Del duro y solitario (pero igualmente apasionado y reconfortante) oficio de Editor

Inicio > Del Editor > Editoriales anteriores > Editorial 19 Mayo del 2008

 

Hoy no les hablaré de un tema selecto de Alimentación y Nutrición, aunque hay muchos que necesitan ser tratados urgentemente. En su lugar, compartiré con ustedes las interioridades de mi desempeño (a la vez que pasión) como Editor, tanto de este sitio de la Sociedad Cubana de Nutrición Clínica, como de la Revista Cubana de Alimentación y Nutrición.

Desde el mismo momento en que el hombre recurrió a la letra impresa para atesorar el conocimiento, así como registrar los eventos de la cotidianeidad, fue necesario crear la figura del Editor (también bautizado como escriba en aquellos tiempos fundacionales) para que se encargara de reunir en un formato coherente, a la vez que trazable, toda la producción intelectual de la época. Así, el Editor se convirtió en una pieza clave de la historia de la Humanidad, gracias al cual el conocimiento se ha podido transmitir de generación en generación.

En los inicios, el papel del Editor ante el producto intelectual era bastante pasivo: se limitaba solamente a reunirlo, imprimirlo, preservarlo y distribuirlo. Pero en el mundo de hoy, las exigencias se han incrementado: además de las funciones tradicionales reseñadas anteriormente, el Editor debe interactuar con el producto intelectual, darle realce, modificarlo activamente, e incluso orientar al autor sobre la mejor manera de presentar su creación al destinatario final: el lector. Muchos editores han llegado hasta aconsejar a los autores sobre la conveniencia de un tema u otro, habida cuenta de las demandas insatisfechas del lector. En esta sociedad post-moderna, en la que la industria del conocimiento se ha convertido en una impresionante fuerza motriz de desarrollo, todo lo que leemos, estudiamos e incorporamos ha sido previamente curado, seleccionado, revisado, discutido y presentado por un Editor que, precisamente, tiene como misión última, asegurar el disfrute social del producto intelectual. De nada vale llevar a la imprenta algo que después no será leído (aunque en un mundo tan intangible como el editorial estas cosas suelen ocurrir con mucha frecuencia).

Es entonces evidente que el oficio de Editor entraña una gran responsabilidad: de su elección dependerá lo que “consumirá” el destinatario final del producto intelectual. De su entera actuación, será el estilo (sello) del contenedor (sea éste una página web o una revista seriada), y la supervivencia del mismo.

El Editor debe tener ante todo olfato para reconocer el brillo diamantino dentro de un texto “crudo”, y espolear al autor a que lo pula incesantemente hasta que resplandezca. Fue gracias al Editor del “Kansas City Star” (quien corregía sus crónicas con un grueso lápiz de carpintero) que Ernest Hemingway adquirió su inigualable estilo. La actuación de Stuart Gilbert y Herbert Gorman fue determinante para que James Joyce publicara el imprescindible “Ulysses”. Se le debe a Max Brod, confidente primero, y albacea literario después, de Franz Kafka, que el mundo haya conocido relatos como “La metamorfosis” y “El proceso”, al desobedecer las instrucciones del genial checo, y salvar del fuego toda su obra, para reunirla, catalogarla e imprimirla.

Siempre recuerdo la labor editorial y promotora del conocimiento de Eugene Garfield, como Director del Instituto de la Información Científica y Editor de los Current Contents, el antecesor analógico de MEDLINE y Google. Cada semana aguardaba la llegada de la nueva entrega del Current para leerme (y estudiar) su editorial. De su actuación he encontrado la inspiración necesaria para el trabajo que desempeño hoy en día. La trayectoria del Dr. John Gay Rodríguez como Editor de la RCAN Revista Cubana de Alimentación y Nutrición también ha sido otra fuente de inspiración para mí.

Luego, no existe mejor manera de definir a un Editor que como una persona con una visión muy personal del aspecto final del producto intelectual, encerrada entre 4 paredes, sola ante un material al que debe darle, persistente y pacientemente, la forma necesaria para acercarlo a esa visión. El oficio de Editor es uno solitario, consume mucho tiempo: es la reunión paciente de contenidos a los que hay que dotar de personalidad propia; es una continua comunicación con los autores; es una constante preocupación por la salud y la supervivencia del proyecto editorial que anima. Es un oficio que exige una amplia cultura, y una disciplina tan férrea que raya en la obstinación. Pero cada vez que el Editor entrega a los lectores el trabajo acabado de los autores que le han confiado sus productos, queda la indescriptible satisfacción de un deber cumplido: la razón misma de todas las pasiones.

 

Espero que les sea útil.

Con mis mejores afectos,

Dr. Sergio Santana Porbén.
El Editor.