entre los días 15 – 18 de Julio del presente año 2014, la Dra. Margaret Chan, Directora General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) realizó una visita de trabajo a Cuba. La visita de la Dra. Chan se efectuó después que Cuba, en la persona del Ministro de Salud Pública, el Dr. Roberto Morales Ojeda, presidiera la Asamblea Mundial de la Salud celebrada en la ciudad de Ginebra en el mes de Mayo del año corriente.

La visita de trabajo de la Dra. Chan fue propicia para dejar inaugurados el Centro Estatal de Ensayos Clínicos (CENCEC) y el Centro Estatal de Control de los Medicamentos (CECMED), ambas instituciones ubicadas en un moderno edificio recién erigido en el municipio capitalino de Playa.

A la conclusión de la visita de trabajo, la Dra. Chan impartió una conferencia con el título “La salud en la agenda de desarrollo post 2015” en el Salón de Actos “Camilo Cienfuegos Gorriarán” del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) ante destacadas personalidades del Estado, Gobierno e instituciones públicas y empresariales de Cuba. Dada la trascendencia de la misma, el Comité Editorial de la Revista Cubana de Alimentación y Nutrición (RCAN) ha juzgado oportuno acomodarla en este número.

El mundo se debate hoy entre situaciones polares, casi irreconciliables, en todos los órdenes de la existencia humana. En lo que respecta a la salud, la humanidad está igualmente amenazada por pandemias virales particularmente agresivas (como el dengue, el virus del Chikungunya, y el virus del Ébola) y las enfermedades crónicas no transmisibles que incluyen la Diabetes mellitus, la hipertensión arterial y las dislipidemias. En ambos casos, el encarecimiento de las prestaciones de salud y la afectación del capital productivo y social son innegables e igualmente desproporcionados, máxime en el presente contexto de tensiones económicas y restricciones fiscales. Pero el enfrentamiento de ambas situaciones obliga a acciones radicalmente diferentes. Las pandemias virales se yugulan en breve tiempo (por propia definición de las consecuencias que sobrevendrían de dilatarse la resolución de las mismas) gracias a los esfuerzos concertados de los equipos de salud en condiciones de emergencia y gracias a una amplia movilización de personas, recursos y dinero que es entendible y justificable. Por el contrario, la atenuación del impacto de las enfermedades crónicas no transmisibles sobre el cuadro de salud de las poblaciones humanas, la gestión de los sistemas de salud, y la expectativa de vida del ser humano pasa por acciones intersectoriales de todos los estamentos de la sociedad, y no solo de los responsables de la provisión de salud; y su impacto es perceptible solo a mediano y largo plazo.

La Dra. Chan señala el primer obstáculo a resolver para el enfrentamiento exitoso de la amenaza que plantean las enfermedades crónicas no transmisibles: los sistemas de salud nunca fueron diseñados para trabajar en aras de intereses a largo plazo, ni tampoco los distintos componentes de la sociedad se han educado en el trabajo intersectorial, cuya consecución siempre implica la redefinición de las relaciones de poder y subordinación. No obstante, renunciar a los nuevos estilos de pensamiento y actuación, e insistir en las viejas formas de hacer, tiene un costo elevado. El incremento en la incidencia de cáncer, leucemias y linfomas ya plantea serias interrogantes de equidad, justicia e inclusividad: solo unos pocos podrán pagar los onerosos tratamientos de citorreducción tumoral que hoy sacan al mercado las grandes transnacionales de la industria farmacéutica, aún a sabiendas que la efectividad puede ser (a lo sumo, y sin ánimo despreciativo) marginal. Se trata entonces de actuar antes de la enfermedad, esto es: con un enfoque preventivo.

Nadie hoy pone en duda que los estilos de vida, y dentro de ellos, los propios de la alimentación, ocupan el eje central en el origen, desarrollo y progresión de las enfermedades crónicas no transmisibles. Y si bien todavía hay más de 800 millones de seres humanos (200 millones de niños entre ellos) que sufren literalmente hambre pues no tienen nada que llevarse a la boca, otros casi 2 mil millones simplemente se atiborran de comida a toda hora y en todo momento. El exceso de peso (y la obesidad, como la cara más peligrosa de este fenómeno epidemiológico) se ha expandido con fuerza epidémica por todo el globo terráqueo, desafiando estereotipos y falsas construcciones. De hecho, el avance de la obesidad (y de la mano de ella la Diabetes, la hipertensión arterial, las dislipidemias, la arterioesclerosis, y el cáncer) ha sido particularmente dramático en los países del Tercer Mundo, que todavía lidian con las herencias de un pasado reciente y no cuentan con la infraestructura ni los recursos humanos necesarios para actuar simultáneamente en estos 2 frentes de batalla.

Cuba se encuentra hoy precisamente en esa encrucijada. Atenazada por numerosas tensiones internas y externas, la seguridad alimentaria es todavía hoy una asignatura pendiente en el país. Según estadísticas reveladas recientemente, la producción de alimentos en el año 2013 disminuyó en un 20% (cuando se arrastra una tendencia deficitaria que se ha prolongado durante más tiempo que el que estaríamos dispuestos a admitir). Asimismo, se encarecieron en una proporción similar los precios de los alimentos que Cuba se ve obligada a importar para equilibrar la balanza nutricional. Y en medio de todo ello, el exceso de peso ya afecta a la quinta parte de la población cubana, una tendencia que parece no se atenuará, al menos en los próximos años; y el cáncer ha desplazado a las enfermedades cardio- y cerebro-vasculares como la principal causa de enfermedad y muerte en casi todo el país.

El Gobierno y el Estado cubanos siempre han defendido el paradigma de la prevención en salud como el único posible, no solo desde lo económico (siempre será menos costoso prevenir una enfermedad antes que tratarla), sino también desde lo filosófico, lo político, y lo ideológico. En consecuencia, se hace necesario identificar primero y corregir después aquellos estilos de vida que propicien la obesidad, sobre todo en las edades tempranas de la vida, por cuanto los niños y los adolescentes de hoy serán los adultos de mañana que integren el capital productivo e intelectual del país. Y ello se decide en la comunidad, en la escuela, en la familia.

La inculturación de estilos de vida saludables que incluyan la alimentación equilibrada y saludable, la práctica regular de ejercicio físico, y el abandono del tabaquismo, el alcoholismo, la drogadicción (que hoy ya se escuchan voces dentro del país abogando por el supuesto “derecho” de un individuo al consumo recreacional de las mismas), y el sedentarismo; serán las herramientas principales que se incorporen dentro de las políticas de salud que se han de diseñar y adoptar en el futuro inmediato.

La Dra. Chan ha identificado fortalezas en la sociedad cubana para afrontar estos desafíos. Nunca se insistirá lo suficiente en la voluntad política del Gobierno y el Estado cubanos para sostener el acceso universal, equitativo, inclusivo y gratuito de todos los ciudadanos a la salud como derecho natural refrendado en leyes. Tampoco se pasa por alto la extraordinaria calidad de los equipos de salud que operan en todos los niveles del sistema de salud. Unido a ello, la actuación intersectorial ha sido clave para afrontar exitosamente y rebasar enormes desafíos en el pasado reciente del país. Se trata entonces de reinterpretar estas fortalezas y aplicarlas creadora- a la vez que sabiamente en la compleja situación epidemiológica que se ha configurado, por el bien de todos.

Hecha esta presentación, pongo a vuestra disposición la transcripción del texto de la conferencia “La Salud en la Agenda de Desarrollo post 2015” impartida por la Dra. Chan a la conclusión de ésta su tercera visita de trabajo a Cuba. Espero que les sea de utilidad.

Espero que les sea útil.

Con mis mejores afectos,

Dr. Sergio Santana Porbén.
El Editor.

Domingo, 17 de Mayo del 2015.