Inicio > Del Editor > Editoriales anteriores > Editorial 27 Febrero 2005
No acostumbro a relatar mis impresiones sobre los países y lugares que la fortuna me ha permitido visitar, por razones de mi propia timidez y mi deseo de no estimular el pecado de la vanidad. Sin embargo, ahora estoy dispuesto a hacer una excepción para relatar mis impresiones después de 30 días de estancia en la Argentina (consumidos durante el pasado mes de Julio del 2004), y específicamente, en la ciudad de La Plata.
La paternidad de este proyecto hecho realidad se debe al Dr. Eduardo Ferraresi, quien ha tenido una participación muy activa en la Asociación Argentina de Nutrición Parenteral y Enteral (AANEP), de la que en su momento fue Presidente durante el bienio 2000-2002, y en la que se desempeña actualmente como Vocal, y en la Federación Latinoamericana de Nutrición Parenteral y Enteral (FELANPE), en la que fungió como Vicepresidente para la América del Sur durante el período 2001-2003.
Al Dr. Ferraresi me unen lazos de amistad desde que nos conocimos en 1999, en ocasión de nuestro primer Congreso de Nutrición Clínica. De este primer encuentro salió el proyecto de insertar especialistas cubanos en la dinámica de la Terapia Nutricional en centros hospitalarios de la Argentina, y así, iniciar un camino de intercambio de ideas y experiencias.
Tropiezos más, tropiezos menos, el proyecto se materializó finalmente con mi presencia en La Plata durante todo el mes de Julio del 2004.
Mis expectativas relativas a esta visita de intercambio eran varias, ambiciosas y simultáneas. En primer lugar, contrastar mis experiencias como médico nutricionista con las de mis colegas argentinos, observar cómo se organiza la dinámica de los servicios de Terapia Nutricional en los hospitales por visitar, y aprender cómo se solucionan localmente los mil y unos problemas que se originan en la provisión de cuidados nutricionales a los pacientes necesitados. En segundo lugar, vivir la inenarrable experiencia humana que significa convivir con familias argentinas actuales, y en tercer lugar, asomarme a la realidad que vive la Argentina en un momento histórico único.
La Argentina ha tenido siempre un lugar privilegiado en la imaginería popular cubana. Baste hacer notar que Carlos Gardel es reverenciado en Cuba con un fervor que sorprendería a muchos porteños. En muchos lugares de la isla existen Casas del Tango dedicadas a mantener vivos estos aires, y siempre han existido excelentes cultores cubanos del tango (entre ellos, la inigualable Berta Pernas). El público cubano ha sido siempre un adicto al cine argentino, desde las comedias de las hermanas Legrand, Niní Marshall, Juan Carlos Thorry y Luis Sandrini, pasando por Jorge Porcell y Alberto Olmedo, hasta llegar al Nuevo Cine Argentino, que con tanta ilusión es aguardado por los cinéfilos locales en cada edición del Festival de Cine Latinoamericano de La Habana.
Para los hinchas deportivos, la Argentina es la tierra del fútbol, las carreras de autos y el boxeo, de Fangio (1), Firpo (2) y Maradona (3). Pero el paradigma más relevante de la presencia de la Argentina entre los cubanos sigue siendo el “Che”: sobrenombre que identifica, sin necesidad de mayores aclaraciones, al Dr. Ernesto Guevara de la Serna, médico de formación, guerrillero de profesión, revolucionario en toda la extensión de la palabra (4).
Los cubanos asistimos, esperanzados, a los esfuerzos del gobierno del Presidente Néstor Kirschner por revertir una década traumática para el país y la sociedad (después del fin de la era de la falsa paridad y muerta la ilusión de construir un país de rentas, de la aplicación a ultranza de las recetas neoliberales, del “corralito”, la especulación financiera, la corrupción política y la inestabilidad social); resolver graves problemas acumulados (entre ellos, el desempleo, la delincuencia, la pérdida del poder adquisitivo de la moneda nacional), y reactivar la economía nacional. Cuba se ha mostrado solidaria con la postura del Gobierno Kirschner de no ceder ante las exigencias del Fondo Monetario Internacional de incrementar los pagos de la abultada deuda externa, a fin de no sacrificar la incipiente recuperación económica del país.
En este contexto, inicié mi estancia en La Plata.
La agenda programada incluía estancias en los hospitales interzonales generales “Sor Ludovica María” (dedicado a la atención pediátrica), y “José de San Martín” (encargado de la atención a adultos), además de visitas a otras instituciones de salud radicadas en la vecina Buenos Aires.
El Hospital de Niños “Sor Ludovica María” es un centro de asistencia terciaria que recibe pacientes de todos los rincones de la República para diagnóstico, tratamiento y seguimiento. El Servicio de Terapia Nutricional, dirigido por la Dra. Adriana Fernández (una autoridad regional en Fibrosis quística), cuenta con una sala de internamiento donde se atienden las necesidades nutricionales de los niños en ella ingresados, pero, además, se dedica a identificar y tratar niños necesitados de apoyo nutricional en toda la institución. El Servicio cuenta con una vasta experiencia en el tratamiento del Síndrome de Intestino Corto, y mantiene esquemas de Nutrición Parenteral a Domicilio, gracias a una Unidad de Mezclas Parenterales ubicada en la Farmacia del propio Hospital. Para los médicos de Servicio, la Nutrición Parenteral constituye una herramienta insustituible para el aseguramiento de los ritmos normales de crecimiento y desarrollo de los niños que han sufrido resecciones intestinales masivas, y que se encuentran en distintas fases de adaptación intestinal, y de otros con diversas discapacidades digestivas. En fin, la estancia en el Servicio de Terapia Nutricional del Hospital de Niños fue para mí, un médico verticalizado en la atención de pacientes adultos, muy instructiva y gratificante.
La rotación por el Hospital San Martín representó otra visión, diferente y a la vez complementaria, de la práctica de la Terapia Nutricional. En este Hospital me inserté en la Unidad de Soporte Nutricional, establecida recientemente gracias a los esfuerzos de los Dres. Juan Carlos Gómez, Adriana Crivelli, y otros entusiastas colegas. El Servicio cubre las necesidades de apoyo nutricional de los pacientes atendidos en la institución, pero además, y pienso que es lo más importante, funciona como un centro de referencia para el estudio de la enfermedad celíaca. En efecto, mi estancia en el Hospital San Martín me sirvió para asomarme a la realidad que significa esta afección, y de la que tenía una visión un tanto estereotipada. Según encuestas de prevalencia hechas en sujetos aparentemente sanos, en los que se determinaron la presencia de anticuerpos específicos como parte de un chequeo prenupcial, la frecuencia de celíacos pudiera ser de 1:167. Si no es tratada adecuadamente, la enfermedad celíaca puede causar desde diarreas, trastornos de mala absorción intestinal y desnutrición (tal vez la forma clínica de presentación más frecuente), hasta anemia e infertilidad. El tratamiento es, por demás, bastante sencillo (aparentemente): retirar de la dieta regular del paciente el pan y todos los productos elaborados con harina de trigo y otros cereales que puedan contener gluten. Y cabría preguntarse: ¿Por qué un alimento tenido como universal puede causar una enfermedad tan devastadora?
Otra área que me resultó de mucho interés fue la atención a la enfermedad renal crónica. En los últimos años he estado muy activo investigando las relaciones entre la insuficiencia renal crónica, la terapia dialítica y la desnutrición, y cuyos resultados habrán de aparecer en un próximo número “Nutrición Hospitalaria”, la revista de la Sociedad Española de Nutrición Parenteral y Enteral. Fui particularmente afortunado de visitar sendos de Servicios de Hemodiálisis: el uno en el propio Hospital San Martín, y el otro, en el Hospital Español de La Plata, siempre de la mano de la Dra. Miriam del Amo. En ambos servicios ella y sus colegas me explicaron, con lujo de detalles, la dinámica de la atención a los pacientes con insuficiencia renal crónica. Cabe decir que la prestación de terapias dialíticas en la República Argentina está regulada legalmente, lo que crea un marco jurídico y normativo excepcional a la hora de abordar el cuidado del paciente con IRC en diálisis. Me quedé muy impresionado por la profesionalidad y dedicación del cuerpo médico y paramédico que trabaja en estos centros, pero, y lo que es más llamativo, me satisfizo enormemente oír hablar a los pacientes, mientras duraban las sesiones de diálisis, sobre la preparación de diferentes platos de comidas, y cómo se intercambiaban recetas de cocina entre ellos.
También tuve la oportunidad de visitar la Unidad de Asistencia Nutricional (UNANUT), fundada y dirigida por los Dres. Ana María Menéndez y Hugo Montemerlo, especializada en la elaboración centralizada y despacho de preparaciones farmacéuticas (incluidas mezclas para Nutrición Parenteral Central) hasta localidades tan remotas como Ushuaia, la Tierra al Fin del Mundo, a 3,000 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires.
Pero todo no fue discurrir sobre Medicina y Nutrición. También hube de participar en la vida cultural de La Plata, al permitírseme asistir como espectador a sendas funciones de lujo en el Teatro Argentino de La Plata: una moderna instalación que sustituyó al antiguo que desapareció en 1977 a causa de un incendio. La primera de las funciones estuvo dedicada a las artes danzarias, a cargo de la Compañía de Ballet del propio teatro, y que agradecí por incluir “Suite de Angeles”: una coreografía de corte contemporáneo, con música del siempre llorado y recordado Piazolla, e interpretada en vivo por el Quinteto de la Fundación que lleva su nombre. La segunda de las funciones constituyó el estreno de la ópera “Romeo y Julieta”, de Barbier y Carré, con un elenco maravilloso, y Paula Almerares y Enrique Folger en los roles protagónicos.
No puedo hablar de mi estancia en La Plata sin mencionar la rivalidad histórica entre los equipos de fútbol de los clubes de Gimnasia y Esgrima, y Estudiantes. Esta rivalidad, en muchas dimensiones, recuerda a la que existía en la Cuba prerrevolucionaria entre los equipos de pelota Habana y Almendares, y que han heredado en la actualidad las novenas de Industriales y Santiago. Los clubes, aparte de ser un espacio para la práctica de deportes, o simplemente de interacción social, son también un mecanismo de afianzamiento de la identidad barrial.
El equipo del Club Gimnasia y Esgrima se identifica por el Lobo, tal vez porque la cancha del club se encuentra en el Bosque de la Ciudad: un inmenso parque forestal en pleno centro de La Plata (muy parecido a nuestro Parque Almendares). Los hinchas del Lobo son también conocidos como “triperos”, por cuanto los primeros en integrar el club trabajaban acarreando carnes y vísceras en frigoríficos (de hecho, uno de los presidentes del Club era dueño de frigoríficos). Por su parte, los hinchas del club Estudiantes, que se reconocen por un león, son denominados como “pincharratas”, por cuanto, cuando fundaron el club, lo hicieron en un local infestado de ratas, a las que tuvieron que eliminar mediante métodos bastante artesanales. Otra leyenda, más benévola, reza que el nombre de “pincharratas” se le debe a los estudiantes de Medicina, núcleo fundacional del club, de los que los “triperos” se burlaban porque hacían experimentos con ratas de laboratorio.
Como es natural, cada club tiene su propia cancha, donde se reúnen los hinchas, no importa el tiempo reinante, para alentar y gritarle a los jugadores, y enfrentarse, en una disputa que no termina nunca, con sus rivales históricos, y que transforma a La Plata en una suerte de Verona trasplantada a la América nuestra. Así, entre puyas y puteadas, los 2 clubes consumen su calendario anual de enfrentamientos.
En este mes adopté a conciencia los códigos de la argentinidad: “la argentinidad al palo”, como dice Bersuit Vergarabat (“Allí donde fueres haz lo que vieres”). Tomé mate hasta abrasarme la lengua y el paladar, me hice hincha del Gimnasia y Esgrima (como es el club del anfitrión, pues nobleza obliga), tomé el micro (que para nosotros los cubanos sería igual a coger la guagua, pero que no significa lo mismo para los argentinos), me hice experto en carnes, asados y bifes de chorizo, sufrí y padecí con los avatares de la selección nacional de fútbol durante la Copa América-2004, sintonizaba “La Redonda” (FM 101.3) para escuchar el chiste mañanero de Julio Lleral, consumí hasta el delirio los programas de la televisión nacional: “Caiga quien Caiga”, de Pergolini y sus colaboradores (no me puedo olvidar la hilarante emisión dedicada al 9 de Julio, Día de la Independencia), “Los Indomables”, “Intrusos en la Noche”, y “Televisión Restringida”, con Fabián Gianolla en un memorable recuento del 30 aniversario de la muerte de Juan Domingo Perón. Siento defraudar a mis compatriotas cuando les digo que Florencia Peña (la señora de Robles en el show “Poné a Francella”, de Telefé) no está casada con el popular cómico, y que tuvo hace poco su primer hijo con Mariano Otero, destacado compositor y músico de jazz. La Peña triunfa ahora con una versión local de “La niñera”, la serie por la que se identifica a la norteamericana Fran Dreschner.
Sintetizar en el espacio de esta Crónica tantos conocimientos adquiridos, tantas nuevas experiencias, tantas emociones, tantas demostraciones de afecto y cariño, es tarea casi imposible. Ahora comprendo el barroquismo de muchos de nuestros escritores regionales, porque, simplemente, las palabras no alcanzan a describir mi estado emocional cuando abandoné finalmente la tierra argentina, que tan cálida acogida me brindó.
También comprendo ahora el alcance de la máxima martiana: “Del Río Bravo a la Patagonia: un solo pueblo”. Nos unen tantas cosas, algunas de ellas tan sutiles, que siempre encontramos más puntos de contacto que desavenencias. Lloramos y reímos con las mismas cosas, cantamos nuestras desgracias (nosotros en tiempo de bolero, los argentinos en tono de tango), nos mofamos de nuestros defectos, idolatramos a nuestra madre, creemos en la amistad hasta conferirle status de consanguinidad, nos deprime hasta lo indecible que nuestro equipo deportivo favorito pierda, hipertrofiamos nuestras virtudes y minimizamos nuestros defectos, y nos violenta tanto la mentira y la doblez, la cobardía y la traición, que le hacemos un acto de repudio (o “escrache”, como se diría por allá) a quienes la perpetran.
Muchos se me acercaron con muchas dudas e interrogantes sobre Cuba, pero con muchos deseos de conocer cómo transcurre la vida de una familia en nuestra cotidianeidad, en circunstancias por demás excepcionales. Debo reafirmar que en todo momento primó la decencia, el respeto y el deseo de contrastar e interpretar nuestras realidades a punto de partida de las del otro, aún cuando las discusiones fueran acaloradas, y nuestros puntos de vista (epidérmicamente) irreconciliables.
Espero que les sea útil.
Con mis mejores afectos,
Dr. Sergio Santana Porbén.
El Editor.
Notas al pie de la Crónica:
(1) En 1958 Fangio viajó a Cuba para participar en una carrera de automóviles incluida en el Circuito de La Habana. Un comando del Movimiento “26 de Julio” lo secuestró a la salida de un céntrico hotel, en una acción encaminada a atraer la atención de la prensa local y extranjera sobre los crímenes de la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1959). Batista decidió que el show siguiera adelante. Uno de los carros inscriptos en la carrera se proyectó contra la multitud aglomerada en la Avenida del Malecón, con el saldo de centenares entre muertos y heridos. Desde entonces Fangio solía decir que el 26 de Julio le había salvado la vida. La historia ha quedado registrada en la cinta cubano-argentina “Operación Fangio”-1999, con el actor Dario Grandinetti impersonando al famoso corredor.
(2) Para los locales Firpo es el “Toro de las Pampas”, el hombre que habría derrotado a Jack Dempsey, si los periodistas y árbitros no lo hubieran recogido y lanzado nuevamente a la lona de donde lo sacó el argentino con un potente derechazo.
(3) Cuba ha acogido al “Pelusa” para que se recupere de sus adicciones y demonios. En una nota incidental, ya tenemos un descendiente cubano del extraordinario futbolista. Esperemos que sea igual o mejor que su padre.
(4) El pueblo cubano retribuyó al Che su generosidad sin límites cuando decidió sumarse al movimiento insurreccional lidereado por Fidel Castro Ruz, y la sangre vertida en el empeño (fue herido gravemente en la garganta en la escaramuza de Alegría de Pío, a sólo pocos días de desembarcar por Playa Las Coloradas, provincia de Oriente) con el título de ciudadano cubano por servicios excepcionales en 1959.