La mala nutrición en Pediatría

Inicio > Del Editor > Editoriales anteriores > Editorial 17 Junio 2003 > Editorial Acompañante

Cuando empleamos el término de “mala nutrición”, los profesionales de la medicina no ligados directamente a las funciones de la Nutrición clínica o comunitaria piensan con frecuencia en los niños del Tercer Mundo con desnutrición severa, y en aquellos emaciados por una enfermedad crónica. Sin embargo, el concepto de mala nutrición es más amplio, y puede englobar tanto las deficiencias nutricionales por defecto como por exceso, así como las deficiencias selectivas de macro y micronutrientes en determinadas situaciones, regiones, edades, grupos de riesgo, etc.

Desde el punto de vista fisiológico, la mala nutrición por defecto (también reconocida como desnutrición proteico-energética), se caracteriza por un estado pluricarencial donde predomina el déficit proteico y energético, y es el resultado de una dieta inadecuada en términos de cantidad y calidad, que no provee al organismo de suficiente proteína, energía y nutrientes específicos para cubrir las necesidades corporales para el crecimiento, desarrollo y funcionamiento normales.

La mala nutrición infantil en los países en vías de desarrollo es una causa directa de la pobreza. A su vez, la pobreza trae consigo ignorancia, deficientes condiciones sanitarias, infecciones, diarreas y parasitismo. Ello puede explicar la alta incidencia de mortalidad y desnutrición en el niño.

Sin embargo, esta misma pobreza no permite el conocimiento adecuado acerca de conceptos claves como alimentación saludable, necesidades alimentarias y alimentos indispensables, ni tampoco permite el desarrollo de una cultura social de la familia, y en especial de la mujer, en relación con estos aspectos. El analfabetismo materno está relacionado con escasos recursos financieros, deficiente atención prenatal, el bajo peso al nacer, y una deficiente política de inmunización de los lactantes. Por ello, en cualquier proyecto para mejorar la nutrición infantil deberá considerarse, ante todo, la capacitación familiar, y en particular de las madres, ya que de ello depende que aún, con una adecuada disponibilidad y accesibilidad de alimentos, la dieta de los lactantes y niños pequeños no sea saludable, balanceada ni adecuada.

Pero la desnutrición proteico-energética no es privativa de ls comunidades desposeídas del Tercer Mundo. También existen regiones, comunidades o grupos sociales en los países desarrollados con altos índices de desnutrición infantil, debido a problemas étnicos, culturales y socioeconómicos, entre otros.

Si bien la desnutrición proteico-energética infantil es un grave problema identificado por las organizaciones internacionales como la OMS, FAO y UNICEF, y se han realizado programas de intervención en los países más afectados, la obesidad es otra forma de mala nutrición cuya incidencia está aumentando rápidamente tanto en países ricos como pobres, tal vez el resultado de las malas prácticas nutricionales desde las edades más tempranas. El aumento del riesgo de padecer enfermedades crónicas no trasmisibles está ligado a las malas prácticas nutricionales, la obesidad y los patrones inadecuados de alimentación y salud.

No obstante todo lo anterior, existe un grupo de niños con alto riesgo de sufrir desnutrición aguda y que en la práctica médica diaria no identificamos. Se trata de los niños hospitalizados por cualquier causa, que en el decursar de su proceso morboso, ya sea por la propia enfermedad, como por las prácticas asistenciales inadecuadas (períodos de ayuno prolongados para realizar análisis complementarios como paso previo a intervenciones quirúrgicas, anorexia por los cambios en los hábitos alimentarios), sufren pérdida de peso importante y adquieren deficiencias de macro- y micronutrientes. Los cambios fisiopatológicos que de ello se deriva repercuten negativamente en el funcionamiento de órganos y sistemas: la desnutrición hospitalaria se acompaña de mayor riesgo de infecciones nosocomiales, deficiente cicatrización de heridas, dehiscencia de suturas, complicaciones metabólicas, y por ende, de una mayor estadía hospitalaria, con costos incrementados por paciente. Es por ello que podemos afirmar que la mala nutrición es la enfermedad más común en la práctica médica y la más extendida a todas las regiones del planeta.

Para identificar al paciente desnutrido, o en riesgo nutricional, es importante, ante todo, realizar al ingreso una evaluación de su estado nutricional, de las condiciones sociales, culturales, hábitos en las que se desenvuelve, y la etapa de la evolución de la enfermedad subyacente, para intervenir de forma precoz, evitando, o por lo menos disminuyendo, el riesgo de desnutrición hospitalaria.

La desnutrición infantil hospitalaria puede prevenirse con un programa de intervención personalizado para cada institución de salud. Debe establecerse la prevalencia de desnutrición por los diferentes servicios del centro, utilizando para ello las herramientas más adecuadas, como etapa previa en la creación de un grupo de soporte nutricional integrado por expertos que asesorará en cada caso la estrategia nutricional a seguir, y que al alta de cada paciente con su familia, instale un plan de apoyo nutricional para impedir que el paciente haga una recaída de sus deficiencias nutricionales.

 

Dra. Virginia Díaz-Argüelles
Escuela Nacional de Salud Pública
La Habana
Cuba