Inicio > Del Editor > Editoriales anteriores > Editorial 4 Septiembre 2020
Cuando llegué, ya él estaba ahí. Este es mi primer recuerdo de Luis cuando me lo presentaron un día en el local del Grupo de Apoyo Nutricional del Hospital Clínico quirúrgico “Hermanos Ameijeiras”. En ese momento (hace ya por lo menos unos 10 años, tal vez un poco más, que la memoria ya me traiciona) él estaba buscando dónde vincular lo aprendido como Licenciado en Ciencias de los Alimentos con una práctica asistencial y hospitalaria. Desde ese entonces Luisito (como ya le rebautizamos haciendo honor a esa tradición cubana de mostrar cariño al achicar el nombre propio) se convirtió en un activo del GAN, y por extensión de la comunidad cubana de nutricionistas. Juntos pasábamos visitas por las distintas salas hospitalarias, interconsultábamos casos con los distintos equipos de trabajo, y redactábamos los correspondientes programas de intervención nutricional. De esta manera, transitamos rápidamente de una etapa de mentor-pupilo a otra donde, como colegas y pares, integrábamos el caso clínico desde un enfoque común: la Bioquímica.
Siempre me entusiasmó su deseo de aprender y superarse. Estudiaba a cabalidad los materiales que le suministraba, y formulaba preguntas e inquietudes que me hacían volver a los textos para ofrecerle una respuesta coherente y convincente. Acogí sus primeras contribuciones escritas para la Revista Cubana de Alimentación y Nutrición, entre ellas, la que había sido su tesis de terminación de la Licenciatura sobre el sugerente tema del poder afrodisíaco de los alimentos [1]. También redactó una interesante (y muy actualizada) revisión sobre el lugar y uso de los suplementos vitamino-minerales y los nutrientes enterales como adyuvantes de la citorreducción no quirúrgica en leucemias y procesos linfo-proliferativos[2], dejando así fijada la posición del GAN en este tema polémico.
Poco a poco Luisito fue creciendo en los ámbitos docentes e investigativos, y se convirtió en una presencia valiosa como conferencista en las actividades científicas y de educación continuada auspiciadas tanto por el GAN como la propia Sociedad Cubana de Nutrición Clínica y Metabolismo, incluidas los Congresos de Nutrición Clínica y Metabolismo que ésta última auspicia. En lo que a mí corresponde, disfrutaba mucho con sus presentaciones, y la manera en que hacía llegar a los auditorios los contenidos diversos de alimentación, nutrición, metabolismo, bioquímica y metodología de la investigación, entre otros. Igualmente, Luisito se convirtió en un contribuyente regular a la RCAN con interesantes aportaciones sobre el nivel de conocimientos de los médicos en Alimentación y Nutrición [3], las formas en que la nutrición artificial se administra en las unidades de cuidados críticos [4], y la participación de la seguridad nutricional dentro de la gestión hospitalaria [5].
Hubiéramos (y me incluyo en el verbo) adelantar mucho más, pero el ambiente que se instaló en el hospital en un momento dado nos forzó a buscar otros horizontes de trabajo, desarrollo y crecimiento. En esta coyuntura, el Consejo de Dirección del Hospital General Universitario “Calixto García Íñiguez” (La Habana) le invitó, junto con otros nutricionistas, a relanzar el Servicio de Nutrición Clínica, que había quedado interrupto desde hacía ya un largo tiempo. Era otro escenario, otra cultura, otra forma de enfocar la asistencia médica. Luisito demostró dotes de liderazgo al (re)organizar la atención nutricional en el hospital, crear consultas ambulatorias de Nutrición, propiciar la integración del nutricionista como parte activa de los servicios hospitalarios, y reactivar las actividades docentes e investigativas en ésta tan importante institución para la salud cubana [6]-[7].
El Servicio hospitalario de Nutrición Clínica, y con él, todo el plantel de nutricionistas que lo integraban, fue puesto a prueba con el accidente del avión Global Air en ruta desde La Habana-Holguín en Mayo del 2018. Luisito fue llamado a servir como parte del equipo multidisciplinario de especialistas y profesionales encargados de la atención clínico-quirúrgica de la única sobreviviente del vuelo, y aportó en cada momento elementos de nutrición y metabolismo que fueron decisivos en la guía de las acciones terapéuticas que eventualmente resultaron en el egreso de la paciente y la posterior rehabilitación físico-motora y neurológica.
Luisito tenía por delante muchos proyectos y deseos. Semana por semana conversábamos extensamente por teléfono sobre lo logrado, las insatisfacciones, y las nuevas metas. Una común aspiración era lograr definitivamente que la Nutrición clínica y hospitalaria arraigara como una disciplina más dentro de la atención médica en todos los niveles del Sistema de salud, y que el nutricionista fuera reconocido como el actor indispensable en la articulación de políticas nutricionales de alcance institucional, capitalizando sobre las experiencias adquiridas durante su pasaje por los hospitales “Ameijeiras” y “Calixto García”.
Ahora la Muerte ha llegado y nos ha arrebatado a Luis, y con ello, nos ha obligado a detenernos en todos estos proyectos. Su ausencia física implicará un reacomodo y reevaluación de actores, prioridades y metas. Mientras tanto, meditemos en el legado y las enseñanzas que nos deja Luis como parte que fue (y es) de una nueva generación de nutricionistas cubanos formada por nosotros.
Con mis mejores afectos,
Dr. Sergio Santana Porbén
El Editor