¿Dónde están los (nuestros) autores?

Inicio > Del Editor > Editoriales anteriores > Editorial 18 de Mayo del 2011

 

He tomado prestado el título de este Editorial de una de las canciones de Shakira de la primera etapa, tal vez, la más fresca, ingenua, y a la vez, contestataria, de su carrera. Y es que quiero reflexionar con ustedes sobre el destino final de nuestros productos literarios, a colación de las conversaciones que sostuve con colegas editores latinoamericanos durante las sesiones del pasado XII Congreso Latinoamericano de Terapia Nutricional y Metabolismo, celebrado en la ciudad de Asunción, capital de la República del Paraguay, el pasado mes de Octubre del 2010.

Todos los que me conocen saben de mi compromiso y pasión por la publicación científica. He escrito sobre ello en varias ocasiones en esta misma Columna, y he hecho patente mi compromiso al asumir la Secretaría-Ejecutiva de la RCAN Revista Cubana de Alimentación y Nutrición.

Conversaba yo con mis colegas durante las sesiones del congreso mencionado más arriba sobre los avatares que rodean la actividad editorial, desde nuestras respectivas realidades. Y cuando yo pensaba que fuera de nuestro país la situación fuera mucho más llevadera, mis interlocutores me confesaron lo contrario. A su vez, ellos se sorprendieron de los retos enfrentados cotidianamente para mantener vivo el proyecto editorial nuestro. De la confrontación de experiencias y vivencias surgió entonces la idea de compartir con ustedes los intercambios sostenidos, y con ello, allanar el camino para una mejor gestión editorial de nuestros productos literarios.

La opción es clara. Frente a la avalancha de conocimientos y conceptos que se nos viene encima del área anglosajona, que si bien es necesaria estudiar y decantar, no por ello debemos asumirla acríticamente, creo que debemos oponer (o a falta de mejor término, complementar) con nuestras propias experiencias, que estarán mejor ajustadas a nuestras realidades.

Por naturaleza, nosotros, latinos todos, somos inquietos y curiosos, y con ello, no peco de chovinismo ni regionalismo, ni mucho menos quiero estimular una superioridad falsa por demás; pero estas cualidades deben ser acompañadas por el método y la actuación estructurada, de forma tal que la experiencia vital quede contenida dentro de cualquiera de los formatos propios de la comunicación científica. Esto es lo primero, pero es apenas la primera parte del proceso. Si no tenemos un contenedor donde reunir nuestros productos intelectuales, y que este contenedor pueda ser accedido continuamente y sin restricciones, y sobre todas las cosas, que su existencia sea permanente en el tiempo, no habremos logrado mucho.

¿Cuál es el estado actual de las cosas? Nuestros esfuerzos literarios (casi) siempre terminan en un póster para un Congreso, escasean las contribuciones originales que forzosamente obligan a un mayor esfuerzo creativo y disciplina; inundamos a nuestros editores con revisiones temáticas que se limitan a glosar lo dicho por otros autores, en su mayoría de lengua inglesa, sin una indagación profunda en la realidad nuestra; y las revistas iberolatinoamericanas de la especialidad han tenido una vida demasiado azarosa para la calma implícita a la actividad editorial. La poca participación de autores latinoamericanos en las revistas internaciones de alto impacto sería la otra cara de esta moneda que les he presentado.

Esta es la realidad que enfrentamos, y que estamos obligados a voltear (como diría un amigo argentino participante en las divagaciones existenciales reseñadas), a fin de resolver la extraña atmósfera que rodean nuestros congresos, cuando locales y foráneos repiten casi exactamente lo mismo, sin que nosotros, en nuestra condición de anfitriones, podamos armar el necesario contrapunteo de experiencias, opiniones y conocimientos.

Espero que les sea útil.

Con mis mejores afectos,

Dr. Sergio Santana Porbén.
El Editor.