En nuestra sociedad existe un enorme interés por la apariencia física y no son pocos los jóvenes que utilizan sustancias llamadas “esteroides anabólicos” para obtener un cuerpo fuerte y viril, indica la doctora Enma Damara Acosta Reynaldo, especialista del Departamento de Farmacoepidemiología de la Dirección Nacional de Medicamentos y Tecnologías Médicas del Ministerio de Salud Pública.
Como sabemos, las células del organismo humano producen un enorme número de compuestos denominados esteroides, a los que pertenecen las hormonas masculinas, como la testosterona, y las femeninas: el estradiol y la progesterona.
Nuestra entrevistada, médica especializada en Farmacología, señala que la testosterona es la hormona masculina que de manera natural posee efectos tanto androgénicos (desarrollo de las características sexuales y la producción de espermatozoides) como anabólicos (crecimiento de músculo esquelético) y su uso debe ser solo a través de la prescripción médica.
Desde el punto de vista clínico, refiere, este medicamento está indicado en la deficiencia androgénica por hipogonadismo (disminución o ausencia de secreción de las hormonas sexuales), retraso en la pubertad masculina, cáncer de mama en mujeres, pero su uso está prohibido para aumentar la masa muscular con un objetivo puramente estético y para un mejor desempeño físico en competencias atléticas.
Jóvenes que recurren a la automedicación con esos fines se administran cantidades de testosterona hasta cien veces la dosis recomendada, la combinan incluso con otros medicamentos, desconociendo los daños que para su salud comporta esta práctica.
La ingestión de este tipo de sustancia sin indicación médica ayuda “de manera dramática” —subraya la especialista— a desarrollar una poderosa musculatura, pero las consecuencias de su empleo originan efectos negativos para el organismo. En los hombres, cita entre otros, ocasiona disminución de los espermatozoides, reducción del tamaño de los testículos, calvicie, ginecomastia (desarrollo de los pechos). En las mujeres produce masculinización generalizada, es decir, disminución del tamaño de los pechos y de la grasa corporal, mayor grosor de la piel, quistes, acné, caída del cabello, aumento del vello facial y corporal y crecimiento del clítoris.
En ambos sexos, continúa diciendo, se produce amarillamiento de la piel, mal aliento, excesiva sudoración de los pies y dolor de articulaciones; además, paranoia, delirio y completa alteración del juicio, asociados a un sentimiento de superioridad. El individuo confía excesivamente en su apariencia física, lo que le produce la sensación de ser invencible. Causa, asimismo, daños hepáticos en forma de tumores, infartos cardiacos y cerebrales.
Los esteroides pueden provocar adicción, depresión e intentos de suicidio cuando el individuo se los ha administrado por largo tiempo y decide no hacerlo más, similar a lo que ocurre en el síndrome de abstinencia en los alcohólicos.
Considera la experta, Máster en Ciencias en Farmacoepidemiología y Enfermedades Infecciosas, que los medios de comunicación desempeñan un papel fundamental en la necesaria divulgación de este importante tema, atendiendo a que el empleo indiscriminado de la testosterona se viene extendiendo en la población masculina joven con efectos “ciertamente desastrosos”, porque además de los problemas mencionados se corre el riesgo de que el organismo no logre su completo desarrollo.
El ejercicio y el deporte, valora finalmente, son necesarios para nuestro desarrollo físico y psicológico, “pero mucho cuidado con llegar a los extremos de emplear por cuenta propia sustancias peligrosas, pues el costo puede ser fatal”.
Tomado de: Granma