La vacuna triple, y las vagüedades de la percepción del riesgo

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En 1998, una década después de la introducción en el Reino Unido de la triple vacuna contra las paperas, el sarampión y la rubéola, el Dr. Andrew Wakefield publicó en “Lancet” un estudio de su autoría donde concluía que existía una asociación entre la nueva vacuna y un riesgo incrementado de autismo y enfermedad inflamatoria intestinal. Diez años después, la tasa de vacunación con la triple ha vuelto a ser del 84%, después de bajar hasta menos del 80% en el 2003. La tasa actual sigue estando muy por debajo del 95% recomendado para conferir inmunidad de manada, y el número de casos confirmados de sarampión en el Reino Unido se ha incrementado de 56 en 1998, hasta aproximadamente 1,000 en el 2007. Varios estudios subsiguientes han declarado que no existe asociación alguna entre la triple vacuna y el autismo y la enfermedad inflamatoria intestinal, y el Dr. Wakefield se encuentra ahora ante un panel de competencia profesional del Consejo Médico General para responder por cargos de mala práctica profesional.

Esta situación nos hace recordar que un problema que los científicos enfrentan cuando se les pide hechos y cifras, es que nada puede ser denotado como 100% seguro. Claro que existen riesgos asociados con la vacunación- de forma aproximada, un niño de cada 1,000 tendrá una convulsión febril, y menos de uno de entre 1 millón desarrollará encefalitis después de vacunarse con la triple. Sin embargo, cuando se compara con los riesgos involucrados con el riesgo real de contraer sarampión, que en los países desarrollados causa la muerte de 1 en 2,500 – 3,000, y meningitis en 1 por cada 1,000; entonces la triple vacuna es muy segura.

Existen 2 aspectos en la evaluación del riesgo, y uno de ellos es la incapacidad de la persona profana de analizar el riesgo de forma racional.

En general, la incertidumbre crea ansiedad, y este miedo desborda la memoria. Se conoce que mientras más fácilmente se recuerde (o evoque) un evento, más probable es que la persona profana sobreestime la frecuencia de su ocurrencia. De esta manera, se sobreestima la probabilidad de eventos escalofriantes, pero altamente improbables, mientras que lo contrario es también verdadero. La ocurrencia de peligros que son mucho más probables, pero menos dramáticos, generalmente se subestima en gran medida.

Otro ejemplo, esta vez tomado de los Estados Unidos, sería el temor a volar después del 11 de Septiembre (Nota del Editor: Día en que 2 aviones comerciales secuestrados fueron estrellados contra las Torres Gemelas, un tercero se desplomó sobre el Pentágono, y otro cayó en las afueras de Pensilvania). En los meses siguientes al ataque terrorista se constató una dramática reducción del número de personas que viajaron por avión. Volar es una forma mucho más segura de viajar que manejar un auto por carretera, y algunos estimados concluyen que aún en el caso de que ocurriera un evento una vez al mes en los EEUU de la escala del 11 de Septiembre, el riesgo que entraña volar todavía sería menor que el de manejar. Sin embargo, los investigadores han encontrado que en los 3 meses siguientes al ataque terrorista el aumento en el número de conductores de vehículos, en vez de tomar un avión, resultó en un estimado de entre 725 a más de 1,000 muertes adicionales en accidentes de carretera.

Los profanos pueden ser ayudados a tomar decisiones más racionales con una mejor educación e información, aunque esto requiere de una prensa responsable y de un grado determinado de acuerdo en la opinión científica.

El segundo problema con la evaluación del peligro radica en la misma naturaleza de la representación estadística del riesgo. Las estadísticas epidemiológicas y la evaluación del riesgo se basan en el estudio de los resultados de grandes números de personas. Sin embargo, las probabilidades que derivan de estos estudios, si bien se constituyen en buenos predictores de la enfermedad en grandes grupos poblacionales, por ejemplo, fracasan cuando se aplican al individuo: o contraes la enfermedad, o no la contraes. Tu avión o se estrella o no. El resultado, por lo tanto, en lo que al individuo se refiere, no se parece en nada a una probabilidad, sino que es, realmente, muy binario.

Autor: Dra. Alison Sleigh. Ex-Editor, BTi Biotech International. Dirección de correo electrónico: a.sleigh@panglobal.be

Notas del Editor:
[1] Este artículo apareció publicado originalmente en: BTi Bio Tech International 2008;20(2):4. Agradecemos la gentileza de la Dra. Ruth Knowles, Editora de BTi, en permitir la reproducción de esta pieza. Dirección de correo electrónico: r.knowles@panglobal.be
[2] La traducción del ensayo al español ha sido hecha por el Dr. Sergio Santana Porbén, Editor del Sitio. Se hace saber que cualquier reclamación sobre la presente versión del texto solo puede ser atribuida al Editor del Sitio de la Sociedad Cubana de Nutrición Clínica.