Inicio > Del Editor > Editoriales anteriores > Editorial 22 de Octubre del 2008 > Editorial Invitado
La formación de recursos humanos en la especialidad de Enfermería en Cuba ha evolucionado según el momento histórico-concreto por el que ha transitado.En la etapa pre-rrevolucionaria (antes de 1959) la Enfermería, si bien constituía una carrera que seguían muchas muchachas y muchachos de todos los estratos sociales, también se veía como una práctica muy redituable, sobre todo si se ejercía en clínicas privadas de enorme “prestigio” donde la salud constituía un verdadero escenario comercial. Ello no empañaba la actuación de muchos abnegados enfermeros y enfermeras en los hospitales públicos, menos dotados financiera y estructuralmente. De todas formas, la demanda de personal era mucho mayor que el capital humano disponible, y la calificación técnica podía ser irregular e insuficiente.
Al triunfo de la Revolución, el sector de la salud sufrió un éxodo masivo de profesionales, técnicos y especialistas. La Enfermería no fue una excepción: una buena parte de los enfermero(a)s actuantes en aquel entonces, comprometidos con el antiguo “status quo”, abandonaron el país llevados de motivos políticos, económicos e incluso afectivos.
Ante tales eventos, la Dirección del MINSAP en aquellos años palió el déficit de fuerza especializada de trabajo mediante la formación de un personal de enfermería con una nueva proyección filosófico-ideológica: la atención integral y gratuita del ser humano. Ello demostraría ser decisivo tanto para asegurar la atención de salud, como para encarar los nuevos retos que traían consigo los programas de salud que impulsaba la naciente Revolución.
En el principio, los programas de formación de recursos humanos en Enfermería se limitaban a preparar un personal que lograra suplir las ausencias en la prestación de salud en la comunidad y las salas hospitalarias. Así, aparecieron los asistentes (también denominados auxiliares) de Enfermería, que incorporaron habilidades físicas y técnicas necesarias para enfrentar los desafíos de aquella época singular, y que con los ojos de hoy serían sorprendentes.
En los años 1970’s se crearon los primeros Institutos Preuniversitarios de la Salud, con programas metodológicos mucho más ambiciosos, y un pensamiento directriz más avanzado e integral. Paralelamente, surgió la carrera de Licenciatura en Enfermería, a los fines de graduar personal altamente calificado, y con un mayor nivel de competencia. El programa inicial de la carrera se extendía por 4 años, e incorporaba materias básicas similares a las impartidas en la carrera de Medicina. De ahí que los resultados obtenidos fueron, como regla general, relevantes.
Durante los 1980’s no se emprendieron acciones novedosas, y los responsables de la formación de enfermero(a)s se dedicaron en lo fundamental al perfeccionamiento de los programas existentes de formación.
En los 1990’s se lanzó la versión regular diurna de la carrera de Licenciatura en Enfermería, ahora con una duración de 5 años. El programa de esta versión incluía las materias básicas que ya se impartían en la carrera de Medicina. A mi juicio, este ha sido uno de los mejores programas de enseñanza de la Enfermería que alguna vez haya puesto en marcha el MINSAP nuestro, antes de que desapareciera por varios factores combinados, entre los que se contaron la necesidad de formar rápidamente enfermeros y enfermeras que cubrieran el déficit existente luego del lanzamiento del programa del Médico y Enfermero(a) de la Familia, y la premura en cubrir áreas de salud subpobladas primero, y la crisis estructural que significó el período especial, después.
Estas mismas razones determinaron (es más, justificaron) la puesta en marcha de un Programa de Formación emergente del personal de enfermería: una idea novedosa que, por un lado, ha arrojado resultados controversiales, pero que por el otro ha servido para paliar la situación de crisis existente en el sector.
Llegado el momento actual, resulta alarmante que no existan en los programas de formación de Enfermería, en cualquiera de sus salidas (Pregrado/Técnico Medio/ Licenciados) espacios donde se transmitan al estudiante materiales relacionadas con la Alimentación y la Nutrición del ser humano. La destacada Florence Nightingale, a principios del siglo XIX, tenía una asombrosa percepción de tales asuntos. Casi ciento cincuenta años después, en la misma medida en que he ido investigando sobre el tema para la redacción de estas líneas, compruebo que el problema de la desnutrición hospitalaria sobrepasa las fronteras de nuestros esfuerzos y espacios geográficos. Investigadores de países de América Latina, los Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Europea han examinado este mismo problema. Cabría preguntarse entonces: ¿Estaremos involucionando (por no decir) retrocediendo en el terreno de la docencia de la Alimentación y la Nutrición?
El tema, delicado en sí mismo, amerita una reflexión objetiva, profunda y exhaustiva a la pregunta raigal: ¿En qué momento sería más oportuno introducir la enseñanza de la Alimentación y la Nutrición en la formación de los futuros enfermeros y enfermeras?
A los fines del proceso de revisión técnica de los programas corrientes de formación en Enfermería, me parece necesario incluir, en primer lugar, un programa de complementación de estas materias en el nivel técnico, donde la formación debe ser lo más integral posible, pero sin recargar el cociente de aquellos que ingresan en la carrera. En el nivel superior, que se corresponde con el perfil de salida de la Licenciatura, ahora coexisten 2 modelos de formación: el instaurado a principios de los 1990’s para la formación regular, junto con el complementario (léase emergente) adoptado a finales de la misma década, y que han sido pensados para graduar el personal necesario en tiempo récord; incorporar la enseñanza de la Alimentación y la Nutrición se convierte en un problema digno de análisis, más si se tiene en cuenta que la enseñanza de la Morfofisiología, como asignatura básica mediante nuevos paradigmas, se ha convertido en todo un desafío para el estudiante.
Quedaría por evaluar la posibilidad de un post-básico en Alimentación y Nutrición. El post-básico siempre se ha tenido como una modalidad preferencial de formación de post-grado para los enfermero(a)s que aspiran a especializarse. La idea, por demás, es muy tentadora, y de ser llevada a la práctica, serviría como una etapa intermedia de formación y desarrollo antes de llegar a la Maestría: el máximo nivel de la educación de post-grado.
Las discusiones sobre la enseñanza de las ciencias de la Alimentación y la Nutrición, y su inserción orgánica en la carrera de Enfermería, siempre son atractivas, habida cuenta además de la necesidad real y objetiva de la puesta en marcha de algún tipo de programa de enseñanza de temas de Alimentación y Nutrición en la formación de pregrado del personal de Enfermería para lograr resultados docentes y educativos tangibles, duraderos y sostenibles.
Los estudios actuales demuestran el estado de total ignorancia científica sobre estos temas en las especialidades médicas y paramédicas. Las elevadas tasas corrientes de desnutrición hospitalaria documentadas en varias regiones geográficas invitan a meditar sobre cuánto nos falta por hacer.
Como actor que soy del proceso docente-educativo, en mi condición de profesor, hago sonar la alarma sobre el estado actual de las cosas. Es hora de que trabajemos todos juntos en la creación de un programa integral de formación de recursos humanos de Enfermería en temas de Alimentación y Nutrición.
Lic. Alberto Anias Martínez.
Ciudad Habana.
Cuba.