El ruido del tráfico aumenta el riesgo de sufrir obesidad

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Desde hace tiempo se sabe que los característicos  ruidos urbanos afectan negativamente a los habitantes de las ciudades, más allá de las molestias que ocasionan –estas traen de cabeza a unos 32 millones de personas en el Viejo Continente, según la Agencia Europea del Medio Ambiente, que estima que el ruido causa 72.000 hospitalizaciones y 16.600 muertes prematuras anuales–.

En 2017, un equipo de científicos de la Universidad de Nottingham Trent reveló que la contaminación acústica podía alterar la frecuencia cardíaca. Por entonces, una iniciativa impulsada por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) había mostrado, además, que la polución, pero también los niveles de ruido, especialmente el relacionado con el que emiten los vehículos, como descubrió un trabajo posterior, explicaban más de 1.200 muertes que podían prevenirse en la Ciudad Condal.

Ahora, María Foraster, una experta en epidemiología ambiental de esta última institución, ha coordinado un nuevo estudio en el que se destaca que, precisamente, la cacofonía que origina el  tráfico podría ocasionar a largo plazo un aumento en el riesgo de padecer obesidad. Según indican Foraster y sus colaboradores en la revista Environment International, la exposición al mismo genera un notable estrés y perturba los patrones de sueño. Peor aún, con el tiempo se descompensan los niveles de hormonas y aumenta la presión arterial; el metabolismo de la glucosa y el apetito se ven igualmente afectados.

Un problema más serio de lo que creemos

“Todo ello podría originar alteraciones fisiológicas crónicas, lo que explicaría la relación que se ha encontrado entre la constante exposición al ruido del tráfico, un problema de salud pública muy extendido y más grave de lo que se piensa, y ciertas dolencias cardiovasculares, la  diabetes y la obesidad”, señala Foraster en un comunicado. “Nuestros hallazgos sugieren que limitarlo podría ayudar a combatir la epidemia de esta última”, añade.

Los investigadores analizaron asimismo hasta qué punto el tráfico aéreo y el ferroviario podrían tener algo que ver en este asunto, pero, según admiten, no dieron con una relación significativa. Sí parece, sin embargo, que el runrún de los trenes podría favorecer el sobrepeso, aunque no de obesidad.

Para llegar a estas conclusiones, tuvieron en cuenta los cambios a lo largo del tiempo en el peso, altura, índice de masa corporal, perímetro de la cintura y porcentaje de grasa abdominal, así como la exposición al ruido emitido por el tráfico rodado de 3.796 adultos que habían participado en un proyecto de investigación suizo.

“Observamos que, efectivamente, quienes más lo están tienen un mayor riesgo de padecer obesidad. Por ejemplo, un incremento de 10 decibelios en la media de ruido –la Organización Mundial de la Salud sostiene que el del tráfico no debería superar los 53 decibelios, pero el 40% de los europeos están expuestos a más de 55– se traducía en un aumento del 17% de sufrir la dolencia”, señala Foraster.

Referencia: Long-term exposure to transportation noise and its association with adiposity markers and development of obesity. Maria Foraster et al. Environment International (2018). DOI: doi.org/10.1016/j.envint.2018.09.057

Fuente: Abraham Alonso (Revista Muy Interesante)

 

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